La exposición Los castillos de Al-Andalus abre sus puertas al público en el Alcázar

14/9/06 .- CadizNoticias.com

El Palacio de Villavicencio del Conjunto Monumental del Alcázar acoge desde hoy y hasta el día 15 de octubre la exposición Los castillos de Al-Andalus, organizada por el Ayuntamiento de Jerez, a través del Instituto de Cultura y Obra Social Fundación “la Caixa”.

El objetivo de esta muestra, presentada hoy por el delegado de Cultura, Julián Gutiérrez y el delegado de zona de La Caixa, Julián Cobos, es aproximar al visitante a la riqueza cultural de los pueblos que invadieron la Península en el siglo VIII y a sus formas de organización, tomando como punto de referencia el castillo. Así lo explicó la historiadora y comisaria de la exposición, María Mestre, que dirigió a los primeros visitantes, por un recorrido por la exposición.

Por el nombre de Al-Andalus se conoce la zona de ocupación musulmana en la Península Ibérica, que abarcó desde el siglo VIII hasta finales del XV. Situada en tierra de encuentros, de cruces culturales y fecundos mestizajes, Al-Andalus, civilización que irradió una personalidad propia tanto en occidente como en oriente, llegó a comprender gran parte del territorio peninsular donde estableció una nueva entidad política, jurídica y administrativa.

Cuando los musulmanes llegaron a la península, a principios del siglo VIII, se encontraron con una serie de fortificaciones, herencia de las culturas y pueblos que durante siglos habían gobernado este territorio. La exposición Los castillos de Al-Andalus muestra como los musulmanes supieron aprovechar, con una finalidad defensiva, estructuras arquitectónicas ya existentes, además de crear otras de nueva construcción. Del mismo modo, formaron nuevas poblaciones y reestructuraron las antiguas con el objetivo de establecer nuevas formas de organización y de control interno del territorio. Estas construcciones defensivas o castillos evolucionaron desde la instauración del Califato, en el siglo X, hasta el siglo XIII con el dominio de los almohades.

La exposición presenta, a través de cinco grandes apartados, escenografías realistas, maquetas, reproducciones científicas de obras de arte y otros objetos, que muestran cómo eran los métodos constructivos que utilizaban, su valor estratégico y militar, cómo eran sus armas, su cultura y su vida cotidiana. Para cada uno de estos ámbitos se ha creado un paisaje sonoro y se han seleccionado textos literarios que ayudan a revivir y comprender este período de nuestro pasado.

“Al-Andalus es un país amplio y con muchas ciudades…Limita, por su lado marítimo, con el país de los francos y, por el continental, con el país de los gascones, el cual constituye el territorio de guerra con los cristianos. A continuación, viene el país de los que hablan vascón, que son cristianos, y el de los gallegos, que también lo son. Al-Andalus tiene, por tanto, dos fronteras con la casa de la infidelidad y dos con el mar.” Con estas palabras, que describen los límites del Califato Omeya en la península Ibérica en el siglo X, el geógrafo árabe Al-Istahri da la bienvenida al visitante que se adentra en la exposición. Los castillos de al-Andalus se estructura en torno a cinco grandes apartados: una introducción histórica y geográfica, seguida de cuatro salas dedicadas a la arquitectura, la guerra, las comunicaciones y la vida cotidiana.

El primer apartado de la exposición sitúa al visitante en el contexto histórico y geográfico de la Edad Media mediante la reproducción de un mapa del siglo XII y otro mapa interactivo en el que se suceden los principales acontecimientos del período. Del mismo modo, se muestra la situación de Al-Andalus en el área mediterránea, entre los siglos VIII y XV, la procedencia de las tribus y la población andalusíes, los recursos agrícolas, ganaderos y mineros; y los principales acontecimientos políticos a lo largo de un periodo de setecientos años.

