La ruta de las fortalezas

9/11/08 .- http://www.laopiniondezamora.es

Después de algo más de ocho siglos y medio separados, vueltos de espaldas y a veces hasta pegándonos, por fin ha llegado la hora del encuentro, de la vuelta a la casa común en cuyos cimientos se encuentran las raíces de todo lo que desde el Cabo de San Vicente al de Creus y desde el de Finisterre al de Gata, habla latín con matices, recuerda a Platón y Aristóteles, evoca a Mitón y Praxíteles y desde las catacumbas hasta la Plaza de San Pedro, sin olvidar la media luna, la casa común ha estado abierta siempre para todos, desde el Algarve y Tras os Montes a las Alpujarras.

Hoy, cuando hemos vuelto a estar juntos, quiero recordar esa ruta que algún profesor del Claudio Moyano hizo con sus alumnos en épocas más difíciles, en tres visitas que hoy bien pueda constituir una, tan atractiva como variada, cuando sobre la geografía se vaya enlazando con la historia escrita sobre ella. Para ello arrancamos del Castillo de Alba, punto clave y referencia obligada templaria, con hondas raíces en la Baja Edad Media con los Enríquez y fortaleza clave en una ruta de penetración hacia el corazón de Castilla, enlazada con la villa que marcó con su fortaleza, además de su señorío, esas notas singulares en las que la historia, la fe y las políticas desafortunadas de límites le dieron más fuerza y representación.
Junto a la "Raya", los restos arriba en el Castillo de Mal Vecino y el de Outeiro marcan la frontera siempre vigilantes, siempre atentos a las llamadas de los tiempos, de las modas y de las duras restricciones. Pero la historia ha sido así y así se ha escrito. Al otro lado de la "Raya" hay una trilogía de fortalezas que por sí solas constituyen una referencia de obligada visita dentro de la Ruta de Miranda de Douro, cuyo concejo y feligresías miraban a través de los surcos del Duero a la fortaleza del otro lado, en el cerro de los Chiviteros de Torregamones. Y para que no haya dudas, en el retablo mayor de la Catedral de Miranda las huellas de Gregorio Fernández hablan claro de unas relaciones ajenas a la frontera, porque la fe y la cultura cuando están seriamente asentadas no conocen de rayas.
Detrás, como una segunda línea defensiva, la fortaleza de Algoso, los restos de un castillo roquero, que sin exageración se puede considerar como el mirador más excepcional de todo el Occidente europeo. El camino de Miranda a Vimioso, Campo de Vívoras y Algoso es un paseo a recordar siempre. Desde lo alto del castillo de Algoso es difícil resistirse a no conocer y pasear la inmensa geografía trasmontana que te rodea. Lástima grande que no se restaure en su integridad pues es uno de esos lugares privilegiados y cuya carga histórica bien merece la pena conocerla. Y atrás más arriba, la fortaleza de Braganza, la capital de distrito hoy en plena restauración, que ofrece esa historia reposada, rica y atractiva hasta donde llegan las singularidades medievales y las vicisitudes a lo largo de más de ocho siglos de convivencia y de vecindad, no siempre apacible y sosegada.
Hoy, que se puede arrancar en cualquier dirección y desde cualquiera de estos lugares, hace falta sentir solamente un mínimo de interés por descubrir las relaciones entre ambos lados, que relacionados entre sí explican entre oscuridades, nubes y días de sol, esos siglos que nos han mantenido de espaldas, cuando no hay nada ni más bello que una convivencia pacífica y una unión que ayuda a desenvolver nuestras actividades con eficacia, acierto y seguridad.
La ruta de las Fortalezas es algo más que una lección viva que deja huella. Podemos estar seguros que esa ruta marcará nuestros recuerdos para siempre.

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