Un patrimonio dejado de lado: el castillo de Benal (León)

16/1/12 .- http://www.diariodeleon.es/

El castillo de Benal, en Omaña, se desmorona ante la indiferencia institucional y pide ayuda para no convertirse en ruina olvidada en una provincia pionera en este tipo de edificaciones

Con abundantes antecedentes en las fortificaciones romanas, surgen las fortalezas medievales al amparo de la necesidad que se dejaba sentir en la protección de las tierras administradas feudalmente.

El derecho a tener un castillo con muralla, torre y foso, era al principio muy limitado y constituía un privilegio que el rey concedía sólo a los más altos dignatarios del reino, pero a mediados del siglo X, los nobles logran la autorización real para fortificar sus viviendas.

Como dato curioso aportamos el censo de castillos de la vecina Francia , que en el siglo XIV contaba con unos cuarenta mil a lo largo y ancho de su geografía. En cuanto a España, la necesidad de asegurar la posesión del territorio tan trabajosamente reconquistado a los invasores musulmanes, obligó también a multiplicar el número de castillos hasta el extremo de que apenas hubo pueblo de mediana importancia que no tuviera el suyo. En un principio se construyeron a manera de una torre rodeada de una cerca defensiva —que podía ser una simple empalizada— en la cumbre de una colina. Con el tiempo las cercas fueron convirtiéndose en murallas, los fosos se generalizaron y la torre se ensanchó hasta alcanzar proporciones considerables, sin perder nunca el carácter original.

La provincia de León, que por su estratégica situación en La Reconquista, se vio amenazada y asediada en los momentos más duros del empuje sarraceno, y posteriores escaramuzas protagonizadas por los propios reinos cristianos, fragmentados por las divisiones surgidas tras el arbitrario reparto de tierras que algunos reyes , como el caso de Fernando I, que dividió el reino entre sus cinco hijos y sembró de esta forma el brutal enfrentamiento de los cinco hermanos.

Podemos distinguir, según el estudio hecho en su día por el ilustre escritor leonés, Domínguez Berrueta, nueve rutas distintas que englobaban el total de 46 castillos leoneses de los que quedan restos, tanto físicos como documentales. Otros muchos tienen que vivir en las brumas de las leyendas o en las lógicas suposiciones de arqueólogos e historiadores. Así enumeramos solamente el enunciado de estas nueve rutas: 1.-Ruta del Bierzo. 2.- Ruta de Astorga. 3.- Ruta de Valencia de don Juan. 4.- Ruta de Omaña-Luna. 5.- Ruta del Curueño. 6.- Ruta del Porma. 7.- Ruta del Cea. 8.- Ruta de Riaño. Y, 9.- Ruta del Esla.

El maltratado castillo de Benal

Dentro de la cuarta ruta estudiada por Berrueta —la de Omaña-Luna— se encuentra el protagonista de nuestra historia, cuyo nombre más conocido es el Benal.

Situado en una zona que los arqueólogos y mentores de los castillos leoneses retrotraen a épocas castreñas, pasando posteriormente por la ocupación romana y las fortificaciones aledañas a la explotación aurífera, cuyas huellas aún están suficientemente visibles, sobre todo, de forma global desde el Cueto de Rosales, que también es bien llamado El Faro de Omaña.

Los actuales lienzos del castillo, en manos de la Providencia, y su desgastada torre del homenaje, están pidiendo a gritos una cura de urgencia, pues no quieren seguir figurando en la peyorativa Lista Roja de Hispania Nostra y pasar a la extensa nómina de ruinas olvidadas en una provincia que fue pionera de esta clase de edificaciones.

Todo ello después de haber pasado sendas reválidas que acreditan su historia, su valor estratégico, su señorío... No en vano fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC), un 24 de abril de 1949 por su singular característica de ser el único de forma triangular, en toda España, junto al del barrio irunés de Behobia, que ha recibido los favores económicos de distintas administraciones para consolidar las ruinas del castillo (Gazteluzar) e incluirlo en una ruta turística que dinamice convenientemente la zona.

El castillo de Benal, además de comenzar su andadura protectora a los antiguos Concejos de Paredes, La Lomba de Campestredo, Omaña, y Riello, pasó a los poderosos Quiñones, que recibieron el título de nobleza en el año 1462, como Condes de Luna, y ampliaron sustancialmente sus dominios anexionando al oeste leonés gran parte del sur de Asturias al ser nombrados Merinos Mayores de aquel territorio.

Pero a los muchos méritos y singularidades de su estructura, se añade la circunstancia de ser el primer bastión defensivo que los Quiñones ocuparon desde el siglo XV en tierras leonesas. Y reforzaron, una vez más, sus antiguos muros con los ingentes montones de canto rodado que procedían de las explotaciones romanas del oro de la comarca omañesa. Cantos, que con la habitual desidia y complicidad de nuestros políticos de los últimos tiempos, fueron arrancados de muchos de sus lienzos para aprovecharlos en la caja de la carretera.

Dejadez


Y hablando de políticos, y de la dejadez que arrastran en sus propios feudos, no nos cabe en la cabeza que Omaña, esa tierra a la que están adscritos, haya perdido la gran oportunidad de restañar las heridas de «su» castillo, mientras que su alcalde fue Diputado, Vicepresidente de la Diputación, Presidente de Cuatro Valles... Uno de los vecinos más cercanos al Castillo, Presidente de la Diputación, Delegado de la Junta de Castilla y León...

Por último, nuestro flamante senador —casi habitual— originario de Canales, en el arranque de nuestra Omaña, aunque ahora ande por Sariegos, que ha pasado por Delegado Territorial de la Junta, Director General de Protección Civil... tampoco dijo ni pío respecto al tema que nos ocupa.

Pobre Castillo de Benal, pobre también el patrimonio leonés en peligro y pobres de nosotros como sigamos con la misma tónica y criterios de los que se fueron.

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