El viejo imperio andaluz en el norte de Africa

19/2/07 .- elfaroceutamelilla.com

Antonio Guerra Caballero

Según refiere el autor del libro titulado “Marruecos andaluz”, Rodolfo Gil Benumeya, sobre el que recientemente publiqué varios artículos referidos a la influencia de lo español en el norte de Marruecos, en el siglo VII de la Era cristiana hubo dos grandes dinastías árabes, la de los Abasíes o Abasidas, que tenían su sede en Bagdad, y la de los omeyas, que tuvieron la suya en Damasco.



Bien podría decirse que la tierra siria fue el alma de la raza árabe, y en ella se creó hacia el año 660 el gran Califato de los Omeyas, cuya fundación del imperio del mismo nombre, según el relato recogido en textos de algunos testigos contemporáneos, tuvo lugar de la forma siguiente: Hacia ese año 660, un gran número de árabes y de emires se reunió en Jerusalén para elegir a Moawiah I como rey, quien subió a rezar al Monte Calvario; después se dirigió al huerto de Getsemaní y a la tumba de la Virgen María, donde de nuevo volvió a rezar, y posteriormente fue a establecer su trono en Damasco. Éste habría sido el primer rey Omeya, que procedía de una familia árabe, perteneciente al mismo tronco que el profeta Mahoma.

Posteriormente, otro omeya construyó en Damasco su gran mezquita, protegiendo y rodeando el sepulcro de San Juan Bautista, al que entonces se honraba. Y los católicos españoles no deben de ignorar el gran afecto que la Escuela Damasquina de Teología tuvo a los Omeyas. Incluso el mismo San Juan Damasceno, que fue la figura cumbre de dicha Escuela, desempeñó cargos de importancia en palacio. Y también los Omeyas apoyaron en principio a los patriarcas católicos de Antioquia en su labor de someter los cristianos locales a la autoridad del Papa y apartarlos de la obediencia a los patriarcas ecuménicos de Constantinopla. De esa forma, la dinastía Omeya aseguró el triunfo en Siria de la Iglesia Católica, y los Sumos Pontífices de aquella época mantuvieron muy buenas relaciones con dicha dinastía, muy especialmente cuando cinco Papas árabes ocuparon la silla de San Pedro, que fueron Juan V, Sergio, Sisinius, Constantino y Gregorio III.

Abderramán I, a fin de contrarrestar la influencia de los Abasíes en España, reunió una potente fuerza compuesta de gentes de las montañas del Rif (Marruecos). Este ejército rifeño fue la columna vertebral de la dinastía Omeya en la Península Ibérica. Y es que Abderramán I era hijo de madre rifeña y también rifeñas fueron las madres de varios de sus sucesores, que por ese lazo de sangre estaban unidos al Rif. Y quizá sea bueno recordar aquí que los Omeyas rigieron el Califato de Oriente durante 91 años, desde el 661 al 752, hasta que fueron derrocados por los Abasidas de la otra dinastía reinante en Bagdad que, una vez en el poder en Damasco, exterminaron a casi toda la familia de la dinastía Omeya, habiéndose salvado de la matanza sólo el joven príncipe que después reinaría el Al Andaluz ( España) con el nombre de Abderramán I, tras haber logrado huir al Norte de África y desde allí pasar a la Península Ibérica, donde hizo independiente a la España musulmana, fundando el año756 el emirato independiente de Córdoba, que luego con Abderramán III tomó el nombre de Califato, desligándose por completo del de Oriente. Y su existencia señala uno de los períodos más brillantes de los vividos en la historia de España.

La máxima autoridad en estudios marroquistas, Leví Provençal, dice que Abderramán I, fundador de dicha dinastía Omeya de Córdoba, se apoyó desde el principio de su reinado en las tropas de los bereberes, cuya emigración de esta gran tribu prolongó su permanencia en territorio español hasta la época de los almohades. Mas los Califas Abderramán III y Alhaquem II favorecieron mucho el éxodo de los bereberes hacia la Península, y en ella llegaron a fundar las confederaciones llamadas Matghara, Madyuna, Miknasa y Hawwara. Y este testimonio es interesante, porque en la época de la invasión árabe de España estas confederaciones tenían grupos fijados en los macizos montañosos mediterráneos del Zagreb, de manera que los montañeses marroquíes transportados a España no podían acomodarse por gusto en dicho territorio montañoso español, sino por necesidad, tal como sucedió.

Desde el año 756 hasta el 1015, fueron también los Omeyas emperadores de Marruecos y Orán, para contener el xiismo. Y en la primera época de esa dominación Omeya tuvo lugar la creación del imperio andaluz en el Norte de África, convirtiendo al Rif en una especie de reino tributario del Califato de Córdoba. El año 917 comenzó una segunda época, en la que los reyes Omeyas de España eran a la vez emperadores del Norte de África. Sin embargo, en esas fechas llegaron tropas fatimís a Necor, matando al rey Said. Los tres hijos de este rey se refugiaron en Málaga, de donde volvieron a África con tropas y barcos andaluces para recuperar dicho imperio norteafricano. Los tres hermanos Said acordaron que asumiría el trono imperial el que llegara antes al mismo. Y como se adelantó el más pequeño y derrotó a los ismaelitas, fue proclamado rey, y enseguida instauró una especie de protectorado directo de Abderramán III sobre Nacor. A la vez, otras tropas andaluzas árabes de los Omeyas ocuparon Ceuta y Tánger, que igualmente ambas ciudades fueron incorporadas a Andalucía como directamente dependientes del Califato de Córdoba. Por lo que se refiere a Ceuta, entonces se adujo como justificación de ponerla bajo la directa dependencia del califato cordobés que esta ciudad nunca antes había dependido de ningún poder norteafricano. Es decir, fueron los propios árabes los que, más de cuatro siglos antes de que Ceuta fuera primero portuguesa y después española, pues ya la hicieron depender de la Península.

