La modernidad de Ibm Jatima
15/6/08 .- elalmeria.es
LA lectura del Diwan de Ibn Jatima, escritor almeriense, gloria y altura de la poesía de su tiempo, compuesto en nuestra ciudad entre 1337 y 1338, descubre la obra sorprendente de un poeta con aportes de inmensa riqueza y de una lozana modernidad.
Fue un ilustre médico, que describió la epidemia de peste que asoló nuestra tierra, y redactó un libro esencial sobre la historia de Almería.
En la colección de sus poemas, traducida por Soledad Gisbert, encontramos un exquisito refinamiento y una sensibilidad cultivada, que nos asoma a un esplendoroso jardín, donde se valora la delicadeza del canto. Para su discípulo, el visir granadino Ibn al-Jatib, fue nuestro poeta "conocedor de todas las ramas del saber… y se distingue por su buena escritura, su buen carácter y su facilidad para improvisar versos. Es la belleza de las bellezas de Al-Andalus".
Junto a extensos poemas místicos y alegóricos, con una abierta amplitud de mares, continuadores del mejor clasicismo árabe y de una imaginería portentosa, hallamos versos amorosos, donde a veces invierte las comparaciones: "y abracé su rama, como un talle, / y bebí su vino, como saliva".
En sus versos descriptivos aflora una fuerza incontenible de la vida y la naturaleza. Nos da a conocer una fiesta de gran arraigo en Almería, la Sa´baniyya, celebrada en primavera, antes del Ramadán, durante cuatro días de ruptura, en los jardines, donde recitaban y cantaban versos, sonaban músicas, deslumbraban hermosas danzarinas, comían y bebían en abundancia, se paseaban por el río y amaban con llamarada y desenfreno: "Daría mi vida por que volvieran nuestras noches que pasamos a la sombra del jardín, favorecidos por la suerte" Como invitación a una tertulia tenían costumbre de enviar un ramo de flores, acompañado de un poema. El mundo personal de Ibn Jatima es fascinante: en sus cantos aparecen juegos de sonidos, versos con eco, enigmas con números y letras, poemas que toman la forma que describen -a modo de caligramas-, versos recortados con tijeras y, un sinfín de aportaciones, que se adelantan, en el siglo XIV, y sin dejar la unidad con la naturaleza, a la poesía experimental.
Es en las moaxajas, ese canto donde la seducción del ritmo y de la música entra en juego, con la categoría que envía el corazón, y que se cierra con la gracia sonora de una jarcha, donde alcanza una grata viveza, como en las coplas de amor entre un musulmán y "un corzo cristiano", donde escribe: "Obediente al amigo/ tras la belleza fui./ No obedecí a censores:/ seguí la tentación".
Si en el Magreb aún se cantan sus versos, en Almería le desteje el olvido.
Fue un ilustre médico, que describió la epidemia de peste que asoló nuestra tierra, y redactó un libro esencial sobre la historia de Almería.
En la colección de sus poemas, traducida por Soledad Gisbert, encontramos un exquisito refinamiento y una sensibilidad cultivada, que nos asoma a un esplendoroso jardín, donde se valora la delicadeza del canto. Para su discípulo, el visir granadino Ibn al-Jatib, fue nuestro poeta "conocedor de todas las ramas del saber… y se distingue por su buena escritura, su buen carácter y su facilidad para improvisar versos. Es la belleza de las bellezas de Al-Andalus".
Junto a extensos poemas místicos y alegóricos, con una abierta amplitud de mares, continuadores del mejor clasicismo árabe y de una imaginería portentosa, hallamos versos amorosos, donde a veces invierte las comparaciones: "y abracé su rama, como un talle, / y bebí su vino, como saliva".
En sus versos descriptivos aflora una fuerza incontenible de la vida y la naturaleza. Nos da a conocer una fiesta de gran arraigo en Almería, la Sa´baniyya, celebrada en primavera, antes del Ramadán, durante cuatro días de ruptura, en los jardines, donde recitaban y cantaban versos, sonaban músicas, deslumbraban hermosas danzarinas, comían y bebían en abundancia, se paseaban por el río y amaban con llamarada y desenfreno: "Daría mi vida por que volvieran nuestras noches que pasamos a la sombra del jardín, favorecidos por la suerte" Como invitación a una tertulia tenían costumbre de enviar un ramo de flores, acompañado de un poema. El mundo personal de Ibn Jatima es fascinante: en sus cantos aparecen juegos de sonidos, versos con eco, enigmas con números y letras, poemas que toman la forma que describen -a modo de caligramas-, versos recortados con tijeras y, un sinfín de aportaciones, que se adelantan, en el siglo XIV, y sin dejar la unidad con la naturaleza, a la poesía experimental.
Es en las moaxajas, ese canto donde la seducción del ritmo y de la música entra en juego, con la categoría que envía el corazón, y que se cierra con la gracia sonora de una jarcha, donde alcanza una grata viveza, como en las coplas de amor entre un musulmán y "un corzo cristiano", donde escribe: "Obediente al amigo/ tras la belleza fui./ No obedecí a censores:/ seguí la tentación".
Si en el Magreb aún se cantan sus versos, en Almería le desteje el olvido.
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