Aparecen en el Castillo restos de asentamientos más primitivos que la propia fortaleza (Zamora)

28/10/07 .- http://www.laopiniondezamora.es

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La segunda fase de rehabilitación de la fortificación deja al descubierto antiguos enterramientos y hallazgos que podrían datarse en la Edad del Bronce y el Hierro

Las obras de la segunda fase de rehabilitación del Castillo han puesto al descubierto restos de asentamientos más primitivos que la propia edificación de la fortaleza, lo que augura nuevos hallazgos de gran valor histórico. Catalogar el periodo del que proceden estas antiguas civilizaciones no es tarea fácil y sus conclusiones obedecen a un engranaje de trabajos, contrastes y estudios exhaustivos en los que están inmersos arqueólogos de la Junta y especialistas. No obstante, las primeras pesquisas apuntan a la Edad del Bronce y del Hierro como posibles orígenes de estos asentamientos, determinación aún por confirmar dada la complejidad de su estudio. Actuaciones en la liza ejecutadas durante la primera fase de las obras apuntaban ya a esta posibilidad.
Las excavaciones en la liza dejan al descubierto antiguos enterramientos y restos de las actividades propias de las civilizaciones de la época, tales como herramientas e instalaciones complementarias. Los vestigios que han ido apareciendo permitirán reconstruir con certeza la historia de un edificio cuyas primeras noticias documentales datan del siglo XII, aunque debido a las múltiples reparaciones y reconstrucciones sufridas en la Baja Edad Media y en la Edad Moderna sus partes más antiguas se reconocen hoy como obra del siglo XIII.
Las tareas de la segunda etapa de rehabilitación del Castillo han recuperado nuevos espacios perdidos y dimensiones originales de la fortaleza que estaban muy alteradas como consecuencia de las capas de soterramiento surgidas en los últimos años. A pesar de que hay hallazgos con los que los expertos contaban como consecuencia de los resultados de la liza -primera fase-, otras, sin embargo, siguen sorprendiendo a juzgar de la documentación que permitirá a arqueólogos y especialistas reconstruir la geometría de los restos hallados para comprender en toda su extensión las características de la fortaleza.
La segunda fase ejecutada hasta el momento ha descubierto también niveles de profundidad en el foso por debajo de las cotas previstas, de modo que el edificio crece como consecuencia de esa rebaja de la zona que separa el Castillo de la ciudad. Ese descenso en las excavaciones, mayor del calculado inicialmente, permite conocer de manera más ajustada la realidad las proporciones que el Castillo tuvo en sus orígenes y que se perdieron en los últimos 300 años como consecuencia de los derrumbes y los rellenos.
Aunque todavía es muy pronto para cuantificar si la aparición de estos restos va a repercutir en el retraso de los plazos, los hallazgos que pieza a pieza reconstruyen como un puzzle las señas de identidad de la fortaleza como baluarte defensivo supondrán previsibles modificaciones en el proyecto museístico de Rafael Moneo. El arquitecto navarro tendrá que adaptar sus propuestas a las determinaciones que se van a producir como consecuencia de los restos aparecidos. En función de la dimensión de estas averiguaciones, el experto deberá reconsiderar el diseño original a pesar de que no existe una deformación absoluta del edificio. De cara a la adaptación de su proyecto, es previsible una próxima visita de Moneo durante las actuaciones de la segunda fase que, según las previsiones municipales, girarán en torno al medio año y serán paralelas a la tercera etapa en algún punto de la actuación.

Los rellenos de tierra en los jardines empujan y destruyen el recinto amurallado
Los jardines del Castillo podrían ocultar una realidad histórica que supone un envite a las instituciones por parte del arquitecto Francisco Somoza, responsable del proyecto museístico de Baltasar Lobo. En el ámbito comprendido entre el Castillo y la Catedral, el profesional valora que «hay que empezar a reflexionar sobre la relación de ese jardín con las murallas perimetrales de la ciudad». Sin obviar el interés histórico que podría cubrir la vegetación de la zona, Somoza acude a argumentos más prácticos para valorar esta actuación ya que el vergel «posee unos rellenos de tierra impresionante que genera unos empujes inadecuados y perjudiciales para todo el recinto amurallado del sector», explica el experto. El proceso, calificado por el arquitecto como «destructivo», altera las relaciones de evacuación de aguas de esa zona «con las consiguientes modificaciones en las corrientes acuíferas, además de provocar filtraciones muy dañinas». Así, mientras que por una parte los jardines generan problemas «que pueden afectar a una de las partes más antiguas y especiales de la ciudad», bajo esa vegetación «creo que existe una importante parte de la historia de Zamora».
Fruto de estas reflexiones, Somoza invita a valorar la posibilidad de acometer una excavación en el entorno y «comprobar lo que allí puede existir de cara a establecer una relación más equilibrada entre aquel territorio, las murallas que lo protegen, la Catedral y el Castillo», concluye. La actuación sería independiente de la actual remodelación de la fortaleza para su conversión en el futuro museo del escultor Baltasar Lobo.

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