La fortaleza que une la tierra con el cielo

30/8/10 .- La voz de Galicia.es

El castillo de Nogueirosa, también llamado de Andrade en recuerdo de sus primeros dueños, tiene vocación de tocar con sus almenas el firmamento y, según la leyenda, hasta posee un pasadizo subterráneo secreto

Nada más lejos de nuestra intención, y siendo día de fiesta todavía menos, que cansarlos a ustedes repitiendo de nuevo lo que ya saben desde siempre: que el castillo de Nogueirosa, o de Andrade si se prefiere, fue alzado por Fernán Pérez O Bóo en el siglo XIV en un lugar en el que por lo visto -no será ahora esa la discusión en la que perdamos el tiempo- había restos de otra fortaleza. Innecesario resulta, por completo, que volvamos a contar cómo le fue al castillo durante las revueltas irmandiñas. Como también carece de sentido que hoy nos pongamos a comentar qué sucedió -o no sucedió- cuando los Reyes Católicos, que debían de estar ya un tanto hasta el moño de la evidente predisposición de los señores feudales gallegos a subirse a la parra y ponerse bravos cada dos por tres con una excusa cualquiera, ordenaron un casi generalizado desmochamiento de los castillos del país, para que el personal se fuese enterando de la que había y actuase en consecuencia. Lo que hoy nos importa aquí es algo bien diferente: hablar de lo que la fortaleza, que se alza sobre la Pena Leboreira -también sobre la toponimia ha habido ciertas discusiones, hay quien al lugar le llama de otra manera, opten vuestras mercedes por lo que prefieran, quede la cosa a su criterio-, es en el tiempo que nos ha tocado habitar. Porque igual que los libros, recordémoslo, se van enriqueciendo con las lecturas de las que son objeto a lo largo del tiempo, también las viejas piedras se rejuvenecen, en cierta manera, cuando les damos la oportunidad de que le hablen a nuestra época, ¿no creen?

El Paraíso, cerca
Y así, un castillo que antaño simbolizó el dominio feudal y la imposición de unos privilegios que causaron rechazo casi siempre, hoy es, para nosotros, en este tercer milenio, algo bien diferente: el territorio de lo legendario y, a la vez, un lugar especialmente adecuado para comprobar que quienes, como diría Don Álvaro el Mindoniense, habitamos el Borde del Océano, tenemos la suerte de contar, bien cerca de casa, con lugares que nos permiten suponer que antes de la metedura de pata de Adán y Eva el Paraíso no debía de quedar muy lejos.
Es curioso que casi todas las leyendas que rodean a la fortaleza -alguna vez llamada también O castelo da fame - hablen del sufrimiento infligido por la falta de alimentos. Podría ser eso, tal vez, el reflejo de lo sucedido durante algún asedio del castillo, cuyas no muy grandes dimensiones harían sin duda que su capacidad para soportar cercos no fuese exactamente la de Numancia. Pero, frente a ellas, hay otra leyenda, absolutamente viva en nuestros días, que es la que le atribuye al castillo, como ustedes no ignoran, la posesión del secreto pasadizo subterráneo que lo uniría a Pontedeume; y más concretamente, que lo comunicaría (¿recuerdan...?) con el torreón de lo que antaño fue el palacio condal de la villa.
Es una historia de mérito, vaya si lo es, esa leyenda. Porque sabiendo lo mucho de verdad que hay en ella -la verdad de los poetas, ya se entiende, no la de la ingeniería, que es de diferente naturaleza-, bien puede decir uno que el castillo de Nogueirosa, situado tan en lo alto, tiene vocación, merced a su doble encomienda de puerta del subsuelo y puente al firmamento, de unir, como hacen los milagros, la tierra con el cielo.

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