Tras las murallas del Gauzón

2/3/09 .- http://www.lne.es

La fortaleza de Raíces, datada ahora dos siglos antes, es clave para entender la historia de Asturias

El último rey de Asturias, Alfonso III, forjó en Castrillón uno de los símbolos de Asturias, la Cruz de la Victoria. Sucedió en los primeros años del siglo X, en el 908, cien años después de que los ángeles del cielo forjaran la primera de las cruces nacionales de un Estado que se abría hueco a empellones en una Europa a oscuras, con la mirada puesta en las glorias pretéritas de la Roma colapsada. Asturias nació tras los muros del castillo de Gauzón.

Según la «Historia Silense» (que es del siglo XI), el último monarca asturiano fue el que ordenó levantar el castillo que ahora las campañas arqueológicas promovidas por el Ayuntamiento de Castrillón están recuperando del pasado. Sobre un peñón al viento, cercado por las olas y las marismas, el castillo de Gauzón vigilaba los mares. Aquel castillo se transformó en el centro administrativo de la comarca, en la capital de lo que por entonces era el alfoz de Gauzón. «Pero esto ha cambiado con los últimos hallazgos: el castillo no es del siglo IX, tiene dos siglos más. Lo dice el carbono 14», explica Iván Muñiz, uno de los dos directores de las excavaciones del Peñón de Raíces.

El castillo de Gauzón dirigió la vida de la comarca, según los arqueólogos, desde la primera Alta Edad Media, antes incluso de la fundación del Estado asturiano, antes de la batalla de Covadonga. «Lo que permiten las pruebas del carbono 14 es que nos podemos formular muchas preguntas. ¿Quién ordenó levantar el castillo? Cabe suponer que antes de Pelayo en Asturias había una organización social jerárquica. Un campesino lo que construye es una cabaña, no va más allá. ¿Eran visigodos? La documentación que existe de los primeros años del castillo de Raíces apenas es nada», comenta Muñiz. «Las crónicas medievales hablan de que había que defender Avilés. Sin embargo, creemos que la función del castillo era marcar el territorio», asegura el codirector de las excavaciones. El castillo de Gauzón, fuera de misterios caballerescos, venía a ser el ayuntamiento de la comarca, el edificio singular al que acudía el pueblo para «arreglar» sus papeles medievales, es decir, las oficinas de administración de un territorio extenso que dominaba casi toda la franja central del reino de Asturias.

La primera mención expresa al castillo que está emergiendo de las entrañas del Peñón de Raíces es del año 905. Se trata de un diploma (un documento oficial). Habla de la fortaleza, precisamente, en la época de Alfonso III, cuando el reino de Asturias se mudaba a León, por aquello de la expansión y de la reconquista. Pero la historia de los habitantes de la fortaleza se remonta dos siglos atrás, al VII y al VIII. Por entonces, el Reino de Toledo dominaba la Península. Los visigodos que habían cruzado el Rin habían ido carcomiendo el Imperio de Roma hasta alcanzar el centro de una de sus provincias más fecundas: Hispania. Los documentos históricos no aseguran que los visigodos dominasen la región que actualmente es Asturias. Lo más natural, piensa Iván Muñiz, es que esta tierra estuviera en manos de aristócratas autónomos o semiindependientes. Aunque nunca organizados en un Estado como el que vendría tras la batalla de Covadonga. Ése es el misterio.

La «Historia Silense», de nuevo, es la primera que menciona la existencia cierta del castillo de Gauzón. En el documento se describe la fortaleza de Raíces como una de las más notables de cuantas había por entonces en Asturias. Y menciona a uno de sus primeros habitantes. Alfonso III encerró en la fortificación a su hijo rebelde, el infante don García.

¿Quién gobernaba el castillo de Raíces? Iván Muñiz recuerda que la fortaleza era una propiedad regia que dirigía un delegado real con el título de «comes» (conde). Esta delegación era temporal y convertía al representante del rey en una especie de superalcalde que tenía bajo su imperio un territorio de grandes proporciones que, por entonces, en el siglo X, empezaba a tomar la forma actual: Avilés, Gozón, Illas, Castrillón? El primero de los que se tienen noticia, aunque todavía no segura, es Pedro Peláez. Este aristócrata había pasado por Tineo, donde había gestionado, quizás, una fortaleza de características similares a las de Gauzón.

El castillo fue uno de los escenarios más señalados en el que se desarrolló la rebelión del conde Gonzalo Peláez, en el siglo XII. Este noble, el más poderoso de la época, dominaba lo que por entonces se conocía como las Asturias centrales. Se levantó en armas contra el rey Alfonso VII, que estaba en León. Estos acontecimientos, recogidos en la «Crónica del emperador Alfonso», son considerados como la primera muestra de cierto nacionalismo asturiano.

