La Vega a sus pies. El castillo de Orihuela

30/5/11 .- http://www.laverdad.es/

El castillo conserva estancias de hace más de diez siglos en la cima del monte de San Miguel.
Los restos de la fortaleza se levantan a doscientos metros sobre la ciudad y se puede acceder a ellos por los antiguos caminos


Hace al menos doce siglos Orihuela, la antigua Uryula, ya tenía en su punto más alto una construcción destinada a la defensa de posibles ataques de tropas hostiles. A doscientos metros sobre la población se levantaba un fortín del que las crónicas de la época ya destacaban su inexpugnabilidad. Ahora es más fácil acceder hasta él, cosa que puede hacerse incluso por los caminos por los que subían y bajaban los habitantes de los distintos barrios que componían la ciudad islámica y la cristiana posterior a la reconquista. En lo más alto se aprecian algunos de sus elementos originales, como el aljibe abovedo en el recinto que ocupaba la alcazaba atribuible a un momento precalifal y califal, tal y como se refleja en el estudio realizado por los arqueólogos Mari Carmen Sánchez y Emilio Diz para la 'Guía de monumentos y museos' del año 2004.
El albacar, situado por debajo de esta alcazaba, además de funciones defensivas cumplía misiones ganaderas. De lo que se conserva destacan mirando a poniente varios torreones cuadrangulares datados en época almorávide, a principios del siglo XII, mientras que los dos que dan a la cara de levante fueron levantados dos centurias después. Al mismo tiempo se pueden apreciar los restos del recinto amurallado en torno al actual seminario de San Miguel, según el estudio de los arqueólogos, donde se levantó el primer núcleo poblacional de la ciudad. Así se cita a Mosén Pedro Bellot, quien escribió que Orihuela era «un población antiquísima, a más de lo que dice Rasis y otros históricos, lo manifiestan claramente las ruinas y diversos fundamentos de sus murallas, porque por ellas se colige en su primera población fue en el llano de San Miguel, con un castillejo a la parte norte, donde aún se ven unas torres terraplenadas muy desechas».
Algunos de esos lienzos se mantienen en pie y junto a ellos su vista se hace un espectáculo, con la ciudad a sus pies en un punto en el que sus ocupantes no sólo tenían la oportunidad de vigilar a los que se les acercaban de cerca, sino a todos aquellos que llegaran por cualquier punto de la Vega. Así, el castillo corona el Monte de San Miguel, pero sus dominios se extienden a toda la comarca, a todo el linde de los antiguos reinos en los que se desarrollaron batallas que ahora se confunden entre la historia y la leyenda. Supuestamente por esos caminos subió en la noche de un 16 de julio Armengola con dos soldados disfrazados de sus hijas, pero seguro que son muchas las leyendas y las historias verdaderas que se han desarrollado en torno a esos muros.
Ahora de ellos se desprenden esos momentos, el visitante puede hacerse una idea, con lo que es, de lo que fue, e incluso imaginar para qué se usaron en su día una serie de cuevas que desprenden vapor de agua y cuyo destino hace siglos no ha sido, de momento, investigado.

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