El tercer período del imperio califal cordobés en el Norte de África está caracterizado por el llamado “Hombre de la burra”, cuyo verdadero nombre fue Abú-Yezid. Y se trataba de un maestro de escuela perteneciente a la raza botz que sublevó a todo el país de Argel oriental y Trípoli contra los fatimíes, llegando incluso a conquistar casi todo Túnez. De este período, dice Ibn Jaldum, al que se considera el más célebre historiador en lengua árabe, que todas las tribus zenetes (bereberes) se consideraban clientes de los Omeyas, a cuyos reyes de dicha dinastía testimoniaban su respeto sosteniendo con celo su causa. Y el mejor geógrafo francés del siglo XX, dice de dicho imperio árabe norteafricano que: “ La zenetía era un anexo de Andalucía”, identificando a la zenetia como todo el país botr, o sea, Argelia (excepto la Kabilia), el extremo sur africano y el norte y centro del actual Marruecos, con el Rif y el Atla Central. Y durante el califato cordobés tuvo lugar la recepción en dicha zona norteafricana de la civilización andaluza, fundándose Uyyda y embelleciéndose Fez con magníficos edificios. Andaluces y zenetes convivieron en perfecta armonía, unos y otros eran de la misma tradición. Y, aun después de desaparecer el califato de Córdoba, los zenetas siguieron siendo fieles al recuerdo califal Omeya, hasta que en 1062 fueron derrotados por la invasión almoravid”.

Para Gil Benumeya, el imperio andaluz en África del Norte puede decirse que fue el salvador de la civilización respecto al nombre de Dios y al escudo de la iglesia en Europa, habida cuenta de que el Estado Omeya, de no haber actuado así de freno del islamismo radical, no se hubiera podido impedir el paso del mismo a Europa en aquella época en que dicho continente estaba dividido por el feudalismo y hubiera sido fácil de conquistar. Mas los Omeyas fueron también los creadores del concepto de unidad, grandeza y libertad de España, porque sentían un patriotismo peninsular más completo todavía que el que tuvieron los visigodos, ya que mientras estos últimos practicaban la separación de razas, el omeyismo defendía la fusión de todas las etnias que por entonces coexistían en el territorio español. Si bien, el concepto que los Omeyas tenían de España era de un país todo unido, pero con base en Andalucía y no en Castilla.

El historiador Antonio Tovar dice de aquella época: “Reclamamos también como nuestra la gloria del Califato musulmán de Córdoba. Todavía la Córdoba actual, callada junto a su río, con los muros dorados de su mezquita, sus praderas, donde nacen potros; sus estrechas calles andaluzas, blancas y con rejas; sus colinas oscuras, en que los hundidos palacios de Medina Azahara fueron como una flor de almendro, es una de las ciudades más españolas. En Córdoba tuvo su centro un imperio español que, a no haber tenido una entraña no española, pudo haber sido nuestra fórmula definitiva; porque en la cultura árabe de Andalucía hubo mucho de español bajo formas extrañas. En el siglo X, embajadores de Bizancio y de Otón de Alemania vinieron y contemplaron admirados los esplendores y refinamientos de las Cortes de Córdoba, del Califato occidental, que conserva la tradición brillante y abierta de los Omeyas de Damasco, frente a los Abasidas de Bagdad, que son más de tipo oriental. Alhalquén II, casi como Carlos V, pudo sentirse en su Córdoba emperador español”. Pero, al deshacerse el imperio Omeya cordobés, llegaron a España tribus y gentes de las razas norteafricanas más primitivas y bárbaras, cuya rudeza provocó el disgusto de los andaluces, hasta el punto de que ello facilitó la incorporación de Andalucía a Castilla, debido a la pujanza y mayor enjundia que en la Reconquista fue adquiriendo el reino castellano.

Noticias relacionadas

Comenta la noticia desde Facebook

Comentarios

1

SIN PRETENSIÓN DE OFENDER


Cara a la Media Luna,
con el turbante verde,
que tú
bordaste blanco ayeeeer.

Típica forma de esconder el pseudonacionalismo andaluz o el ultrapatriotismo católico español bajo la pretensión de rigor histórico. Por muy simpáticos que cayesen los omeyas, dudo que en su programa político estuviese el ser escudo de Europa y del cristianismo contra el islamismo radical.
Comentario realizado por ANÓNIMO. 19/2/07 8:49h
2

localizacion del imperio califato de cordoba


no aparece la localizacion del imperio califato de cordoba
Comentario realizado por fabian. 31/3/09 15:23h