Santa Clara (Murcia): un museo a visitar.

16/9/05 .- THARG


El Real Monasterio de Santa Clara alberga una parte importante del arte y la historia de Murcia. Durante siglos estuvo situado en la periferia de la ciudad, en el arrabal murado de la Arrixaca. El convento de monjas franciscanas fue fundado sobre el denominado Alcázar Seguir, un palacio islámico del siglo XIII atribuido al emir Ibn Hud. Previamente, durante la etapa almorávide y el emirato de Ibn Mardanish, se construyó otro conjunto áulico en el mismo lugar. Tras la sublevación y represión de los mudéjares en 1264-1266, el palacio de los hudíes fue sustraído a la autoridad de los reyezuelos musulmanes, convirtiéndose en Casa Real de la monarquía castellana hasta que el rey Pedro I, en 1365, lo dio a la abadesa Berenguela de Espín y a la orden de Santa Clara para que ampliaran el convento que ya poseían en las inmediaciones y que había pertenecido desde hacía algunas décadas originalmente a sus hermanos de religión, los frailes menores.

Bajo el patronazgo de algunos regidores del concejo murciano se levantó una primera iglesia adosada por el Este al conjunto palatino y se amortizó la gran alberca y arriates del palacio hasta convertirlos en simples terrenos de cultivo. En los albores de la Edad Moderna se construyó la doble galería gótica adosándola a las crujías y fachadas del pórtico islámico. Los amplios salones y los estrechos pórticos del palacio hudí fueron subdivididos para crear el locutorio y portería, refectorio, cocina y provisoria anexa. Más adelante se edificó la nave oeste para dormitorio y lugar de trabajo de las religiosas y, por último, en el lateral oriental la actual galería barroca. En paralelo, durante el siglo XVII, se levantó un nuevo templo en sustitución del medieval.

Desde los años setenta comienzan tímidamente los trabajos de restauración y excavación, que experimentan un decidido y definitivo impulso en 1995. Actualmente, el claustro del monasterio recrea parcialmente la disposición original que tuvo el gran espacio abierto del palacio hudí en su fase de mayor apogeo: una gran alberca longitudinal, de 27,5 x 7,5 m en el eje Norte-Sur, y cuatro frondosos arriates rectangulares.

En el museo podemos encontrar entre otras cosas, los magníficos tesoros áureos de la plaza Yesqueros de Murcia y La Pita de Alhama, o el tesoro de dirhams procedente de Cehegín. También piezas y ajuares suntuosos: redoma de bronce, vasito de cristal, objetos metálicos diversos, además de los excelentes trabajos en hueso como los peines tallados, dados, las empuñaduras de cuchillos o las supuestas piezas de ajedrez. De la decoración de yeso y madera que engalanaba las estancias palatinas del siglo XII destacan el arrocabe y los canecillos tallados, los austeros frisos de lacerías, las adarajas de mocárabes que contienen escenas figuradas como el famoso flautista, las delicadas dovelas epigráficas propias también de Monteagudo o los espectaculares zócalos pintados de época almorávide y mardanisí procedentes del palacio hudí.

En la zona alta puede visitarse la exposición Tiempos de silencio. Parte de una iglesia gótica y de las naves monacales, levantadas con posterioridad, sirven de marco a una exposición permanente que muestra los distintos avatares del edificio e ilustra sobre las formas de pensamiento, vida y cultura de la comunidad religiosa de larga tradición, presente en estos espacios desde mediados del siglo XIV. A estas salas se asoman algunas obras de arte promovidas por el mecenazgo cenobial imprescindibles para conocer sus orientaciones iconográficas preferidas.

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