El visitante accede al segundo ámbito de la muestra, el dedicado a la arquitectura, a través de una reproducción realista de diversos muros en los que se han representado los diferentes sistemas de construcción utilizados en Al-Andalus, desde el más económico y primitivo, el Tapial, hasta la utilización del ladrillo, que se generaliza en los periodos almorávide y almohade y alcanza su máximo esplendor en el arte nazarí y mudéjar. Otros sistemas de aparejo que también se presentan son la sillería, la sillería de soga y tizón, el sillarejo, la mampostería y la mampostería encintada.

Cuando los musulmanes se empezaron a establecer en la península aprovecharon las fortificaciones ya existentes, herencia de diversos pueblos y culturas, creando otras nuevas para dominar completamente el territorio. En este mismo apartado también se muestran los diferentes tipos de castillos ordenados por tipologías: Al-qasr (castillo), Al-qal'at (fortaleza), Al-qal'a (defensa), Al-hisn (torre), Al-qasaba (castillo-palacio), Al-manara (fortificación), Al-talaya (atalaya). Al fondo de la sala donde se ubica este ámbito también se ha reproducido el sistema de andamiajes, con las rampas, poleas, ingenios y herramientas necesarias para la construcción del castillo medieval. En esta ambientación destaca el horno de cal. Conocida en el mediterráneo desde muy antiguo, la cal fue un elemento indispensable en la arquitectura de Al-Andalus.

“La guerra no es el dominio de las artes ni de las ciencias, sino que es un elemento de la contextura social. La guerra es un conflicto de grandes intereses solucionado de manera sangrienta, lo que la diferencia de todos los demás conflictos. La guerra es, en consecuencia, un acto para imponer nuestra voluntad al adversario.” De este modo, el teórico de la guerra Karl von Clausewitz nos introduce en el tercer apartado de la exposición dedicado a la guerra.

La guerra medieval fue también un sistema de subsistencia; una fórmula que permitió conseguir tierras y cambiar el modo de vida de muchos guerreros. Asimismo, la guerra fue un camino hacia el prestigio personal; un reconocimiento para los miembros de una misma comunidad y una forma rápida para adquirir poder. En este ámbito, sobre figuras de soldados y caballeros a escala natural, se presentan reproducciones realistas de las principales armas de defensa y ataque utilizadas en al-Andalus: la lanza, la gumia, el estandarte, la espada, el escudo, el arco y las flechas y la silla de montar.

En este mismo ámbito también se revisan algunas estrategias utilizadas en la defensa o en el sitio de castillos y fortalezas. Entre ellas destaca la inundación de campos para ralentizar o detener el avance de la caballería enemiga en las zonas de regadío o cómo conseguir la rendición de un castillo privando a sus habitantes de agua a partir del vaciado de sus pozos y cisternas a través del subsuelo.

A la salida dedicada a la guerra el visitante se introduce en un espacio cerrado en el cual se recrea un palomar, el cuarto ámbito de la exposición. Desde los tiempos del califa abbasí al-Mahdi, en el siglo VIII, los musulmanes de Al-Andalus desarrollaron un complejo sistema de comunicaciones basado en el uso de palomas mensajeras. Este servicio tuvo tres enclaves básicos: las caravanas y los buques, la oficina de correos urbana y las postas militares situadas en murallas y atalayas. Con este servicio, los soberanos podían comunicarse con cualquier punto de su territorio, en tiempo de paz o de guerra, salvando los accidentes geográficos y las incidencias meteorológicas. La población utilizaba este servicio de forma habitual, dada su economía y la gran disponibilidad de oficinas y postas.

El último apartado de la exposición recrea el interior de un castillo con dos espacios diferenciados, uno dedicado a los hombres y el otro a las mujeres y a los niños.

