Cádiz blinda su litoral

24/3/08 .- www.lavozdigital.es

La Junta declara 31 yacimientos sumergidos de la provincia como Bienes de Interés Cultural

Si a sus más de 800 kilómetros de costa, le sumamos una extensa red de ríos y pantanos, una situación geográfica privilegiada y los 3.000 años de historia de la navegación que han surcado sus aguas, es fácil entender por qué Andalucía está considerada como un referente internacional en cuanto a la entidad y heterogeneidad de su patrimonio sumergido.

El Mediterráneo y el Atlántico, desde el cabo de Gata hasta las marismas de Huelva, sepultan embarcaciones fenicias, galeras romanas, buques, carabelas, clippers y goletas que guardan sus propios tesoros, ya sea en forma de restos materiales o por la importancia de su incuestionable valor documental. Estos pecios hablan del comercio con las Indias, describen ataques vikingos, asaltos piratas o batallas memorables entre naciones. Constituyen, en definitiva, otra forma de contar la historia, igualmente válida y necesaria.

Desde mediados de los 70 hasta nuestros días, los arqueólogos vienen librando una lucha sin cuartel para que este rico patrimonio sumergido goce de las mismas figuras de protección que el terrestre. Los especialistas pretenden así evitar que expoliadores y curiosos se aprovechen del vacío legal para cometer sus desmanes, sean o no intencionados.

La Junta de Andalucía acaba de dar un paso de gigante en este complejo proceso, después de años de estudios previos, investigaciones sobre el terreno y actuaciones preventivas, en las que el Centro de Arqueología Subacuática, enclavado en el Balneario de La Palma, ha jugado un papel fundamental.

El pasado 10 de marzo, el BOJA incoó por primera vez expedientes para declarar 55 yacimientos andaluces sumergidos Bienes de Interés Cultural, de los cuales 31 se localizan en aguas gaditanas, muy por encima de Huelva, la segunda provincia en número de zonas beneficiadas (10). Esta selección señala, de entrada, la importancia de la provincia dentro de este nuevo mapa arqueológico y marca la ubicación definitiva de pecios como el Bucentauro.

Punta del Sur

A lo largo del cantil interno de San Sebastián abundan evidencias que determinan la utilización de este espacio como lugar de fondeo, lo que lo convierten en una zona con diversos yacimientos delimitados.

Hay restos de un navío que se asocian al buque insignia francés, entre los que destacan un ancla tipo almirantazgo y ocho cañones de hierro.

También se recogen el pecio de la Sigilata, en cuyo entorno se han encontrado restos anfóricos y pequeñas anclas de piedra, y La Albujera, que contiene una agrupación significativa de material cerámico de época romana. Otro de los emplazamientos míticos, el Bajo del Capitel, aparece reseñado por la localización de 20 cañones de hierro a lo largo de una laja de piedra, en contacto con la arena, además de restos púnicos, romanos, medievales y modernos. La información oral recopilada apunta a la existencia de un pecio de época romana en El Aculadero, lo que explicaría la aparición de ánforas enteras que ya han sido extraídas.

Punta del Nao

Punta del Nao es una zona que ha deparado, desde antiguo, una gran cantidad de hallazgos arqueológicos. Se ha registrado material cerámico romano y púnico muy mezclado, así como piedras de molino y cantos rodados que podrían pertenecer al lastre de alguna embarcación.

Puede tratarse de un pecio alto imperial, con materiales rituales de navegantes o arrojados al mar desde el borde del cantil, donde se presupone, según los textos clásicos, que existía un templo. Está considerado un área de mucha dificultad para la navegación en condiciones adversas. Los trabajos arqueológicos que diferentes equipos de investigación han deparado una colección muy interesante de piezas con estudios tipológicos variados.

A finales de los 80, apareció en La Cabezuela una embarcación cuya cronología se estableció entre el siglo XVIII y primeros del siglo XIX. Se llevó a cabo una intervención de urgencia para documentar los restos y las maderas acabaron depositándose en el Museo de Cádiz, ya que presentaban un aceptable estado de conservación. La embarcación se encontraba, en el momento del hallazgo, bajo una capa de seis metros de fango y limos, lo que puede ayudar a los especialistas a comprender la rapidez de los procesos de colmatación.

Puente Carranza

La zona del Fuerte de San Luis hasta el Puente Carranza marca el estrangulamiento de la Bahía de Cádiz y separa el saco interno del externo. Hay referencias documentales que hablan de la existencia de un antiguo paso de barcas, que se completan, en la entrada del caño del Trocadero, con las que tratan del importante papel del lugar en las reparaciones y carenados de barcos en la época moderna. Durante los trabajos de construcción del Puente Carranza se descubrió la existencia de un barco con cargamento de dolias. Los buceadores que tomaron parte en estas obras cuentan que uno de los pilares del puente atraviesa, literalmente, el barco romano, del que se veían, dispuestas en pefecto orden, las ánforas que transportaban.

En el Río San Pedro, los temporales sucesivos han dejado al descubierto restos de cerámicas romanas que, una vez limpiadas de arenas y fangos, estarían datadas entre el I a. C y I d. C.

Cementerio de barcos

A principios del siglo XVIII se construye el Arsenal de La Carraca, anterior cronológicamente al de Ferrol y Cartagena. Durante los últimos tres siglos el área de La Carraca ha estado vinculado a los procesos de construcción naval, al tiempo que ha desarrollado una actividad industrial y artesanal directamente relacionada con el armamento de bajeles. Ya en el siglo XX la empresa Bazán de San Fernando se dedicó, durante más de 50 años, a la construcción naval militar.

Consta la extracción de varios cascos de barcos durante unos trabajos de dragados allí realizados, cuyos restos de gran importancia se encuentran depositados en el Museo Naval de San Fernando.

Con motivo de labores del control arqueológico llevado a cabo en las obras de la factoría de IZAR en La Carraca, se realizó una inmersión de reconocimiento subacuático, durante la que se localizaron al menos restos de dos embarcaciones, de similares características a los ejemplares depositados en el Museo Naval de San Fernando; es posible que se trate de un cementerio de barcos, donde se acumulan restos de embarcaciones en puntos próximos, que incluso parecen superponerse.

En la famosa Piedra que revienta, un lugar en el que se ha constatado el naufragio de varios buques, hay ya localizados 61 cañones de hierro, además de anclas de diversas proporciones.

También se tiene situado el pecio conocido como San Andrés, aunque bien podría tratarse de los restos del naufragio del vapor Miño, acaecido en 1856 en la misma línea costera y cuyo núcleo central está constituido por los restos de un barco de palas de hierro.

Se pueden delimitar dos áreas de dispersión: una lengua de 17 metros de profundidad, en la que, según la información oral aparecieron lingotes de plomo con la marca San Andrés y otra en la que se han localizado planchas de hierro.

Como curiosidad, los arqueólogos determinan que al Este de Punta Europa «existen restos de un naufragio que noticias orales identifican como el navío HMS Sussex, que naufragó por la zona en el año 1694, circunstancia no constatada».

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