Arqueología, la ciencia que descubre remotos pasados

La Arqueología estudia las sociedades humanas del pasado a través de los restos materiales, para descifrarlos y datarlos mediante métodos que permiten conocer su edad con exactitud

La Arqueología es una disciplina científica que estudia las sociedades humanas a través de los restos materiales, para descifrarlos y datarlos mediantes métodos que permiten conocer su edad con extraordinaria exactitud. Se relaciona recíprocamente con la Historia, complementando con testimonios materiales aquellos periodos no suficientemente iluminados por las fuentes escritas.

Para los arqueólogos, la investigación en el lugar y en el laboratorio tiene fascinante aliciente detectivesco; y para los estudiantes y el público de los museos la revelación de que la Historia no se encuentra sólo en los libros, que estos se complementan con las evidencias arqueológicas, y esta adquiere un interés mayor.

Al principio, la Arqueología se dedicaba a la investigación relacionada con al Prehistoria, desde los primeros balbuceos de la Humanidad, y a la Antigüedad; sin embargo, durante las últimas décadas la metodología arqueológica se ha aplicado a etapas más recientes, como la Edad Media, la Edad Moderna y, muy recientemente, al Periodo Industrial, el cual, aunque sea poco menos que contemporáneo, no resulta menos interesante. Por otra parte, esta última rama puede tener gran interés para hipotéticos arqueólogos del futuro, cuando descubran utensilios, piezas mecánicas, envases, herramientas, aparatos digitales, marcapasos, calculadoras… etc., que para nosotros resultan difícilmente superables, por el elevado grado de perfección que se ha alcanzado, y dentro de no mucho tiempo, tal vez un siglo o menos, la investigación arqueológica de nuestro presente puede ser para ellos algo parecido a lo que actualmente nos parece sorprendente e increíble respecto a los escasos y elementales medios materiales de hace unos siglos, que salen a la luz.

Cuando los arqueólogos descubren el contenido de unas ruinas o unas escombreras, si son de hace milenios, de los ajuares de nuestros remotos antepasados no suelen encontrarse otras cosas que restos de toscas cerámicas de la vajilla de cocina y tinajas, herramientas y algunos adornos de poco valor. Pobre, misérrimo ajuar el de unas personas que vivían en precario, remotamente lejos del confort y economía de consumo que disfrutamos. Para encontrar ánforas, arquitectura, mosaicos, monedas de oro o plata, cerámica fina, vasijas de vidrio, adornos y joyas, ha de ser en estratos que correspondan a tiempos históricos; pero, eso sí, en palacios y templos, que por lo que corresponde a los sufridos plebeyos, dichos artículos seguían siendo inalcanzables.

¡Qué asombro y reproches producirían en cualquiera de aquellos remotos antepasados, hipotéticamente redivivo, un basurero actual lleno de hermosas botellas de vidrio usadas una sola vez, bellas cajas de metal que sirven de efímeros envases, de refinados y abundantes alimentos sin aprovechar, maravillosos medicamentos apenas usados, y de aparatos eléctricos y digitales que todavía son útiles y aprovechables!

También repararía y nos reprocharía que tan desaforado expolio y derroche de bienes de consumo, desechados por cambio de modas, es tan absurdo y temerario como cortar un árbol por el tronco para derribarlo… y coger sus frutos con comodidad. Muy evidente, pero seguimos sin tener en cuenta que, de seguir así, el despilfarro nos haría pagar el elevadísimo precio de regresar a las penurias de siglos pasados.