Irlanda, entre lo oculto y lo sagrado

2/7/12 .- http://antiguaymedieval.blogspot.com.es/

El frío y el lluvioso clima que caracteriza a la antigua Hibernia hizo desistir al ejército romano en su intento de conquistar esta tierra. Ahora, en el fertil valle del Boyne, el viajero se topa con un enclave tan fascinante como enigmático: el monumento megalítico más importante del país, cuyo profundo interior queda iluminado por los rayos de sol cada 21 de diciembre y que fue construido casi 500 años antes que las pirámides de Egipto

El todopoderoso imperio romano jamás conquistó Irlanda. Posiblemente, ni llegaron a intentarlo. De hecho, no hay vestigios de calzadas o monumentos, ni prueba alguna de que el águila romana clavase aquí sus afiladas garras. Muchos piensan que quizá fue el frío y lluvioso clima de Hibernia (nombre en latín de Irlanda, que significa literalmente «tierra del invierno») lo que hizo desistir a Roma, pese a la lógica de una sencilla invasión desde la vecina Britania.
Ya fuera por esto o por cualquier otra razón, la consecuencia fue que las tribus que poblaron el centro de Irlanda –la auténtica cuna de la civilización celta– tuvieron una insignificante influencia de la cultura latina, manteniendo prácticamente intactas todas sus costumbres y ritos paganos.
Por ello, es realmente sorprendente el profundo arraigo que logró aquí el cristianismo, una vez que los primeros evangelizadores post-romanos pusieron sus pies en las costas irlandesas, a finales del siglo IV.

Clonmacnoise y Mellifont

En cualquier lugar de Irlanda por el que nos movamos es muy fácil encontrar ruinas monásticas, pero son muy pocas las que atesoran todo el valor y belleza de Clonmacnoise –Cluain Mhic Nóis, dicho en lengua gaélica– en el condado de Offaly.
Cuenta la leyenda que, a mediados del siglo VI, San Ciarán tuvo una profética visión tras la cual, y después de varios años de incesante búsqueda, logró encontrar una pradera en el centro geográfico de Irlanda, donde el río Shannon se bifurca separando los condados de Connacht, Leinster y Munster. Y fue aquí donde decidió, por fin, hacer realidad su sueño y comenzó a construir un colegio con el que dar un poco de luz a la profunda sombra de la ignorancia.
Gracias a esta privilegiada posición estratégica, en medio de las principales arterias comerciales del país, Clonmacnoise prosperó rápidamente, convirtiéndose en uno de los centros religiosos y culturales más importantes de toda Europa, y un verdadero filón económico gracias a las aportaciones de miles de peregrinos durante la Edad Media.
Por desgracia, su aspecto actual dista mucho del que suponemos tenía durante su mayor esplendor, ya que el recinto fue sistemáticamente saqueado por vikingos, normandos y, posteriormente, por los colonizadores ingleses. Pese a todo, todavía podemos disfrutar contemplando los restos de varias iglesias, dos torres circulares, la fortaleza, una imponente colección de lápidas en las inmediaciones de la catedral y varias cruces celtas de piedra. Entre ellas, destaca la Cruz de las Escrituras, una de las «High Crosses» mejor conservadas y más bellamente trabajadas. No olvidemos que estas cruces son uno de los emblemas más característicos de Irlanda, ya que aúnan el paganismo del disco solar con el símbolo cristiano de la cruz. La de Clonmacnoise, en concreto, destaca entre todas por estar construida con un único bloque de arenisca de casi cuatro metros de altura, bellamente adornado con diferentes escenas bíblicas organizadas en paneles cuadrados.

Fuente de abluciones

No podemos pasar por alto otro lugar de capital importancia cuando se habla de los orígenes del cristianismo en Irlanda: la Abadía de Mellifont, fundada en 1142 por San Malaquías, el mismo que profetizó la dominación inglesa y su opresión sobre el pueblo irlandés. Se trata del primer monasterio cisterciense construido en Irlanda y su principal atracción es su fuente de abluciones octogonal de clara inspiración templaria.
En el fértil valle del Boyne nos topamos con un enclave tan fascinante como enigmático: Newgrange, la «cueva del sol», el monumento megalítico más importante de toda Irlanda. Su origen sigue sumido en el más profundo misterio y lleno de controversia. Una pregunta nos asalta nada más llegar: ¿qué poder se oculta bajo este pequeño y sencillo montículo, rodeado de menhires, para que haya sido respetado por todos los invasores que destruyeron sin piedad otros monumentos como Clonmacnoise? Descubierto en el siglo XVII, no sería hasta 1962 cuando comenzaron los trabajos de excavación, y todas las teorías apuntaban a que se trataba de un monumento funerario, similar a las otras 24 tumbas de corredor localizadas en el valle del Boyne.
Pero hay algo que hace único a Newgrange y le da carácter excepcional: cada día 21 de diciembre, solsticio de invierno, los primeros rayos del sol entran en esta «cueva» y avanzan lentamente por el estrecho corredor hasta iluminar las cámaras más profundas del túmulo, iluminándolo de manera espectacular y permitiendo ver con toda claridad lo que antes permanecía en penumbras, incluido su techo abovedado, gracias a la luz reflejada del suelo.
Y para guinda del pastel, conviene no olvidar que Newgrange fue construido alrededor del 3200 a.C., o lo que es lo mismo, mil años antes que Stonehenge y casi quinientos antes que las mismísimas pirámides de Egipto.

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