Cristianos y judíos vivieron en Al Andalus un régimen de "apartheid": Entrevista a Emilio Cabrera

22/7/07 .- http://www.eldiadecordoba.com

EMILIO Cabrera llegó a la Universidad de Córdoba en 1974 y desde 1981 es catedrático de Historia Medieval. Es académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y, así mismo, de la Academia Sevillana de Buenas Letras. Apasionado de la investigación, dice ser "el enemigo público número uno" de la novela histórica, ahora tan de moda, ya que perjudica el conocimiento histórico y porque considera que ninguna de ellas puede resultar tan fascinante como conocer la historia a través de sus propias fuentes. Cabrera, que ha dedicado buena parte de su labor como investigador a desentrañar las claves del espacio cordobés en la época califal y, sobre todo, en la época de dominio cristiano, entre los siglos XIII y XV, opina, además, que los cordobeses deben sentirse orgullosos de su historia, pero siempre que no se caiga en un conformismo que impida el desarrollo. "No es bueno vivir soñando en el pasado", advierte.

-En los últimos años se ha debatido mucho en España sobre lo que se ha venido a denominar la memoria histórica, y visto desde fuera puede parecer como si se hubiese renovado el interés de los españoles por nuestro pasado. ¿Tiene usted como historiador esa sensación o es algo coyuntural?

-Hay una cita de un autor medieval, Fernán Pérez de Guzmán, del siglo XV, que decía que en Castilla el interés por el pasado era muy escaso. Y eso que él decía hace siglos es fácil comprobarlo también en la España de hoy, por ejemplo en el hecho de que se han perdido muchos testimonios históricos que en otros países se han conservado. Por otra parte, abundan las visiones simplistas del pasado, alejadas de lo que fue la realidad histórica. Pero no existe el amor por la historia que se observa en otros países de nuestro entorno.

-Le hablaba antes de la memoria histórica y la revisión de lo ocurrido en la Guerra Civil y en la Postguerra. ¿Cree que era necesaria la ley que se ha promovido?

-No, para nada. Es más, me parece absolutamente innecesario que una ley se ocupe de ese asunto. Entre otras razones, porque ese trágico episodio de la historia de España ha sido muy estudiado y es bien conocido, tanto lo que ocurrió en un bando como lo sucedido en el otro. Es sabido que la Guerra Civil ha sido uno de los temas que más bibliografía ha generado en todo el mundo, y ha sido tan copiosa o más la que se ha dedicado a estudiar el bando republicano que la que se ha ocupado del bando llamado nacional. En todo caso, pienso que hay que aceptar lo que sucedió, conocerlo adecuadamente sin intentar tergiversarlo. Y es necesario aceptar también que en los dos bandos se cometieron errores y atrocidades, pero no sólo en la Guerra, sino antes, durante y después.

-¿Por qué la Guerra Civil suscita tanto interés y debate siete décadas después?

-Quizá un especialista en Historia Contemporánea podría responder mejor a eso. De todos modos, creo que el contexto histórico tiene mucho que ver, pues sucedió en una época, la década de los 30, todavía cercana a la Revolución Rusa, que produjo grandes cambios de todo tipo. Además, la Guerra Civil dio lugar a un régimen que estuvo emparentado con otros regímenes que acapararon un gran protagonismo, como el fascismo italiano y el nazismo alemán. A eso hay que sumar, claro, que en la Guerra se vivieron muchos episodios de un gran dramatismo. Y eso siempre interesa.

-Le preguntaba antes por el interés de los españoles por su pasado y ahora me gustaría que hablásemos sobre el de los cordobeses por su historia. ¿Cómo lo ve?

-Hace algún tiempo le escuché a un buen aficionado a la Historia una queja que me parece muy clarividente. Decía él que en el estudio de la historia de Córdoba existe lo que él llamaba un hipercalifalismo, una obsesión por la época califal. Es evidente que ése es momento más brillante de la historia de Córdoba, su gran momento. Yo mismo he contribuido a investigarlo. Pero también hay otras etapas a las que quizá no se les presta la atención que requieren. Todos sabemos que Córdoba también fue una gran ciudad en la época romana; y no hay que olvidar que en la Baja Edad Media siguió siendo una de las cinco más importantes de la Corona de Castilla. Por otra parte, pienso que es bueno que los cordobeses conozcan esa historia y se sientan orgullosos de ella, pero también existe el peligro de que una obsesión por ese pasado comprometa el desarrollo del presente, porque no se puede vivir soñando con glorias pretéritas.

-O sea, que una historia brillante pero mal gestionada puede ser un obstáculo...

-Algunas de las personas que visitan la ciudad se marchan con la sensación de que es una ciudad preciosa, encantadora, pero que está dormida. Y es que una urbe con 320.000 habitantes y la riqueza que tiene por la fertilidad de su tierra y por haberse convertido en un nudo muy importante de comunicaciones, debería haber avanzado más. Por ejemplo, muchas veces nos preguntamos por qué el AVE, del que Córdoba ha sido sin duda la ciudad que más se ha beneficiado, no le ha aportado un desarrollo mayor. Pienso que ésas y otras circunstancias privilegiadas tendrían que haber producido más repercusiones positivas.

