Santa María la Blanca, tres en una (Sevilla)

22/8/12

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La rehabilitación desvela su pasado de sinagoga, mezquita e iglesia mudéjar


Mezquita en el siglo X, en plena época califal; sinagoga cuando Alfonso X El Sabio dividió la ciudad para que las tres religiones tuvieran sus lugares de culto, a mediados del XIII; iglesia mudéjar a principios del XV y templo barroco desde el XVII. Todo esto ha sido Santa María la Blanca de Sevilla que, desde abril de 2010 que se cerró al público tras la aparición de grietas, está viviendo ahora otra profunda renovación. Sin embargo, en esta ocasión, no dará otro salto en la Historia del Arte. Se quedará como “la joya barroca” que es desde hace cuatro siglos, apunta Óscar Gil Delgado, el arquitecto que está trabajando para devolverle su esplendor al templo. La reparación de las cubiertas, sustitución de la solería y consolidación de los zócalos de azulejos han hecho posible desnudar parte de la iglesia e investigar su pasado.

“El levantamiento de la solería nos ha permitido ver los cuatro muros de la mezquita, que formaban un cuadrado de 12 x 12 metros con el mihrab en el centro del lado Sur. Ésta fue una de las tres mezquitas que Alfonso X cedió a los judíos en el siglo XIII para que las convirtieran en sinagogas y la única que queda en pie. Las otras dos eran las iglesias de Santa Cruz —demolida por los franceses en el XIX para construir la actual plaza del mismo nombre— y la de San Bartolomé que, tras ser dañada por el terremoto de Lisboa de 1755, se derribó completamente y se levantó en estilo barroco”, explica Diego Oliva, encargado de los trabajos de arqueología junto a Alfonso Jiménez.

Según el arqueólogo, Santa María la Blanca fue la sinagoga más importante de la judería porque estaba anexa al palacio de Altamira, residencia de Yusuf Pichón, tesorero mayor del Reino de Castilla con Juan II. La iglesia es uno de los escasos ejemplos en los que conviven elementos de las tres religiones.

“De la mezquita, además del arranque de los muros y del mihrab, también se conserva el arco de la portada, construido con sillares de piedras calcarenita, que puede verse desde el patio de la casa del párroco, lo que podría ser el patio de abluciones de la mezquita”, comenta Gil Delgado, quien había intervenido de urgencia ante la aparición de grietas en 1999 y que, actualmente, tras la rehabilitación de las cubiertas y la espadaña, está trabajando en el interior desde principios de 2011. La primera parte de la obra, con un presupuesto de 890.000 euros, la han financiado la Consejería de Cultura (80%) y la Archidiócesis de Sevilla (20%); mientras que la segunda fase, la rehabilitación interior presupuestada en 300.000 euros, la están pagando los feligreses de la parroquia. “La historia se repite porque en el siglo XVII fueron también los parroquianos quienes sufragaron las yeserías que realizó Pedro Roldán. Son gente muy activa que ha pedido un préstamo, a través de la Archidiócesis, y están haciendo un sinfín de actividades para recaudar dinero”, explica el arquitecto.

La azulejería es, en su mayoría, obra del taller de Diego de Sepúlveda del siglo XVII y, como el resto de la construcción está afectada por la humedad. “Hay muchos azulejos que están sueltos y se han caído o los han robado, y otros están demasiado pegados por la carbonatación del mortero”, comenta el restaurador Carlos Núñez, al frente del equipo que tiene que consolidar 300 metros cuadrados de azulejos.

Durante la obra, que realiza la empresa Joaquín Pérez Díaz y estará terminada antes de finales de este año, también se ha identificado los muros de la sinagoga y unas ventanas altas mudéjares, que recorren toda la nave central y están ocultas por las yeserías. “Cuando se desmontaron las dos lunetas, copias de los cuadros de Murillo que robó el mariscal Soult, pudimos picar en el enfoscado y sacar los arcos mudéjares, algo que desmonta totalmente la teoría de que Santa María la Blanca se había reconstruido totalmente en el siglo XVII”, aclara Gil Delgado.

Una vez terminada la remodelación, el templo recuperará su aspecto y volverá a lucir como lo proyectaron los arquitectos Pedro Sánchez Falconete y Juan González: 450 metros cuadrados de Barroco en estado puro.

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