El Puentón del Oriente

14/10/07 .- http://www.elcomerciodigital.com

Cangas de Onís ha convertido en su emblema un puente medieval bautizado como romano y que es por derecho propio una postal imprescindible de cualquier viaje por el Principado

Ni es romano ni cangués cien por cien. Es medieval y «une, que no separa», los concejos de Cangas de Onís y Parres. Es el puente por excelencia, es la postal que abre el camino hacia Covadonga, es la fotografía que nadie olvida tomar en las vacaciones por el Oriente de Asturias. «Dios mío, si nos hubieran dado una peseta por cada fotografía que le han hecho yo sería millonario», dice Manuel Moro Fernández, un cangués nacido en Infiesto que ha visto retratar el puente desde mil ángulos en los últimos cincuenta años.

«¿Quién no conoce el Puente Romano de Cangas de Onís?», dice el propio Manuel sin esperar respuesta a tan retórica pregunta. Porque sabe, como todos, que ese puente es parada obligada en excursiones infantiles del colegio, en viajes familiares y en tours organizados. Y también lo sabe el alcalde cangués, Alfredo García, natural de Laviana y afincado en el concejo oriental desde hace 35 años. «Recuerdo cuando era niño que, como casi todos los asturianos, veníamos una vez al año a Covadonga con un excursión, no sé si de la parroquia, pero sé que era en autobús, y recuerdo que el puente me impactó porque está en un lugar muy urbano y es una preciosidad con el marco del río, el paisaje...», relata el alcalde mientras mira a la que es, por elección de los lectores de EL COMERCIO, una de las siete maravillas de Asturias.

Lo es por belleza y por su carácter simbólico. Lo es también incluso por una Cruz de la Victoria que luce desde que un alcalde tuvo a bien colgarla del arco central y se convirtió en un elemento imprescindible. «Hace trece años, en mi primera legislatura, la cruz se estropeó y la quitamos para ver si había posibilidad de arreglarla, y hubo un debate enorme en la ciudad, porque en realidad está presente desde después de la guerra, nada tienen que ver la Cruz de la Victoria y el Puente Romano, pero el caso es que se convirtió en un símbolo de Cangas de Onís y de Pelayo, la gente se acostumbró y ahora todo el mundo quiere verlo», relata el primer edil.

Con cruz y sin ella, de noche y de día, mañana y tarde, con el color marrón de la piedra que luce hoy y el verdoso de hace sólo unos meses ha visto «el Puentón» José Donato. Él, como el puente, tampoco es romano, pero sí que tiene origen italiano. «Mi padre ye italiano, casose con una de Parres y después salí yo», explica este hombre de 75 años que ha vivido nada menos que 74 con vistas al puente. No sólo vistas, porque la construcción medieval forma parte del patio de su casa.«Pa mí ye como si no estuviera, no le doy importancia, se la dan los de fuera, y los extranjeros, porque aquí vienen muchos extranjeros», afirma a la puerta de su casa, que da acceso directo al paso desde la ribera parraguesa del río.

El Sella une y no separa los dos concejos, que no entran en polémicas ribereñas, y que igual que no se disputan el Puentón tampoco lo hacen con el Descenso del Sella. «Aquí siempre decimos de manera simpática que no vamos a discutir si el puente pertenece a Cangas de Onís o a Parres, porque siempre podemos decir que el Descenso sale de Arriondas, pero desde la orilla canguesa», explica.

Y es precisamente en Parres donde está el Mesón Puente Romano, toda una institución y parada obligada de turistas y locales. Rememora el alcalde que cuando llegó hace 35 años a Cangas fue el primer lugar donde se tomó un café. Y entonces ya estaba allí José Ramón Lanza Cucurul, natural de Santander y que se mudó al concejo el mismo año que el alcalde. Casado en Onís, emigrante en Alemania, formado como hostelero en Mallorca, llegó a Cangas de Onís, «vi el sitio, me gustó, lo cogimos y aquí estamos, luchando y trabajando hasta la fecha».

Mirador privilegiado

El suyo es un mirador privilegiado para ver cómo han ido evolucionando el puente y el turismo, para ver cómo se captan miles de fotos diarias, cómo los días nublados en los que la gente no puede ir ni al mar ni a la montaña prefieren mirar al Puentón y comerse una fabada o lo que sea menester en su restaurante. José Ramón es testigo de excepción de épocas mejores y peores y de cómo los salmones afloran de vez en cuando ante la mirada perpleja de los turistas y el rostro satisfecho de los pescadores: «Está muy animado esto con el salmón, lo que pasa que un día salen seis y otro ninguno», dice el hostelero, que también regenta la tienda de recuerdos ubicada en la parte superior del mismo edificio.

Ha servido millares de comidas a otros tantos turistas y ha contestado mil veces a la pregunta del millón sobre el origen romano de un puente que salta a la vista que no lo es: «Todo el mundo sabe que es medieval, del siglo XIII, el propio cronista dice que esto era una vía romana y que seguramente se construyó sobre restos de un antiguo puente romano», aclara el alcalde. Y son muchos cangueses los que se lo aclaran también a los turistas, para los que el hostelero José Ramón Lanza pide que se mejore la información: «Aquí falta una placa con todos los datos, porque todo el mundo nos pregunta de qué año es».

Preguntas y respuestas sobre un monumento que también esconde sus anécdotas. El propio José Ramón relata la que se lleva la palma en 35 años de trabajo: «Una vez llegó un tipo y me dijo 'le voy a dejar aquí la cartera y el reloj que me voy a tirar del Puente Romano abajo'; tomó un café o algo así y sí, se tiró donde había agua», recuerda entre risas y añade que el susodicho salió ileso. Esto ocurrió «hará quince o veinte años» y a José Ramón aún le quedan muchos años más de trabajo con vistas al puente. Aún faltan muchas fabadas por servir frente a la maravilla.

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