-Y a qué cree que se debe, ¿a una mala gestión política, al conformismo de la ciudadanía...?

-No es fácil determinar las razones, que son, sin duda, complejas. Pero lo cierto es que el hecho está ahí, claramente visible. Y es algo doloroso para cualquiera que viva en Córdoba y ame la ciudad, como es mi caso.

-Se suele decir que el cuidado del patrimonio histórico es una demostración del amor que una sociedad tiene por su pasado. ¿Cree que en Córdoba se ha realizado una conservación adecuada?

-Aquí se han perdido muchos testimonios históricos, sobre todo en una época en la que la arqueología no era tan importante como lo es ahora, y también es cierto que el desarrollo urbanístico ha perjudicado a Córdoba en los decenios centrales del siglo XX. En esos años se perdió parte importante del patrimonio no sólo el de épocas más remotas, sino también de las más recientes. El Paseo de la Victoria y otros entornos de la ciudad han sido testigos de ese proceso. De todas formas, también hay que tener en cuenta lo contrario; es decir, que un empeño excesivo en la conservación del pasado puede condicionar el desarrollo del presente.

-¿Y cree que se puede hacer convivir una conservación apropiada y un progreso urbanístico acorde con el tiempo actual?

-Sí, yo estoy convencido de que se puede, pero eso no depende sólo de las administraciones, sino también de la ciudadanía, que debe colaborar en la empresa. La buena conservación de los testimonios del pasado depende en gran medida del civismo de quienes disfrutan de ellos. Y, por otra parte, quienes estudian esos testimonios deben dar a conocer los resultados de su investigación. Por ejemplo, el yacimiento de Cercadilla surgió en 1991 y todavía no sabemos prácticamente nada, por ejemplo, sobre los restos humanos encontrados allí.

-Hablábamos antes de la Córdoba califal. En los últimos años, se alude cada vez más a la supuesta buena convivencia que hubo entre musulmanes, cristianos y judíos. ¿Fue tal o es una idea falsa que se ha convertido en un tópico?

-Ése es un tema que me ha interesado mucho y sobre el cual yo he publicado algunos trabajos. Respecto de él hay que subrayar que el estudio de las fuentes conduce a una conclusión clara: los cristianos y los judíos fueron dos grupos sociales postergados durante la dominación islámica. Su situación podríamos definirla diciendo que vivían en régimen de apartheid, ya que carecían de plenos derechos civiles. Eso está claro. Ahora bien, ¿significa que no se llegase en algunos momentos a un grado de convivencia aceptable? Pues no, ya que fue una dominación larga y hubo de todo. En los primeros siglos de dominación islámica la convivencia fue menos difícil. Conocemos, incluso, la presencia de cristianos y judíos en la Administración omeya. Pero los problemas, que no faltaron nunca, fueron especialmente dramáticos en los siglos XI y XII, en la época de las dominaciones africanas de almorávides y almohades, durante las cuales la sociedad cristiana quedó prácticamente exterminada.

-¿Y las tres culturas estuvieron tan claramente diferenciadas o hubo un proceso de culturización común a las tres?

-Mire, las cosas siempre son más complicadas de lo que parecen. Por ejemplo, a partir de cierta época, los cristianos usaron nombres en árabe y el árabe fue, incluso, su lengua habitual. Y lo mismo sucedió con los judíos. Maimónides escribía en árabe. Eso indica una cierta uniformidad aunque no identidad cultural. Por otra parte, ¿cuántos elementos de origen cristiano pueden estar presentes en el llamado arte islámico? ¿Fue un musulmán o un cristiano quien elaboró el bote de al-Mugira o los capiteles de los músicos de Medina Azahara? La decoración de mosaicos de la maxura de la antigua Mezquita aljama de Córdoba, hoy Catedral, la hicieron especialistas bizantinos.

-Para acabar, me gustaría que me contestase a una curiosidad personal: ¿por qué en España se le da tanto valor a los hispanistas extranjeros y se ningunea en cierto modo a los historiadores españoles?

-Ese fenómeno existe, pero no es privativo del mundo de las humanidades. Mis colegas que cultivan disciplinas científicas están tanto o más obsesionados con el problema. Pero ésa es otra cuestión. Ciñéndome a su pregunta, el excesivo crédito que suelen tener algunos hispanistas extranjeros, que no todos, es consecuencia del papanatismo que está muy arraigado en nuestro país respecto de todo lo que viene de fuera. Hay un auténtico complejo de inferioridad respecto del extranjero. Y no progresaremos lo suficiente hasta que quede eliminado, para lo cual será necesario esforzarse en eliminar, a su vez, las causas que lo provoca.

Geografía humana por Félix Ruiz Cardador

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