Valle de Cañedo: el refugio místico de los monjes ascetas

27/7/09 .- http://www.salamanca24horas.com

Las riberas del Tormes en Villamayor de Armuña y Valverdón, así como en el transcurso rocoso de Zamayón, Santiz y San Pelayo de Guareña albergan decenas de cuevas pulidas a mano


Si las piedras hablasen no habría papel en el mundo para contener toda su sabiduría. Lo que hoy parecen simples rocas entre valles y montes, antaño llegaron a ser el epicentro de singulares sociedades cuya existencia miraba más hacia los cielos que a la tierra que los sostenía. En los albores de la Edad Media, en torno al siglo IV, una fuerte corriente de ascetismo propiciada por el movimiento priscilianista, condenado por la Iglesia y por la autoridad civil hispanoromana, barrió toda la Península Ibérica.

Eran los monjes ascetas, que utilizaban y acondicionaban cuevas naturales con sus propios medios para retirarse del mundo y llegar a una aspiración íntima y personal: la contemplación, la oración y el recogimiento. En la comarca de Ledesma, siguiendo el transcurso del río Tormes y el valle del Cañedo, entre encinas y pastizales se alzan afloramientos rocosos de centenares de metros cuadrados de superficie, con cavidades labradas artificialmente, celdas unicelulares, eremitorios rupestres utilizados como vivienda por estos monjes en su peculiar búsqueda de la perfección espiritual.

Individuos asiduos a la soledad en lugares recónditos y de difícil acceso, ya fueran cuevas templo, con una cavidad de mayor tamaño y dividida en varias estancias; cuevas habitación, con una única cámara reducida, y las cuevas necrópolis, con enterramientos en el interior y en el exterior.

Escarpes en San Pelayo

Destaca sobre todas la línea de escarpes que se encuentra junto a San Pelayo de Guareña, donde puede apreciarse a la perfección el aspecto de la individualidad. En apenas cinco metros cuadrados
excavados sobre la dura roca se desarrollaba toda la vida de los ascetas. Se trata de cavidades donde incluso se conservan repisas y mechinales tallados en las paredes, así como escalones que permiten acceder a la parte alta del escarpe.

Muy cerca de esta localidad, en Zamayón y Santiz las cuevas están excavadas sobre arenisca de grano grueso, cuidadosamente picadas. En el paraje conocido como El Cillero (del latín cella, en su significación de celda, como apunta el catedrático Ramón Grande del Brío en su estudio sobre estas cuevas) y en Casamirlos hay genuinas celdas monásticas.

Viejas canteras de arenisca y germen de los monasterios

Por su parte, en Villamayor de Armuña y en Valverdón se encuentran otras cuevas de ascetas. Algunas de las viejas canteras de arenisca albergan indicios de posibles habitáculos altomedievales. En la zona de Las Cabezotas, entre pequeñas elevaciones amesetadas, con agua abundante, hay eremitorios que llegaron a ser utilizados por la población civil, tranformándolos notablemente.

Por otro lado, el incontrolable paso del tiempo ha propiciado que los sedimentos acumulados alcancen hasta dos metros de espesor, tapando gran parte de algunas cuevas donde se distinguen hasta arcos tallados a golpes de pico y escoda, con pentalfas y cruces grabadas sobre las paredes.

Y es que este valle de la cuenda del Tormes es el germen de los grandes monasterios posteriores sobre los que girará la vida religiosa, económica y hasta política, como sucedió en lo que hoy es la Hacienda Zorita, clave en la historia mundial al albergar a Cristóbal Colón en su empeño por ver a los Reyes Católicos para financiar su empresa hacia lo que sería el nuevo continente americano.

Mozárabes que rendían culto al agua

La filiación de los eremitas ha sido objeto de debate entre los expertos en la materia, sobre todo del catedrático Ramón Grande del Brío, que ha escrito una obra específica. Se impone la tesis de que es posible que se tratara de mozárabes a tenor de varios indicios, desde la toponimia hasta los restos arqueológicos encontrados, así como los grabados dejados sobre las paredes y la documentación escrita sobre la población de estas tierras durante los primeros siglos.

Destacaba el culto a las aguas, primitivos ritos influenciados por los arroyos y ríos que recorren la comarca, y en su búsqueda de la espiritualidad interior practicaban artes ocultas, como muestran los símbolos hallados en muchas de estas pedregosas celdas. Es el caso del esteliforme de ocho puntos y el rectángulo cruzado por las diagonales en las Peñas del Pico, en San Pelayo de Guareña.

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Comentarios

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Elucubraciones


Prestar atención a las especulaciones carentes de cualquier base histórica del susodicho Grande del Brío (por cierto, no sólo no es catedrático. ni siquiera pertenece al cuerpo docente de la Universidad de Salamanca) es un buen ejemplo de la necesidad de que los historiadores y arqueólogos prestemos más atención a la divulgación. Estas elucubraciones sólo sirven para rellenar programas del tipo 4º milenio.
Comentario realizado por Cillán. 27/7/09 20:16h