Tras la huella de un río próspero

5/3/10 .- http://www.diariodeibiza.es

Santa Eulària abrirá un centro de interpretación sobre el aprovechamiento fluvial y la producción de harina y pan en uno de los últimos molinos que funcionó en el municipio, del que existe constancia escrita desde 1235

El molino fluvial de Can Planetes vuelve a la vida activa. El Ayuntamiento de Santa Eulària lo pondrá de nuevo a trabajar como pieza principal del centro de interpretación del río que se proyecta en el viejo caserón, cuya rehabilitación está casi terminada. En sus salas se podrá descubrir, dentro de algunos meses, cómo el pueblo vivió en una relación de dependencia con su río durante siglos. De él se aprovechaba todo, hasta la fuerza de su caudal. No solamente regaba una rica huerta, también el papel de sus molinos fue fundamental durante siglos en la producción de pan, el principal alimento de los isleños de entonces.

El último saco de harina recién molida salió de Can Planetes en 1962. El molino se quedó entonces sin entrañas (se llevaron las grandes muelas a otro lugar) y se convirtió en una casa más del pueblo. Aún siguió habitada algunos años, pero hace más de un cuarto de siglo que también se quedó sin moradores. El abandono hizo el resto y acabó por arruinar aquellas paredes que ya vieron los primeros catalanes al pisar lo que denominarían el Quartó de Xarc, y del que hay constancia escrita desde 1235.

Más de cuarenta años después, el Ayuntamiento de Santa Eulària ha interrumpido el lento declinar del inmueble hacia la desaparición y el viejo molino fluvial volverá a funcionar para convertirse en un centro de interpretación en el que descubrir la estrecha relación de los vecinos de la villa con su río. La concejala de Cultura, Ana Costa, espera que esto suceda «como máximo en un año», aunque puede ser también bastante menos.

Ahora la vivienda que se construyó anexa al molino ya ha recuperado el aspecto que debía tener en su época de mayor gloria, gracias a los fondos del PlanE del Gobierno, y a continuación se abordará la segunda fase de esta actuación con la recuperación de toda la maquinaria que permitía convertir el impulso del agua en una fuerza apisonadora capaz de machacar cualquier grano de cereal.

Reconstrucción fiel
Hasta las piedras del molino serán las originales: después de desmanterlarlo, se las llevaron al pueblo, a lo que se conoce como sa Fàbrica de sa Llum. El técnico de Cultura Toni Tur Riera, Sendic, explica que se siguió moliendo con ellas unos pocos años, «conectadas a un motor de gas pobre», el mismo que suministró la primera luz eléctrica al pueblo. Su actual propietario las donó para que volvieran al lugar en el que estuvieron durante décadas.

Maestros en la ingeniería hidráulica, los musulmanes diseñaron, durante su presencia en la isla, una sofisticada red de canales y acequias que regó la huerta del curso bajo del río. También se las ingeniaron para sacarle todo el provecho al agua, incluso a su fuerza, como atestiguará el suelo del viejo molino. Los trabajos para restaurarlo han dejado al descubierto el vaso sobre el que se precipitaba el agua durante los primeros siglos que estuvo en funcionamiento. En torno al agujero se levantaba una torre –que ya no existe– que ayudaba a acumular presión. Con la fuerza suficiente, el agua propulsaba una turbina colocada en posición horizontal y, tras completar su paso por el circuito, se concentraba en una balsa que lo enviaba de vuelta a la acequia hasta los otros molinos de río que funcionaban a la entrada del pueblo, al otro lado del puente nuevo. Hubo hasta seis: el de Can Marge, Enmig, Can Coix y los dos de Can Fita. Cada vecino iba al que quería y abonaba un precio estipulado, en metálico o en especie por usarlo.

El molino se fue adaptando a las innovaciones de la época y, al cabo del tiempo, se instaló una rueda de madera en el canal que antes se usaba para desviar el agua cuando no operaba el molino, con lo cual la casa se tuvo que ensanchar hacia el norte y hacerle un nuevo caño para desviar el agua de la noria cuando no se necesitaba. Parece una reforma baladí, pero en su nueva posición erguida la turbina hacía innecesaria la caída de tres metros que se requería para dar presión al agua en la posición horizontal.

Por último, la rueda de madera se sustituyó por hierro forjado, que se ha deteriorado mucho con el abandono y resulta irrecuperable. Por eso, Ana Costa dice que se ha hecho una copia en madera de la que debía existir: «Hemos sido muy cuidadosos para respetar el molino original»; de hecho, toda la restauración ha seguido las técnicas tradicionales de construcción de la isla. «La empresa ha sido comprensiva con el hecho de tener que trabajar con los arqueólogos pegados a ellos», añade Costa.

Una vez terminado se podrá conocer cómo trabajaba el molino en su última etapa, aunque se dejarán a la vista las evidencias del periodo medieval. En la próxima fase de la restauración se abordará, además, la recuperación de las acequias de las inmediaciones y del camino des Molins, que va desde el puente viejo hasta Can Planetes. La recuperación de la zona también requiere eliminar los tendidos aéreos y se pondrá en marcha un circuito cerrado de agua en torno al molino fluvial para poder mostrar cómo se procesaba el grano.

El futuro centro de interpretación del río dedicará una estancia a la exhibición de un audiovisual sobre la historia de la población en torno al río y su valor etnográfico, ambiental y social. Además, en la estancia principal, donde se hallan el molino fluvial y la cocina de la casa, se mostrará a los visitantes el ciclo de la producción del pan en una época en la que este producto era el principal sustento de los isleños.

Can Planetes dispone de bastante espacio porque los concesionarios decidieron en su momento empezar a vivir allí donde trabajaban. La vivienda sigue, por ello, la tradicional estructura de espina de pescado –añadiendo más habitaciones según se necesitaban–. Sendic observa el hecho de que no era nada habitual que se instalara una vivienda en el fértil entorno del río, ya que se consideraba «un desperdicio de buena tierra de cultivo», explica, aunque los molineros no necesitaban plantar mucho porque vivían de lo que cobraban por su labor. Sólo tenían un pequeño huerto que también se recuperará en la próxima etapa del proyecto.

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