Las cosas de los arqueólogos arquitectos

29/5/10 .- http://www.extremaduraaldia.com

Desde julio de 2009 a abril de 2010, el boletín informativo Foro, que edita el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, del núm. 56 al 59, manifiesta que se ha producido un alineamiento o conjunción de voluntades que nos traslada una penosa sensación.

En julio de 2009, el boletín Foro publicaba una colaboración firmada por José María Sánchez, arquitecto y Félix Palma, arqueólogo del Consorcio, en el que describían las bondades del "Proyecto de adecuación en el entorno del Templo de Diana". En el último número (59) de Foro (abril 2010), con el título "El Foro de Augusta Emerita volverá a ser una plaza", el arqueólogo, director del Consorcio, Miguel Alba, superando al arquitecto, hace una apología del proyecto.

Reponiéndonos de la impresión de leer a quien creíamos un científico de la arqueología, y analizando sus líneas, que bien se ha podido ahorrar, por el bien del criterio que le suponíamos, nos llama la atención que repite ideas del propio arquitecto, como "cicatrizar" las medianeras o lo "neutro"de la construcción.

El núcleo fundamental de su argumentación se basa en la recuperación del espacio, recreando el antiguo escenario romano con la construcción de un edificio de hormigón armado, en el que valora, en primera instancia, lo respetuoso de la cimentación con micropilotes (como si los restos arqueológicos debieran de estar sometidos obligatoriamente a cualquier tipo de riesgo por la construcción de un edificio en un espacio recuperado de construcciones ya en los años 70).

Para ser rigurosos con la supuesta "recreación del espacio romano", "El Foro de Augusta Emerita" como titula en su escrito, y para valorarla en su debida dimensión, debemos tener en cuenta que ese espacio no existe, pues está ocupado por el actual caserío. Nada de esto tenemos, por lo tanto, la escenografía que se pretende conseguir resulta adulterada y produce un efecto forzado, un agobio de espacio, una estafa espacial, un engañabobos revestido de hormigón; un gigantesco cajón con solapas, invasor de la luz y el espacio, de más de 600 millones de pesetas (ahora que el Consorcio malamente tiene para pagar a sus empleados, sabrá valorar aún más este dispendio).

Los restos arqueológicos de las demás épocas históricas de la ciudad (esos sí que están ahí) ¿en qué contexto tendremos que contemplarlos y valorarlos? ¿debajo o detrás de un muro de hormigón? ¿Y el resto de descubrimientos que se puedan realizar, cómo podremos integrarlos al conjunto si los separará una pared de hormigón?.

La contemplación del monumento, así como el disfrute del lugar se podía conseguir con el acondicionamiento y apertura del recinto. Y con otros proyectos menos agresivos e integradores ¡y más económicos!

A nuestra indignación (que no es única) por lo que le están haciendo al entorno del Templo de Diana, tenemos que añadir la profunda decepción que no ha causado el escrito de Miguel Alba. Leer para creer.

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