«Hay que salvar la ermita de San Jorge por sus pinturas al fresco» (Cáceres)

6/8/13 .- http://www.hoy.es/

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José Antonio Ramos y Óscar de San Macario hacen un inventario de las ermitas, capillas y oratorios de la comarca de Cáceres

A sólo doce kilómetros de Cáceres, en la carretera de Badajoz, se encuentran las ruinas de la ermita de San Jorge, un curioso edificio del siglo XIV o XV que tiene frescos atribuidos a Juan de Ribera.

De vez en cuando surgen voces pidiendo su arreglo. Lo hizo en 1996, en el Diario HOY la Asociación Cultural San Jorge, que denunciaba que la ermita era usada como abrevadero. En el interior del que fuera templo hay efectivamente una especie de estanque, cuya función, según el investigador local Alonso Corrales Gaitán, era servir para bendecir a los caballeros antes de que partieran a la guerra, entrando en el estanque con sus armas y montura.

La petición de la rehabilitación de la ermita la hacen hasta los más jóvenes, como el alumno de Secundaria Enrique García-Tomé, que en junio ganó el premio de periodismo García Morales con un artículo en el que denunciaba el deterioro de la ermita.

Ahora lo dicen los estudiosos José Antonio Ramos Rubio y Óscar de San Macario Sánchez, que acaban de publicar un libro sobre las ermitas de la Tierra de Cáceres, patrocinado por la Asamblea de Extremadura.

En la obra, de 600 páginas, ilustrado con 400 fotos, se recogen las ermitas, capillas y oratorios que existen en la ciudad de Cáceres y en sus arrabales Zamarrilla y Zángano. También en sus alrededores, en las localidades de Aldea del Cano, Aliseda, Arroyo de la Luz, Casar de Cáceres, Malpartida de Cáceres, Sierra de Fuentes, Torreorgaz y Torrequemada. Además, escriben sobre la ermita de Nuestra Señora de la Altagracia, que ya pertenece a Garrovillas de Alconétar.

El libro incluye ermitas de las que se tiene referencia documental, pero de las que ya no queda resto alguno. Y, por supuesto, las que aún son visibles, aunque algunas de ellas con gran deterioro.

Los dos autores aseguran que de todas las ermitas que han visto, la que merece una urgente actuación para que no se pierda es la citada de San Jorge. «Habría que salvar esta ermita por el valor de sus pinturas al fresco», subrayan.

Las pinturas están fechadas en 1565, y llama la atención que la mayoría de los rostros tienen raspados los ojos.

Ramos y De San Macario señalan que cuando hubo más ermitas en la comarca de Cáceres fue entre el siglo XVI y XVII, muchas de las cuales fueron desapareciendo al encontrarse en el campo, lejos de ciudad; «mantenerlas es costoso para el Patrimonio y también es costoso para los particulares rehabilitarlas».

José Antonio Ramos comenta que a él, particularmente, le gusta mucho la ermita de San Jorge y también la de Santiago de Bencáliz, igualmente en ruinas a unos 25 kilómetros de Cáceres, entre las localidades de Aldea del Cano y Casas de Don Antonio.

El libro recalca que también son verdaderas joyas arquitectónicas las ermitas de Santa Olalla o la de Nuestra señora de la Luz de Arroyo de la Luz.

Los autores no sólo tratan sobre las ermitas actuales y las que han desaparecido, también han entrado en mansiones y casas fuertes de la nobleza para dar a conocer sus oratorios privados. De entre todos ellos destacan el de La Brujaca y el del Trasquilón, un palacete que se encuentra junto a la carretera nacional-630, antes de llegar a Valdesalor, y que cuenta en su interior con una capilla.

Motivos

Los autores también hacen referencia a santuarios que fueron mandados construir por muy diferentes motivos, por la devoción particular de algún devoto hacia un santo o santa, por ejemplo, «o se basan en mitos o leyendas, transmitidos documentalmente o por tradición oral hasta nuestros días, y que pueden ir desde su construcción para conmemorar un acto milagroso o santificar un lugar concreto y real asociado a la vida de un santo, virgen o cristo, hasta ubicarlas en zonas por la existencia de aguas con supuestos poderes milagrosos o curativos, o en espacios designados por la voluntad divina».

Consideran que, en general, la mayoría de las ermitas responden a una causa principal: «El progresivo culto a los santos, en especial a partir del siglo XV, cuando el hombre sintió la necesidad de tener protectores contra los males que más directamente le aquejaban: peste, plagas, sequías, enfermedades que diezmaban a la población, etcétera».

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