Atxorrotx fue uno de los castillos que defendió el Reino de Navarra en el S. XII
7/5/08 .- http://www.diariovasco.com/
Citas en diversos documentos de la época recogen la existencia de una fortaleza, donde hoy queda la ermita
En el año 1163 el rey navarro Sancho VI el Sabio, aprovechando la inestabilidad política que vivía el reino de Castilla, y tras una gran ofensiva, recuperó todos los territorios navarros que desde el año 1054 fueron conquistados por Castilla. Entre los lugares recuperados se encontraba el castillo de Aitzorrotz, en 1184.
Aitz-Zorrotz o Atxorrotx (peña aguda, afilada), da nombre al castillo que estuvo situado sobre un espectacular peñón en la cabecera del río Deba en el valle de Leniz, en un extremo de las estribaciones de la sierra de Aizkorri. Hoy, en su lugar, queda una ermita del siglo XVI. Esta antigua tenencia fue una de las más estratégicas de Navarra hasta la caída de las tierras occidentales en el 1200.
El castillo tenía la misión de proteger y vigilar el camino que se dirigía a la costa desde Vitoria. La editorial Pamiela acaba de editar el libro Navarra: castillos que defendieron el reino, de Iñaki Sagredo, en el que se recoge entre otros, la historia del castillo que un día se ubicó en la cima de Atxorrotx. A lo alto de la peña se encontraba un pasillo labrado en la roca y es de suponer que sobre sus dos rocas habría dos torres o atalayas defensivas de madera protegiendo la puerta del castillo.
Las paredes fueron picadas con esmero evitando dejar salientes donde las tropas asaltantes pudieran parapetarse o aferrarse para ascender al castillo. Una vez atravesado el pasillo donde se encontraba la puerta, se encontraba el primer recinto, donde probablemente se encontraban las casas de la guarnición.
En la zona alta del castillo estaba el torreón, el aljibe principal, la segunda puerta de entrada y un fuerte muro o cerco realizado en roca labrada y mampostería. Por otra parte, el recinto superior tenía un aljibe de gran capacidad. Su puerta contaría con buenas defensas de torres y arqueras, al ser el punto más vulnerable.
Desde lo alto de la torre mayor también se podía organizar la defensa al ser un lugar privilegiado sobre el acceso. Hoy domina toda la cúspide rocosa la ermita de Santa Cruz, donde hoy precisamente se celebrará su particular fiesta anual. Ocupa el lugar del torreón, del que no queda resto alguno. Junto a él había un aljibe labrado en la roca. Desde la cubierta de la torre se vertía el agua al aljibe gracias a canales de madera apoyados en las rocas. También en las excavaciones realizadas hace años encontraron indicios de dependencias o casas del castillo, con paredes de sillería, con suelos de losas, una canalización de agua realizada con mortero y una cocina con hogar, de planta cuadrada.
Por las características de la peña, es posible deducir que hubiera una grúa para subir leña y víveres a la torre, salvando la pared vertical en el lado norte, muy común en fortalezas roqueras. En el muro no se aprecian indicios de torres menores, pero es seguro que existieron en los ángulos del recinto, para defender los puntos más vulnerables, y como atalayas de vigilancia.
El autor del libro, Iñaki Sagredo, ha representado cómo debería ser el castillo de Atxorrotx, con torres circulares o semicirculares en los puntos más vulnerables del castillo, además de garitas de madera en el paso de ronda. Es posible que el dibujo de la fortificación, no se aleje mucho de la realidad. Estos sondeos han ayudado a constatar una ocupación de la cima desde la Edad de Bronce hasta la guerra de 1936, pero es necesario recuperar el castillo, extraer sus elementos, señalizarlos y, ante todo, consolidar sus restos para preservar el yacimiento y aprovecharlo para el turismo.
Defensas en dos niveles
El castillo mantenía una defensa en dos niveles. En el primero, como era lógico, el acceso a la entrada principal se defendía con torres colocadas sobre un punto elevado del pasillo realizado a tal efecto. La estrechez del paso y su inclinación obligaba a los soldados enemigos a tener que subir de uno en uno, sin poder parapetarse, pues el paso era de paredes lisas; con la estrechez del acceso se conseguía que los atacantes tampoco pudieran subir ninguna máquina de guerra o arietes.
Un segundo reducto
Frente al castillo de Atxorrotx, a unos cien metros de distancia, hay una pequeña peña con una altura semejante a la estudiada. En su base se encuentran indicios de ocupación medieval. Tiene un acceso labrado, una planicie rectangular con salientes rocosos en sus ángulos, donde bien pudiera haber habido atalayas, y un socavón central que pudo ser un aljibe. Para Sagredo «se puede pensar que junto al castillo principal existiera este segundo reducto preparado para tiempos de guerra. Por su tamaño, el castillo pudo albergar una guarnición de entre 10 y 15 hombres, y pudo mantener comunicación visual frecuente con otros castillos de la comarca. Queda todo el castillo por investigar».