El soberano y la corte. Los castillos y los palacios disponían de estancias de verano y de invierno donde se celebraban actos públicos. Estos actos estaban reservados al soberano, los cortesanos y los aristócratas masculinos e incluían la recepción de embajadores, el nombramiento de funcionarios, las audiencias, etc. Algunos soberanos y miembros de su familia disponían de espacios específicos en los que desarrollar sus aficiones: bibliotecas, planetarios, observatorios astronómicos, escritorios especializados en la copia o en la traducción de manuscritos o jardines con multitud de especies botánicas.

En la sala se han reproducido algunos de estos espacios como el escritorio o una pila de abluciones. Muchos soberanos impulsaron la copia de manuscritos y la traducción de textos del latín y del griego. Para ello se procuraban el concurso de especialistas, que adquirían gran prestigio y eran tratados con enorme respeto. Entre ellos había numerosos cristianos y judíos.

En el apartado dedicado al baño, el visitante puede contemplar una pila de abluciones y a su lado, el Corán que ordena a los creyentes que antes de iniciar la oración se laven el rostro, los brazos hasta el codo, los pies hasta el tobillo y que se pasen las manos con agua por la cabeza. El baño, en el mundo musulmán, cumple una doble función de limpieza corporal y de ritual de pureza.

El Haram o santuario: el harén, palabra de origen árabe que significa santuario, era el lugar destinado a la vida privada del monarca y de su familia: mujeres libres (esposas e hijas), hijos pequeños, concubinas y esclavas. En este ámbito de la exposición se reconstruye el harén del castillo, mediante una escenografía realista y una banda sonora de música andalusí.

Entre las ocupaciones de las mujeres libres figuraban la lectura y la música, los juegos de mesa, el aseo y las visitas. Tutores especializados en cada uno de estos temas se encargaban de la educación de los niños. En este ámbito se reproducen algunos de los objetos más emblemáticos de este espacio como la reproducción de un laúd andalusí, un ajedrez de cristal tallado, reproducción del original que se conserva en el Museu Diocesà i Comarcal de Lleida permite presentar el simbolismo de este juego, originario de la India. Del mismo modo, también se han reunido una serie de reproducciones de juguetes infantiles como silbatos con forma de pez o de serpiente, caballitos, pequeñas jarras y tinajas. El esenciero y la loseta para afeites muestran la importancia de los cosméticos, utilizados por hombres y mujeres. Sabemos que Abd al-Rahman III se teñía el pelo y la barba que clareaban. El tinte fue uno sólo de un sinfín de productos y remedios. Los andalusíes se sometían a largos baños preparados para aclarar las pieles demasiado oscuras y se frotaban con aceites aromáticos después del baño, para hidratar la piel y retrasar la sudación.

Un último espacio muestra el papel de las mujeres en la explosión cultural que vivió Al-Andalus durante el periodo de los Taifas. La rivalidad entre reinos impulsó la creación de escuelas y bibliotecas y llegó también a los harenes. En este apartado se presentan a algunas poetisas que consiguieron romper el anonimato como la princesa Wallada (de Sevilla), Amm Al Kiram (hija del rey de Almería), o la esclava Al-‘Abbadiya (regalo del príncipe de Denia al soberano de Sevilla).

Esta exposición irá acompañada de actividades complementarias:
Conciertos de Música Andalusí.
Viernes, 22 de septiembre, a las 22h. Mashalá. Música Sefardí
Viernes, 6 de octubre, a las 22h. Suhail Ensemble. Música Árabe
Lugar: Alcázar de Jerez. Patio de San Fernando
La entrada a la exposición será gratuita y podrá ser visitada por grupos escolares. Horario: De martes a viernes, de 10 a 14 horas y de 18 a 21 horas. Sábados y domingos, de 10,30 a 15 horas.

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Comentarios

1 Qué? A quién odias con tanta behemencia? a los castillos? Argumenta un poquito antes de reducir a tan bajos niveles tu lenguaje.
Pd: Aunque te argumentes, este no es sitio para insultos ni quejas vacías. Para escribir ese mensaje estate quit@
Comentario realizado por RAE. 30/5/08 9:10h