La guerra: crueldad y sangre contra la deformación de la Edad Media

12/6/09 .- http://www.elsemanaldigital.com

No fue tiempo de caballeros andantes, y tampoco de genocidios. Un inglés carga contra algunas de las mentiras piadosas sobre nuestros antepasados medievales. Y olvida otras.

No es una novedad en las últimas décadas hablar de la crueldad y de la maldad intrínseca en la guerra. Curiosamente, desde que Occidente decidió considerar la guerra una posibilidad más en las relaciones internacionales han tenido lugar las guerras más crueles y sangrientas; incluso después de la última guerra mundial la guerra, aunque internacionalmente ilegal, se ha multiplicado y se ha hecho aún más sangrienta. ¿Es un retorno a la Edad Media? Sí lo es si damos por buenos los lugares comunes ilustrados sobre la Europa de los mil años que van de 500 a 1500; no tanto, si nos centramos en la realidad y dejamos a un lado los lugares comunes más vivos que nunca que ocultan al ciudadano de a pié qué fue y qué no fue la Edad Media.

La Edad Media ha tenido mala suerte desde su nacimiento y bautizo, como hace unos años explicaba, resumiendo una larga polémica, el profesor Giuseppe Sergi. Una vez aceptada la división tripartita de la historia llegó sin embargo lo peor: la Edad Media idealizada, momento ideal de reyes justos y caballeros andantes, un tópico que aparece y desaparece desde las novelas de caballerías hasta los distintos romanticismos, incluso hoy. Pero aún más falsa e igualmente dañina es la visión ilustrada, progresista, de una Edad Media resumen y causa de todos los males de nuestra civilización, cristianismo, identidad y… guerra. Poco importa cuál es más falsa: al los europeos del siglo XXI les interesa saber qué sucedió en el pasado para saber quiénes son realmente; y desde luego les interesa saber qué ha sido la guerra en los siglos pasados, y qué no fue nunca, para no volver a caer en terribles errores ya cometidos.

Una sociedad violenta

Sean McGlynn es un investigador británico que parte de la cruda realidad actual de la guerra y de los testimonios directos que conservamos de la guerra medieval para criticar y reducir a la verdad el mito de la guerra caballeresca en la Edad media. McGlynn demuestra en un poderoso estudio, muy bien traducido por Tomás Fernández y Beatriz Eguíbar, cómo las guerras medievales fueron, ante todo, guerras, es decir enfrentamientos armados entre hombres dispuestos a matar, a morir y a causar y recibir daños de todo tipo para defender sus intereses. McGlynn no es precisamente pacato ni en sus ejemplos ni en sus análisis, y es bueno que sea así, porque nada hay peor para comprender nuestro pasado común que idealizarlo de un modo u otro.

De hecho, McGlynn no se limita a la guerra sino que se extiende ampliamente sobre la violencia en y entra las comunidades medievales, una violencia siempre presente, como por otra parte entre nosotros aunque de diferente manera. La tarea de investigación del británico es interesante y novedosa, pero ha sido precedida en años y décadas pasados por estudios de todo tipo que ayudan aún hoy a entender cómo fue la guerra en la Edad Media. Sería imposible citarlos todos, pero es inevitable tener en cuenta La Guerra en la Edad Media de Philippe Contamine, las varias historias de las cruzadas desde René Grousset a Franco Cardini pasando por Steven Runciman (¡cuántos, cuántos recuerdos asociados a cada uno de estos nombres!), las diversas historias de la guerra de los cien años desde Édouard Perroy a Jean Favier sin olvidar, porque vienen enteramente al caso, las agudas palabras del profesor Eloy Benito Ruano sobre Tópicos y realidades de la Edad Media. McGlynn se inscribe, por tanto, en el marco de un medievalismo que siempre ha sido la más autocrítica de las disciplinas históricas. Una excelente tradición que otros deberían querer para sí y que contribuye a hacer este libro no sólo útil para el especialista sino interesante para el lector común, que hallará ejemplos apasionantes junto a un debate de ideas que para nada nos es ajeno.

McGlynn señala, pero podría entrar en futuros trabajos más a fondo en el asunto, la importancia de la religión, y en particular del cristianismo, en la definición y regulación de la guerra. La Iglesia mantuvo y cultivó en una sociedad violenta la idea de paz; lo hizo con realismo, rechazando la agresión injusta y legitimando la que en las conciencias fuese una legítima defensa. Más aún, las grandes expediciones militares contra los vecinos y enemigos de la cristiandad tampoco carecieron de reglas, aunque fueron manifiestamente más violentas, y cada vez más en el tiempo, que las guerras entre cristianos. Las acciones bélicas extremas siempre existieron y McGlynn lo demuestra, pero en ninguna guerra esas acciones han estado completamente ausentes.

¿La guerra tiene límites?

Como ha escrito Arkadi Bábchenko al hablar de Chechenia en La guerra más cruel, "en la guerra, las personas no se vuelven ni mejores ni peores. La guerra, como una lija, desolla todo lo falso y superficial que hay en un hombre, muestra su núcleo y deja al descubierto su verdadera esencia. Si el núcleo es duro, lo endurecerá aún más y lo hará más resistente; un hombre así lo aguanta todo y no se vendrá nunca abajo. Pero si el núcleo está podrido, lo destruirá por completo, lo aplastará, le inyectará el veneno del miedo; un hombre así hará cualquier cosa con tal de salvar la vida…" Lo hará si no hay un código de conducta compartido y unas reglas superiores –un ius in bello- recordado e impuesto por una minoría dirigente formada para ello y concorde con el rival en hacerlo. Si eso no sucede, veremos un "ejército que se rige por las leyes del mundo criminal. Un colectivo de hombres en un espacio cerrado acaba inevitablemente imitando el modelo de vida carcelario. Este modelo es universal: los fuertes pisan a los débiles" .

Si no se impone un modelo aristocrático de conducta prevalece sobre la retórica igualitaria la desigualdad más elemental: la de la fuerza, la de la violencia. Además, "en la guerra hay una raza de personas que, igual que los osos, en cuanto huelen por primera vez carne humana ya no pueden dejar de matar. Parecen normales a primera vista, pero… no ven nada a su alrededor, sólo la guerra. Como soldados son excelentes, pero como jefes son basura". El ideal caballeresco, que ha sido en mayor o menor medida una realidad en grandes partes de la historia militar europea, está vivo en la Edad Media y es una realidad; pero no deja de ser un ideal al que la realidad se adapta unas veces más y otras veces menos. Una vez liquidado el tópico caballeresco puro queda por definir nuestra propia posición respecto a él. Porque ha habido períodos de nuestra historia en los que la guerra ha sido más civilizada que en la Edad Media, pero también más humana que ahora. Lo que nunca ha habido ni habrá mientras el hombre sea hombre es un mundo sin violencia. McGlynn lo cuenta de un modo que convierte su libro en algo más que un texto de historia.

Noticias relacionadas

Comenta la noticia desde Facebook

Comentarios

1

Debería citarse el libro que se comenta.


Un buen e interesante comentario, pero que adolece de no citar el libro que comenta. Es el siguiente:

Sean McGlynn: "A hierro y fuego".

ISBN: 9788474239393
Nº Edición:1ª, Crítica
Año de edición:2009
Plaza edición: BARCELONA
Comentario realizado por Guillermo Caso Cobos. 12/6/09 23:44h