Entrevista a González Alcantud: "Se ha hecho de Al-Ándalus un campo de batalla"

21/3/14 .- http://www.malagahoy.es

"Se ha hecho de Al-Ándalus un campo de batalla historiográfico y periodístico"

El catedrático de la Universidad de Granada reflexiona en su nuevo libro sobre 'El mito de Al-Ándalus' Afirma que los mitos existen porque son "un consuelo para nuestra contingencia


El antropólogo y catedrático de la Universidad de Granada José Antonio González Alcantud acaba de publicar El mito de Al-Ándalus (editorial Almuzara), una reflexión teórica y social sobre los orígenes y la actualidad de una idea cultural.

-¿Qué significa ahora nacer en el Mediterráneo?

-Se puede ser de aquí o de allí, tanto da. En las ciudades de este mar tibio y calmo la autoctonía, el ser de un sitio concreto, con una fuerte identidad, nos da un plus. No obstante, éste no es un derecho exclusivista. Se puede llegar a ser mediterráneo simplemente por elección. Nacer en el Mediterráneo, siendo una circunstancia, nos dota de mucha personalidad y nos hace ver la Historia como un drama, mirando melancólicamente al mundo como un anhelo inacabado de pluralidad, de pluralidad cultural…

-En un artículo suyo, En las ruinas de Detroit, comenta que las ciudades europeas continúan aferradas a un ideal ático. ¿No son, sin embargo, esos edificios faraónicos, construidos en España durante la burbuja inmobiliaria, los que empezaron a alejarnos de tal ideal?

-No, al contrario. El Partenón de Atenas es un sueño también de megalomanía. Aquí, en Europa, en todas las épocas queremos edificar monumentos eternos, enormes y bellos. En la burbuja inmobiliaria ha continuado esa tendencia. Cuando veo el tremendo rascacielos que construye Sevilla ahora me pregunto su sentido.

-¿Vivimos un momento histórico opuesto a la concepción mítica?

-Los mitos siempre van a estar ahí. No existe la Humanidad sin la pulsión mítica. Cambiamos sin notarlo. El mito es un consuelo para nuestra contingencia, como dicen los filósofos. Es decir, nos libera de la muerte, simbólicamente, y da una explicación a nuestra pobre existencia.

-¿La economía es la única que se ha encargado de unir los polos todavía opuestos de Occidente y Oriente?

-La única. Donde hay interés no hay engaño, nos dice el economista Hirschman. Poniéndonos racionalmente de acuerdo en los negocios podemos llegar a desarrollar un estilo de vida comprensivo. Oriente y Occidente deben comenzar entendiéndose en los negocios, y en eso no hay obstáculos religiosos ni ideológicos.

-Tratemos su nuevo libro. ¿Por qué resultó tan polémica su idea del mito bueno de Al-Ándalus?

-Se ha hecho de Al-Ándalus un caballo de batalla historiográfico y periodístico. El campo se divide entre quienes idealizan todo lo realizado en el mundo andalusí y aquellos otros que dicen que Al-Ándalus en todas sus épocas fue una batalla entre la mayoría musulmana y las minorías cristiana y hebrea. La diferencia es que mientras la primera es moralmente coherente con sus deseos de convivencia para la Humanidad, la segunda es deshonesta moralmente. La historia de Al-Ándalus es convulsa, como cualquier otra (¿dónde está esa Humanidad sin conflictos?). La idea de Al-Ándalus encerró un propósito noble: el deseo de encontrar un referente histórico para construir una sociedad mejor. Ojo, Al-Ándalus, tengamos presente, era una herejía, y aún lo sigue siendo, para los rigoristas islámicos.

-Cuando habla de la maurofilia racial de Blas Infante, ¿a qué está refiriéndose?

-Infante está imbuido de las ideas que circulaban en su tiempo; una de ellas era la de raza, pero se refería a una raza cultural. Blas Infante, en esa línea consideraba que racialmente, o sea culturalmente, los andaluces nos identificábamos con los moros, como antiguos hermanos nuestros. Esos moros, y otros ideólogos de la época, e incluso de después, del franquismo, identificados con la elite del Magreb, vendrían a ser los hermanos perdidos en las sucesivas diásporas a que dio lugar la España moderna. Infante llamó al reencuentro, a la fraternización con los hermanos del exilio.

-En El mito de Al-Ándalus hace una reflexión histórica y puntual sobre el día de la Toma. ¿Qué sentido tiene para Granada mantener hoy esta tradición?

-Después de haber luchado con medios puramente intelectuales en los años noventa por que quienes ocupaban el poder político, y me parecía que compartíamos estilos de vivir y pensar, ingeniasen una solución (que para mí era en sustancia mantener la ceremonia ritual convirtiéndola en fiesta popular, más abierta a los deseos de pluralidad de las sociedades modernas), y haber fracasado, ahora sólo se me ocurre solicitar su fin tal como está establecida. En algún lado hay que estar, y yo siempre he apostado por el de los vencidos.

-Es antropólogo. ¿Cree que con la crisis hemos aprendido a relacionarnos de un modo diferente?

-¡Qué otra cosa podíamos hacer! Estábamos embalados, a ver quién hacía y tenía más. Éramos jóvenes según muchos viejos europeos. Ahora nos hemos dado cuenta de nuestras arrugas, y con ellas de los vicios compartidos, entre ellos la sempiterna vanidad y el gran pecado nacional de la envidia. Si la crisis ha servido para algo es para vernos tal como somos, y de paso aprender a ver a nuestros semejantes. Por una vez no nos hemos tirado al cuello. Los movimientos sociales han sido correctos y el poder político debe oírlos, porque tienen muchas cosas que decirles, todas ellas positivas… Lo contrario es Ucrania, ¡fíjese!

-¿Asistimos al retorno de una Europa más racista?

-Yo tengo mis dudas. Pero es cierto que el monstruo no duerme. El racismo no se puede combatir con medidas pedagógicas, tiene que ser asumido por la mayoría como una imbecilidad histórica. La Humanidad tiene nostalgia de las viejas jerarquías. Ya no hay salida tras la barbarie del Holocausto, cuya trascendencia hay que medir en su alcance intelectual: querer hacer una jerarquía a toda costa. No, no podemos, ni vamos a volver atrás. Sería una hecatombe inenarrable.

-¿La repentina llegada de un Hércules solucionaría, tal vez, la presente crisis cultural, política, social…?

-¿Un "cirujano de hierro", como decía el decimonónico Joaquín Costa, enfrentado a la crisis de España? Si es por ese camino, pues no. Ahora, hace falta liberarnos de la mediocridad en todos los dominios. Hay que cooptar a líderes naturales y no tirar de intrigantes de salón. En los medios culturales e intelectuales ocurre igual. La generación mediática de los ochenta y noventa debe dar paso a la vida; a ellos ya los ha barrido la Historia, y además, si lo pretenden algunos, no están capacitados para darnos lecciones… ¡A buenas horas! Paso al aire fresco, sean cuales sean las consecuencias.

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