El yacimiento arqueológico de Oreto y Zuqueca abre las puertas (Ciudad Real)

13/8/06 .- La Tribuna de Ciudad Real

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Antes de que finalice el año, el yacimiento será visitable para el gran público • Diecisiete siglos de historia que descubrir a orillas del río Jabalón, en una auténtica encrucijada de caminos



M uchos yacimientos arqueológicos están marcados por su proximidad a los ríos. Desde tiempos inmemorables, el agua, bien preciado y necesario, era el principal medio de comunicación, elemento de la naturaleza que ponderó vías de comunicación, caminos pecuarios, lo que sin duda los convertía en puntos estratégicos para el asentamiento de las sucesivas civilizaciones.

El caso de Oreto y Zuqueca no fue muy distinto. Su cercanía a la Vega del Jabalón (Granátula de Calatrava), sendero entre Andalucía y Levante no paso desapercibido para quienes tuvieron a bien trazar una calzada y un puente, romano para más señas, llamado ‘Baebio’ en honor al oretano que costeó su construcción. Estamos en el siglo I a. de C. Nos encontramos en una de las provincias romanas de Hispania, dícese la Oretania, cuya capital, Oretum Germanorum, se asentaba en el cerroDomínguez o de Oreto.

Algo más de dos mil años después, aunque no con la precisión que apunta la crónica, el hermoso yacimiento que se levanta frente a ese cerro, pronto abrirá sus puertas para explicar a los visitantes la leyenda de más de diecisiete siglos de civilizaciones y culturas. Son diecisiete siglos de historia, algunos de ellos gestionados por las arqueólogas Helena Romero Salas y Ana Garcés Tarragona.

Oreto y Zuqueca recibe al viajero con un original itinerario asfaltado de piedra. Casi desde la cancela se adivinan cientos de estructuras arquitectónicas, a menudo superpuestas, lo que da una idea de la complejidad de este lugar en el que moraron íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos.

La presencia de la Antigua Roma se hace evidente en los restos pretéritos del yacimiento, ubicados bajo la planta de la ermita. Justo en la parte externa de los muros puede encontrarse la pila bautismal, posiblemente del siglo IV, con ritual de inmersión -por cierto una pieza extraordinaria, que en estos momentos se encuentra en fase de consolidación-. Estamos en la etapa paleocristiana. Y aunque no se ha detectado aún ningún edificio religioso al que poder asociarla, puede que existiera un pequeño oratorio donde los primeros creyentes comenzaron su culto.

Y de esta época se hallan varias tumbas de fosa, algunas cubiertas con teja -llamadas también tegulae romanas, que incluso fueron aprovechadas para posteriores edificios visigodos de igual carácter funerario, asentadas en la parte sur del yacimiento orillado, en la Vega del Jabalón.

Pero las invasiones godas producen una fuerte crisis sobre esté y otros lugares habitados en la península. La crisis afecta tanto al poblamiento rural como al urbano, provocando el ocaso del mundo tardorromano de la Oretum Germanorum hacia finales del siglo IV.

Cuando la ciudad ya no era ni siquiera un recuerdo, los visigodos ocupan el extrarradio del ámbito episcopal, imponiéndose así una nueva disposición territorial mediante la distribución de las tumbas sin un orden determinado. En la actualidad se puede contemplar sobre una pequeña superficie, más de ciento treinta tumbas de todas clases, variedades y tamaños.

Bajo el dominio de la religión cristiana, Oreto, tras la renuncia al arrianismo de Leovigildo se convierte en ciudad y sede episcopal. El testimonio de un interesante centro de poder de carácter oficial da muestras fehacientes de ello.

Los frecuentes concilios toledanos no sólo controlaban con sus normas el espacio religioso sino también el urbano. Así se dispone la dicotomía entre el espacio urbano o comunidad de vivos, y el núcleo suburbano o comunidad de los muertos. (Sorprende durante todo el recorrido la superposición de culturas, y al mismo tiempo la cantidad de tumbas que plagan la casi totalidad de la extensión).

Las tumbas permiten al visitante acercarse a los misterios de la muerte. En las excavaciones se comprueba como los cuerpos siempre están orientados de Oeste a Este y con la cabeza al poniente. Son el testimonio vivo del modo y manera de los rituales de enterramiento para los miembros de la sociedad. Los ajuares de las tumbas no son muy habituales, pero cuando éstos aparecen aportan hallazgos de vidrio y cerámica, adornos personales de cobre, bronce y plata que manifiestan el gran valor otorgado por parte de quienes realizaban estas prácticas funerarias.

Grandes hambrunas asolan el territorio de Oreto y Zuqueca entre los años 680-687, y otra entre 707-709. Los enterramientos de aquella etapa se constatan en el importante número de restos amontonados, desordenados y encalados, como se puede ver en una de las imágenes del reportaje.

La crisis deriva en una fuerte prisión fiscal y en el deterioro de la calidad de vida, que coincide con la llegada de los primeros conquistadores islámicos. Las fuentes cristianas de aquellos años son prácticamente inexistentes, pero las árabes mencionan a la ciudad tanto con el nombre de Oreto, como con el de Urit, lo que indicaría que ésta estuvo ocupada por bereberes y que se convirtió en una de las etapas dentro de la ruta de los ejércitos salidos de Córdoba hacia Toledo.

Tras el abandono de Oreto surge Zuqueca, castellanización del árabe ‘as-sukaya’, topónimo interpretado por los árabes como el ‘camino’, el ‘cruce’.

Las guarniciones de los sirios, asentados en los alrededores de Sierra Morena, dejaron en este asentamiento su influencia oriental sobre una de las construcciones más llamativas del yacimiento. Se trata de los baños o ‘hammam’. Hoy se puede divisar, sin demasiado esfuerzo a la imaginación, la entrada suroeste que desemboca en un vestíbulo, la sala fría dando paso a la sala templada provista de su correspondiente bañera o sala caliente, con dos bañeras sobre el hipocausto (elemento parecido a un horno, o gloria, que sirve para dar calor).

La antigüedad de los materiales podrían demostrar que estamos ante uno de los baños más ancestrales del siglo IX, cuyo precedente se sitúa en los baños del desierto de Jordania, los de Qusayr’ Amra, del siglo VIII.

El último recorrido viaja desde la ocupación islámica hasta el renacimiento del obispado visigodo, tras la batalla de las Navas de Tolosa, fecha de la que data la ermita de Oreto y Zuqueca, templo religioso, que hasta nuestros días, testimonia el camino de estas tierras por la senda de la historia. Muy pronto se mostrará al público para el deleite de su belleza, para el conocimiento de los orígenes de quienes allí habitaron.

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Comentarios

1 Está prácticamente sin excavar, salvo la ermita. No se dice en ningún momento que fue la capital de la ibérica Oretania, que llegaba hasta ubeda y baeza. Su rey y su ejercito derrotaren al padre de Anibal, que murio.
Comentario realizado por NoImporta. 13/8/06 6:11h
2

gracias


abusando de que ya estuvo vd. allí, ¿podría decirme si existe algún tipo de centro de interpretación?
Comentario realizado por urraca. 25/12/07 11:34h