En el año 1163 el rey navarro Sancho VI el Sabio, aprovechando la inestabilidad política que vivía el reino de Castilla, y tras una gran ofensiva, recuperó todos los territorios navarros que desde el año 1054 fueron conquistados por Castilla. Entre los lugares recuperados se encontraba el castillo de Aitzorrotz, en 1184.
Aitz-Zorrotz o Atxorrotx (peña aguda, afilada), da nombre al castillo que estuvo situado sobre un espectacular peñón en la cabecera del río Deba en el valle de Leniz, en un extremo de las estribaciones de la sierra de Aizkorri. Hoy, en su lugar, queda una ermita del siglo XVI. Esta antigua tenencia fue una de las más estratégicas de Navarra hasta la caída de las tierras occidentales en el 1200.
El castillo tenía la misión de proteger y vigilar el camino que se dirigía a la costa desde Vitoria. La editorial Pamiela acaba de editar el libro Navarra: castillos que defendieron el reino, de Iñaki Sagredo, en el que se recoge entre otros, la historia del castillo que un día se ubicó en la cima de Atxorrotx. A lo alto de la peña se encontraba un pasillo labrado en la roca y es de suponer que sobre sus dos rocas habría dos torres o atalayas defensivas de madera protegiendo la puerta del castillo.
Las paredes fueron picadas con esmero evitando dejar salientes donde las tropas asaltantes pudieran parapetarse o aferrarse para ascender al castillo. Una vez atravesado el pasillo donde se encontraba la puerta, se encontraba el primer recinto, donde probablemente se encontraban las casas de la guarnición.
En la zona alta del castillo estaba el torreón, el aljibe principal, la segunda puerta de entrada y un fuerte muro o cerco realizado en roca labrada y mampostería. Por otra parte, el recinto superior tenía un aljibe de gran capacidad. Su puerta contaría con buenas defensas de torres y arqueras, al ser el punto más vulnerable.
Desde lo alto de la torre mayor también se podía organizar la defensa al ser un lugar privilegiado sobre el acceso. Hoy domina toda la cúspide rocosa la ermita de Santa Cruz, donde hoy precisamente se celebrará su particular fiesta anual. Ocupa el lugar del torreón, del que no queda resto alguno. Junto a él había un aljibe labrado en la roca. Desde la cubierta de la torre se vertía el agua al aljibe gracias a canales de madera apoyados en las rocas. También en las excavaciones realizadas hace años encontraron indicios de dependencias o casas del castillo, con paredes de sillería, con suelos de losas, una canalización de agua realizada con mortero y una cocina con hogar, de planta cuadrada.
Por las características de la peña, es posible deducir que hubiera una grúa para subir leña y víveres a la torre, salvando la pared vertical en el lado norte, muy común en fortalezas roqueras. En el muro no se aprecian indicios de torres menores, pero es seguro que existieron en los ángulos del recinto, para defender los puntos más vulnerables, y como atalayas de vigilancia.
El autor del libro, Iñaki Sagredo, ha representado cómo debería ser el castillo de Atxorrotx, con torres circulares o semicirculares en los puntos más vulnerables del castillo, además de garitas de madera en el paso de ronda. Es posible que el dibujo de la fortificación, no se aleje mucho de la realidad. Estos sondeos han ayudado a constatar una ocupación de la cima desde la Edad de Bronce hasta la guerra de 1936, pero es necesario recuperar el castillo, extraer sus elementos, señalizarlos y, ante todo, consolidar sus restos para preservar el yacimiento y aprovecharlo para el turismo.
Defensas en dos niveles
El castillo mantenía una defensa en dos niveles. En el primero, como era lógico, el acceso a la entrada principal se defendía con torres colocadas sobre un punto elevado del pasillo realizado a tal efecto. La estrechez del paso y su inclinación obligaba a los soldados enemigos a tener que subir de uno en uno, sin poder parapetarse, pues el paso era de paredes lisas; con la estrechez del acceso se conseguía que los atacantes tampoco pudieran subir ninguna máquina de guerra o arietes.
Un segundo reducto
Frente al castillo de Atxorrotx, a unos cien metros de distancia, hay una pequeña peña con una altura semejante a la estudiada. En su base se encuentran indicios de ocupación medieval. Tiene un acceso labrado, una planicie rectangular con salientes rocosos en sus ángulos, donde bien pudiera haber habido atalayas, y un socavón central que pudo ser un aljibe. Para Sagredo «se puede pensar que junto al castillo principal existiera este segundo reducto preparado para tiempos de guerra. Por su tamaño, el castillo pudo albergar una guarnición de entre 10 y 15 hombres, y pudo mantener comunicación visual frecuente con otros castillos de la comarca. Queda todo el castillo por investigar».
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