Los vasos de la Alhambra iluminan la Alcazaba de Málaga

28/7/08 .- http://www.ideal.es

Es la primera vez que los vasos del artista granadino Miguel Ruiz, las más fidedignas recreaciones de la loza dorada nazarí, se exhiben en una exposición en España, hasta el 15 de agosto en Málaga

EN las luces y las sombras de los llamados 'Cuartos de Granada' de la Alcazaba malagueña, donde antaño vivieron los reyes y cadíes musulmanes, ahora lucen, solemnes, los vasos de la Alhambra, obra del artista granadino Miguel Ruiz Jiménez.

En el Patio de los Naranjos, en el Zaguán de entrada, en el Patio de la Alberca, en cada una de las estancias, parecen ahora desafiar el tiempo el Vaso de las Gacelas, la Tinaja de las Mezquitas, el Vaso de los Adalides, el Vaso del Salar y el Vaso de Mazzara del Vallo, como si se tratara de los elementos mágicos de un gran misterio o fábula con que los nazaríes granadinos rastrearon el secreto de la alquimia en sus obras cerámicas, pues los vasos de la Alhambra -el exponente más refinado y profundo de la loza dorada- se fundamentan en la búsqueda de las tonalidades y efectos del oro, que les fueron negados por el carácter de la prohibición coránica en virtud de la cual no podían emplearse metales preciosos en la ornamentación.

Obtener el oro sin tenerlo. Cosechar los efectos de los metales preciosos sin poseerlos. Tal era acaso el principio de la alquimia.

El proceso de la alquimia, como transmutación increíble de los materiales modestos y dóciles en metales preciosos, convertía en energía luminosa los colores negros y verdes del basalto, sobre el barro humilde. El barro, el feldespato, la piroxena, convenientemente aliados en ese proceso fascinante del horno a mil grados de temperatura surtía su efecto: de allí nacían los vasos de la Alhambra.

Del barro al oro

Esta transmutación cuasi esotérica que convierte el barro en colores radiantes influyó decisivamente en la ciencia química e incluso sirvió para las leyendas y las especulaciones de la búsqueda de la piedra filosofal.

Aquellas técnicas, ilustraciones epigráficas, caligrafía estilizada, atauriques, filigranas, caprichos geométricos, sus técnicas de cocción y sus procesos quimico-físicos fueron estudiados por el artista granadino Miguel Ruiz, quien viajó a San Petersburgo, a Palermo y a cada lugar y museo donde se encuentran cada uno de los seis vasos originales de la Alhambra que aún existen.

Así dibujó sus trazos, investigó en las bibliotecas, escrutó los archivos, indagó en los museos, hasta recrear cada pieza de los vasos de la Alhambra y dio forma a las más fidedignas recreaciones de la loza dorada nazarí.

Él asegura y está convencido de que cada obra nazarí tiene vida y alma propias. Y hasta los hornos donde se realizan las tres cocciones de estas piezas monumentales tienen vida propia: respiran, agitan su corazón de fuego rojo, se reaniman, gritan, viven y mueren.

Por eso ahora, en la Alcazaba de Málaga, por primera vez en España, los vasos de la Alhambra iluminan las estancias, las torres, la fortaleza militar toda, como si se tratara de una fábula que desafía los siglos y se muestra solemne entre las culturas, las civilizaciones y los tiempos.

Inauguración

Las piezas del artista granadino, únicas y fieles recreaciones de las obras nazaríes de los siglos XIV y XV, podrán verse hasta el 15 de agosto en la Alcazaba de Málaga. Las obras de Miguel Ruiz, que con esta exposición malagueña se exhiben por primera vez en España, han sido expuestas en la sede de la UNESCO en París, en Alemania, Italia, EE. UU. y Arabia Saudí, país este último en el que está prevista una nueva exposición el próximo otoño.

Además de los vasos de la Alhambra, en la Alcazaba de Málaga se exhiben otras piezas de la loza dorada: albarellos, cuencos, platos, ataifores y escudillas.

Escultor de la arquitectura, arquitecto de la escultura, pintor, ceramista, investigador, artista visceral y múltiple, humanista, Miguel Ruiz Jiménez ha restituido el esplendor de los vasos de la Alhambra, y de la loza dorada, y con ellos el brillo de una cultura, la nazarí, única e irrepetible, que ahora se señorea, majestuosa, en las atalayas de la Alcazaba de Málaga.

Después de 30 años de trabajo e investigación acerca de las técnicas utilizadas en los alfares y talleres del reino nazarí: sus modelados, sus arcillas, sus dibujos, sus ilustraciones, sus procesos de cocción, el artista granadino ha recobrado la vida de la obra cerámica dorada de los siglos XIV y XV. Pero nunca ha limitado su creación y su producción artísticas a esta única técnica. Es autor de múltiples obras escultóricas y pictóricas, cerámicas y muralísticas. Su ambición, su vehemencia, acaso le vienen dadas, sin embargo, por el alma oculta de esa fábula alquímica que ahora ilumina la Alcazaba malagueña.

En el acto de inauguración participaron, entre otros, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el delegado municipal de Cultura, Miguel Briones; el secretario general adjunto y tesorero del Centro de Estudios Al Andalus y Diálogo de Civilizaciones, y a su vez representante del Príncipe Abdelazis Ben Fahd de Arabia Saudí, Otman Arawa, y el director del Centro, Abdelnahed Akmir.

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