El castillo de Gauzón se quedó en manos de Gonzalo Peláez, es decir, en territorio del rebelde. Fue asediado y tomado por los «fieles del rey» durante el primer año de rebelión. Y ahí se acabó cualquier atisbo de devolver a Asturias las glorias que poseyó en su tiempo más regio.

Todo volvió al orden y, tras la rebelión de Gonzalo Peláez, los reyes -que seguían siendo los dueños del castillo- decidieron acortar los gobiernos de los castellanos, un modo de evitar el anclaje de los nobles a un poder que los monarcas entendían que no les correspondía. El castellano cambia su título al de tenente.

Tras los muros de la fortaleza ya no habrá altos aristócratas, la superalcadía del alfoz será ejercida por nobles rurales de baja categoría. Didaco Manzaneda, de Gozón, fue tenente hacia 1188. Pero no todo quedó en Asturias: Sancho Álvarez, nieto bastardo del rey Alfonso VII -hijo de Urraca la Asturiana- también fue tenente del castillo. Iván Muñiz asegura que este cargo, la tenencia, daba relumbrón al noble que lo poseía, es decir, que ser tenente no implicaba necesariamente vivir en el castillo. «La corte estaba lejos y las conspiraciones eran más efectivas si había un cargo por el medio», explica.

Entre 1200 y 1222 García González de Candamo fue en varias ocasiones tenente del castillo. La importancia de este noble estaba en su vinculación a la orden de Santiago. Y es que, precisamente, en 1222 la fortaleza pasa a ser propiedad de los caballeros de Santiago, abandonando, para siempre, sus vínculos reales y cualquier relación militar (ya no hay vikingos ni piratas árabes). Pese a ello, los caballeros continuaron cediendo la administración del castillo a nobles asturianos. El cargo, entonces, era el de encomendero. Alfonso XI, en el año 1335, pidió a la Orden de Santiago que concediera la encomienda del castillo a su hijo Enrique II de Trastamara, que había heredado las propiedades de Rodrigo Álvarez en Asturias. Esas propiedades fueron la mecha que encendieron las primeras rebeliones contra Pedro I el Cruel. Por entonces, el castillo todavía daba un barniz de nobleza a aquellos que poseían su gobierno.

Pero esto cambió en el siglo XV. En 1420 el Infante Enrique, maestre de la Orden, cedió «la tierra que dicen castillo de Gauzón» en Raíces a Fernando González de Oviedo, vecino de Avilés. «El documento es importante por dos razones, porque el castillo es ya sólo una propiedad agraria, es decir, ha perdido su función militar y porque es posible que haya sido abandonado en el período de guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIV», dice Iván Muñiz. Además, recuerda el arqueólogo, documenta fidedignamente la ubicación de la fortaleza en Raíces.

Las actuales excavaciones, que dirigen Iván Muñiz y Alejandro García, tienen como precedente las que llevó a cabo Vicente José González García en los años setenta. Mucho antes, Jovellanos pasó por el Peñón e hizo una descripción casi arqueológica de lo que veían sus ojos: restos monumentales desperdigados por las casas de los campesinos, que levantaron sus casas a costa de las piedras seculares que habían dominado la mar y la comarca desde los tiempos en que la oscuridad reinaba en un país cuyos símbolos tuvieron tanto que ver con la fortaleza que está emergiendo en Castrillón.

Noticias relacionadas

Comenta la noticia desde Facebook

Comentarios

1

Extraordinario artículo


Que apuntala la teoría de los poderes locales (Fdez Conde y otros) frente a la goticista (Besga Marroquín) respecto al surgimiento del reino astur.
Es muy difícil suponer a la Asturias trasmontana sometida a los godos de forma real y no nominal cuando el rey Wamba solo treinta años antes de la invasión musulmana tuvo que acudir a combatir contra los astures.
Cobran fuerza las teorías de Vigil y Barbero pero matizadas profundamente pues si bien es cierta la evidencia de amplias capas de la sociedad astur y cántabra mal romanizadas no es menos cierto que sus élites sí estaban profundamente romanizadas.
Esta teoría ecléctica en la que no se niega la influencia goda tras la consolidación del reino astur y la afluencia de mozárabes que cambiaron notablemente la ideología del reino y sus estructuras despeja muchas de las aparentes contradicciones.
En fin felicitaciones para la labor de Iván Muñiz y Alejandro García animándoles a que continuen profundizando en una época de la que se sabía bastante poco.
Comentario realizado por Neville. 2/3/09 7:27h