Ramón Menéndez Pidal es elegido director de la Real Academia Española

24/12/10 .- http://noticias.universia.es/

Ramón Menéndez Pidal (La Coruña, 13 de marzo de 1869 – Madrid, 14 de noviembre de 1968) fue un filólogo, historiador, folclorista y medievalista español. Creador de la escuela filológica española, fue un miembro erudito de la Generación del 98 y abuelo del filólogo Diego Catalán.

En 1893 la Real Academia Española premió un estudio suyo sobre la gramática y vocabulario del Poema del Çid, que publicó años después. Su primer libro importante fue La leyenda de los infantes de Lara (1896), un estudio exhaustivo de la leyenda y de su transmisión hasta el siglo XX cuya importancia derivaría de ser el germen de su intento ulterior de explicar la totalidad de la primitiva épica medieval castellana, entonces descuidada por la crítica. Su tesis se resume en el origen oral, anónimo y fragmentario de los cantares de gesta. Siguió desarrollando su tesis en la edición de su tesis doctoral: Cantar del Mío Cid: texto, gramática y vocabulario (1908–1912), edición paleográfica acompañada de importantes notas eruditas, revisadas sin embargo por la crítica actual.

Reconstruyó además la gramática de la época a partir del material lingüístico de esta obra, lo que sentaba las bases de su fundamental Gramática histórica. Por esta obra recibió un premio de la Real Academia de la Historia.

Acometió después en las Crónicas generales de España (Catálogo de la Real Biblioteca) el estudio sistemático de la historiografía española. En 1899 ganó la cátedra de Filología Románica de la Universidad Central, que desempeñó hasta su jubilación en 1939. Desde esa cátedra y desde el Centro de Estudios Históricos, del que fue nombrado director en 1910 e institución vinculada al krausismo de la Institución Libre de Enseñanza, la impulsó para convertirla en precursora de lo que sería el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Con su labor académica y en el CEH, educó a toda una generación de filólogos españoles: Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Alonso Zamora Vicente, entre otros que en gran parte marcharon al exilio al acabar la Guerra Civil. En 1925, al cumplirse las bodas de plata de su profesorado, sus discípulos y amigos le ofrecieron un Homenaje consistente en tres volúmenes de estudios en los que colaboraron 135 autores españoles y extranjeros.

En 1902 ingresó en la Real Academia Española con un discurso sobre El condenado por desconfiado de Tirso de Molina. En 1904 publicó su muy reimpreso Manual de gramática histórica española, que se ha ido puliendo y enriqueciendo en ediciones posteriores. De 1906 es la publicación de «El dialecto leonés», impreso en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. En 1912 ingresó en la Real Academia de la Historia con un discurso sobre La Crónica General que mandó componer Alfonso X. En 1914 fundó la Revista de Filología Española, que publicó como anexos las obras que en aquellos días escribían principalmente sus discípulos Navarro Tomás, Rodolfo Lenz, Wilhelm Meyer-Lübke o él mismo, y que supuso un auténtico rescate del hispanismo de las manos extranjeras en las que hasta entonces había estado. En ella publica estudios sobre Elena y María, los restos del Cantar de Roncesvalles, sobre el vocalismo en la toponimia ibérica etc.

La Revista de Filología Española se siguió publicando durante la Guerra Civil al cuidado de Rafael Lapesa hasta el tomo 24, correspondiente al año 1937, bajo la supervisión de Tomás Navarro Tomás y dirección de Emilio Alarcos García, aunque sufrió algún retraso por falta de papel para su impresión en los talleres de Hernando. El Centro de Estudios Históricos permaneció activo al menos durante el año 1937, abriéndose una sección en Valencia en la Casa de la Cultura donde trabajaban Dámaso Alonso, Emilio Alarcos García y Antonio Rodríguez Moñino, además de varios becarios y los extranjeros Bonfante y Ángel Rosenblat.

En 1938 el Gobierno de la II República cesó a Ramón Menéndez Pidal como Director del Centro de Estudios Históricos «por abandono del servicio» mientras estaba dando un curso en la Columbia University de Nueva York y ese mismo año el Gobierno de la dictadura de Franco suprimió la Junta de Ampliación de Estudios y el Centro de Estudios Históricos. En el verano de 1938, se trasladó Menéndez Pidal a París, y hasta el 4 de julio de 1939 no se le concedió permiso para regresar a Madrid con su familia, puesto que pesó sobre el él un expediente de depuración que se sobreseyó cuando cumplió 83 años. El tomo 25 de la Revista de Filología Española apareció el año 1941 figurando como fundador Ramón Menéndez Pidal, pero en vez de depender del Centro de Estudios Históricos pertenecía al recién creado Consejo Superior del Investigaciones Científicas. El nombre del Instituto siguió siendo el de «Instituto Antonio de Nebrija».

En este número, entre otras firmas aparecen los nombres de Emilio Alarcos (padre), Dámaso Alonso, José María de Cossío, Vicente García de Diego, Manuel García Blanco, Francisco Rodríguez Marín, María Josefa Canellada, Alonso Zamora Vicente, Francesc de Borja Moll y Rafael Lapesa, representativas del llamado exilio interior de los intelectuales españoles de posguerra. Los discípulos de Menéndez Pidal, Amado Alonso y Alonso Zamora Vicente crearon sendas revistas de investigación filológica en Buenos Aires, el primero la Revista de Filología Hispánica y el segundo Filología.

En 1924 Ramón Menéndez Pidal publicó Poesía juglaresca y juglares, donde investiga los orígenes de la poesía en Castilla y su relación con las cortes nobiliarias, y reconstruye con diversos testimonios fragmentarios una de las primeras serranillas.

La epopeya castellana a través de la literatura española (1910), traducida por H. Merimée como L'Epopée castillane à travers la Littérature espagnole, demostró la persistencia de la tradición épica castellana por medio del Romancero y el teatro clásico barroco español hasta la actualidad (de hecho, durante su viaje de novios; Menéndez Pidal se percató de que seguían recitándose romances de origen medieval entre el pueblo y se encargó de iniciar el estudio de esas manifestaciones orales de la épica, que no existen en ninguna otra cultura salvo en la yugoslava). En 1925 publicó un erudito estudio histórico, La España del Cid (1929). Reliquias de la poesía épica española (1952); Romancero hispánico (1953) y Poesía juglaresca y juglares, cuya última redacción corresponde a 1957.

Sus obras estrictamente filológicas son: Manual elemental de gramática histórica española (1904), sucesivamente ampliado y corregido y cuya importancia deriva de haber implantado los métodos científicos en la Filología hispánica, Orígenes del español (1926), monumental y muy erudito análisis de los primeros tiempos del castellano rigurosamente atenido a la más escrupulosa cientificidad de las leyes fonéticas; Toponimia prerrománica hispana (1953), El dialecto leonés (1906), etc. También realizó diversos trabajos sobre Estilística como La lengua de Cristóbal Colón y otros ensayos (1942), en que analiza las particularidades lingüísticas y estilísticas de Teresa de Ávila, Cristóbal Colón, etc.

Impulsó en 1935 el proyecto de redactar colectivamente una gran Historia de España, que hace poco se ha visto al fin culminada. Obras históricas suyas son La idea imperial de Carlos V (1938). Muy discutida ha sido su opinión sobre Bartolomé de las Casas, en quien veía poco menos que un paranoico, recogida en Menéndez Pidal, Ramón. El padre Las Casas. Su doble personalidad. Madrid: Espasa-Calpe, (1963).

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