Excavaciones en el castillo de Gauzón: en busca de las raíces asturianas

21/2/07 .- lne.es

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La historia ayuda a construir identidades regionales y nacionales. Cada espacio humano cuenta con su propia mitología de origen, desde la más pequeña aldea al país más poderoso de la Tierra. Se busca explicación a los hechos fundacionales, se narran las hazañas de los héroes que forjaron las naciones, se preservan o recuperan los restos materiales de aquellos primitivos momentos.

Muchas veces son figuras y épocas que nacen en la historia, pero que desarrollan luego sus componentes más reconocibles en el campo del mito y riegan el alma de un pueblo, su intrahistoria. Gran Bretaña tiene al rey Arturo, ese brumoso caudillo britano-romano del siglo V que los escritores medievales convirtieron en rey feudal. Por su parte, los franceses rinden culto a Carlomagno y sus caballeros, como el desdichado Rolando, muerto en el paso de Roncesvalles. Incluso los norteamericanos, una nación de corta tradición, hacen alarde de esa mitología fronteriza en la que sucesos polémicos como El Álamo y personajes de ambigua catadura, como Billy el Niño, acaban convertidos en épica genuina tras un lavado de imagen.

Los asturianos somos un pueblo nostálgico, un pueblo que gusta de recrearse en los hechos gloriosos del pasado, tanto que en ocasiones perdemos la perspectiva. Desde luego, no hay mal alguno en mirar atrás siempre que ese culto al pasado acabe mudándose en impulso de superación. En Asturias, algunos legados destacan por su brillo, legados como el de la Prehistoria o el del mundo castreño. Sin embargo, el gran referente es sin duda el reino de Asturias, uno de los pocos momentos en que nuestra provincia llevó el timón de la Historia peninsular. Teniendo en cuenta su influjo en nuestra mentalidad colectiva la verdad de aquel tiempo se entremezcla muchas veces con hechos sublimados. Por esta lógica, el pequeño enfrentamiento de Covadonga se ha transformado en memorable victoria. Pelayo es en gran medida nuestro particular rey Arturo y su figura escultórica, rocosa, de larga barba y espada en mano se ha convertido en uno de los iconos de la región.

Dentro de este universo del reino asturiano en el que conviven la historia y el mito, un yacimiento arqueológico constituye nuestra pequeña Troya. Nos referimos al castillo de Gauzón.

Castillo

Como la misteriosa ciudad de Príamo y Héctor, el castillo de Gauzón llegó a transmutarse en un eco legendario, una fortaleza de cuya existencia se dudaba. ¿Había sido real? ¿Se había confeccionado allí verdaderamente la Cruz de la Victoria? Unos buscaban aquí y otros allá y el castillo se negaba a salir de la niebla. Por fortuna, hace tiempo que estas cuestiones cesaron. Obras como las de don Juan Uría Ríu, don Vicente José González García, autor de las primeras excavaciones arqueológicas, y don Ángel Garralda cerraron el camino a toda polémica y nos dieron el emplazamiento definitivo del castillo: ese Peñón de Raíces que se yergue entre Avilés y Castrillón.

La historia de la fortificación es larga y rica y sus rostros muy variados a lo largo del tiempo. La encontramos en época romana bajo la forma de asentamiento castreño. Reaparece a fines del siglo IX cuando el rey Alfonso III decide construir en el mismo lugar un castillo para defender la ría de Avilés. En los siglos XI y XII el castillo se ocupa de gobernar el gran alfoz de Gozón que por entonces agrupa a los concejos de Avilés, Castrillón, Gozón, Illas, Corvera y Carreño. En ese tiempo reside en sus dependencias el conde o representante regio. La fortaleza posee entre sus muros la iglesia de San Salvador, construida con ricos mármoles y a cuya consagración acuden tres importantes obispos. El propio castillo es una sólida obra que reproduce en sus formas todo el poder de la realeza. Cuando el infante García es apresado por rebelarse contra su padre Alfonso III se le encarcela entre sus muros. Los acontecimientos bélicos también sacuden su existencia. En 1132 Gauzón es tomado por las tropas del monarca Alfonso VII que tratan de sofocar la rebelión de Gonzalo Peláez. Transcurrido el tiempo, nuestro magno baluarte es donado a la orden de Santiago. Corre el año 1222. Poco después perderá sus funciones de gobierno sobre el alfoz, que hereda la villa de Avilés. Se acerca el final. Estamos ya en el siglo XV. Después de un período de silencio hallamos al castillo convertido en simple caserío agropecuario donde se encierra ganado. El misterio rodea a las circunstancias que llevaron a esa decadencia y abandono. A partir de entonces y hasta alcanzar nuestros días, sus ruinas permanecen a la vista de ilustres viajeros como Jovellanos y de sus muros empobrecidos se extraen piedras para las casas de Raíces.

Pasado histórico

Sólo por esta milenaria existencia, el castillo de Gauzón merecería todas las atenciones. Ahí es nada, en el Peñón de Raíces se encierra una secuencia de 2000 años que da respuesta a algunos de los interrogantes más significativos de la investigación histórica asturiana. Pero hay otros valores que lo hacen único. Patrimonialmente su recuperación nos permitirá conocer las trazas de un castillo altomedieval de primera magnitud, así como su evolución en el tiempo. Simbólicamente el valor aumenta muchos enteros, puesto que en sus dependencias se forjó la Cruz de la Victoria. Sí, he aquí otro hecho rodeado de un halo legendario que sin embargo es cierto. La propia Cruz, en su reverso, incluye una inscripción donde se da noticia de su factura en el castillo de Gauzón durante el año 908. Asistiremos pues al renacimiento del lugar en el que fue forjado nuestro mayor emblema colectivo, que significativamente cumple años en el próximo 2008. Será una hermosa forma de celebrarlo.

Cuando la historia deviene en mito es porque ya pertenece al pueblo y el pueblo siempre prefiere el sueño a la realidad. Sin embargo, hay ocasiones en que la propia realidad llega a superar al mito. El castillo de Gauzón es uno de esos raros ejemplos. Todo lo contado sobre él resulta al final auténtico. Tras finalizar esta primera campaña de excavaciones, contemplaremos las huellas de Alfonso III, de los romanos que allí habitaron, de los guerreros que guarnecían la costa, de los campesinos que cultivaban las tierras del entorno, de su alimentación y formas de vida, de las murallas y torres. A esta intervención le sucederá otra más prolongada que nos permitirá recuperar íntegramente los vestigios del castillo. Allí encontraremos las raíces de Asturias y todos los asturianos podrán visitar el lugar en el que templamos una parte importante de nuestro espíritu.

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