Las restauraciones a examen

30/6/07 .- www.elcomerciodigital.com

La rehabilitación de la iglesia de Santa Eulalia de Abamia reabre la polémica sobre los trabajos realizados en otros monumentos históricos


Son cuatro puntos de vista para cuatro monumentos que han sido o están siendo objetos de una restauración. El proceso que implica este tipo de obras debe ser cuidado hasta el más mínimo detalle. El fin último debe ser restaurar, reparar, renovar o volver a poner estas iglesias en el estado que antes tenían, subsanando el deterioro que sufren cada día. Pero antes de lograr ese fin hay asegurarse que esa fase esté hecha a gusto de todos. Algo, en ocasiones, complicado.

La Consejería de Cultura ha sido el punto de partida de cada una de las obras, salvo en Piloña. Y la misma Consejería ha sido el objeto de críticas de las mismas. ¿Qué buscan las restauraciones que se acometen en los templos sagrados?¿Cuál es el objetivo de los trabajos realizados?¿Se contratan a trabajadores con el grado de profesionalidad suficiente? Éstas y otras muchas preguntas son las planteadas por los vecinos y amantes de un patrimonio histórico que debe conservarse por la supervivencia de una cultura.

Las Iglesias de Santa Eulalia de Abamia (Cangas de Onís), San Antolín de Bedón (Llanes), Santa María de Llás (Cabrales) y San Juan de Berbio (Piloña) tienen algo en común. Además de formar parte del catálogo de monumentos históricos, las cuatro han necesitado una urgente restauración tanto de su exterior como de su interior.

El Gobierno del Principado de Asturias comenzó a hacerse cargo de la conservación y la tutela de los monumentos de la arquitectura medieval en el oriente de Asturias a partir de los años 80.

Corría el año 1999 cuando desde la administración regional, después de peticiones vecinales y protestas de colectivos, se decidió poner en marcha un proyecto por el que la iglesia de San Antolín de Bedón recuperase su estado original, el mismo que presentó en sus orígenes, allá por el siglo XIII.

El resultado no fue el esperado y los historiadores sobre el monumento lo achacan, entre otras cosas, a que no se hicieron los estudios previos pertinentes. Y la polémica sembró todo lo que rodeaba a la restauración. Ahora, recuerdan algunos defensores de este templo, Abamia ha hecho recordar lo que ellos sufrieron cuando las obras de restauración en San Antolín se dieron por finalizadas. En la actualidad una visita por el entorno de San Antolín deja al visitante el recuerdo de una iglesia agrietada y sin conservar. Se restauró, sí, pero para que después de aquellas obras, que no convencieron, el cuidado de la iglesia y el mantenimiento «fuera inexistente». Lo que hoy existe, dicen, es «la recreación de una imagen a medio camino entre lo rústico y lo rudo, demostrando un total desconocimiento de la arquitectura medieval».

Santa Eulalia de Abamia es el lugar en donde la crispación más tensa ha teñido el ambiente de las obras de restauración, hasta el punto de que la asociación vecinal que lleva ese nombre está recogiendo firmas para la paralización de las mismas que, supuestamente, darán un mejor aspecto y cuidado a la iglesia que defienden.

La restauración comenzó ya mal cuando ellos consideraron que los trabajadores no tenían «la preparación oportuna». Y entre los errores más graves los miembros de la asociación citan «el revestimiento de los contrafuertes y albardillas del edificio», así como «morteros mal cargados que se acabarán cayendo». Una serie de críticas «bien fundamentadas» para que se tomen medidas antes de continuar con las obras.

Iniciativa popular

Fue una iniciativa particular y la colaboración vecinal las encargadas del impulso de la iglesia piloñesa de San Juan de Berbio. Un impulso que iba a erigir un templo que había sido «saqueado» en todos los aspectos. Aquella comisión vecinal que se creó comenzó, sobre todo, con ilusión.

Ellos mismos pusieron dinero de su bolsillo para comenzar, después de cada trámite administrativo, unas obras que suponían 30 millones de las antiguas pesetas. Partieron, «con mucha ilusión», de 21.000 pesetas. Años más tarde la Consejería les abonó 36.000 euros y el arzobispado seis mil.

«Sólo queríamos recuperar una iglesia del siglo XI». Y, en gran parte lo hicieron, pero se puede decir que por cuenta propia. Pese a la desaparición de algún impulsor y «la dejadez» de los que más tarde llegaron, el templo de Berbio existe de nuevo, ciñéndose a «un sentido del románico»

La comisión de Patrimonio, casi finalizadas las obras, quiso cargar la piedra de las paredes. Un proceso que resulta, en estas iglesias, un choque visual importante. Finalmente no fue así, «las paredes se cargaban para evitar pestes», explican, algo que ahora sería completamente innecesario. Y es la carga de las paredes lo que más choca, lo que más se les recrimina a los restauradores, lo que cambia la estética de una iglesia que intenta recuperar lo que fue siglos antes.

En Cabrales

Santa María de Llás es la nota discordante de las críticas al trabajo de las restauraciones. Su interior, según el párroco, ha evolucionado desde que empezaron las obras, hasta poder observar el ojo humano, al fin, lo que fueron los orígenes de las paredes, los techos, las vidrieras e incluso las ventanas.

El deterioro de este templo era muy avanzado y la necesidad era inminente. Ahora, a punto de comenzar la segunda fase, vecinos y párrocos se muestran «encantados» con el resultado conseguido. Tan sólo hay un defecto y «es una cuestión de sentimiento y costumbre del hombre actual». Se trata del campanario y uno de los contrafuertes de la iglesia. Han sido enfoscados con una mixtura que ha teñido la pared de amarillo. Sin embarco, aunque el choque visual es inevitable, los colores y el estado en el que ha quedado «han devuelto el monumento a la época gótica» en la que, ambas partes, fueron construidas.

Noticias relacionadas

Comenta la noticia desde Facebook

Comentarios

No hay comentarios.