La clave está en la tierra de la Alcazaba (Badajoz)

30/12/11 .- http://www.hoy.es

Los trabajos se desarrollan en estos momentos en el área perimetral en la que se halló un vidrio egipcio del siglo XII y una fosa común del sigo XIX. La primera fase de restauración entra en su recta final y se extiende hasta la Puerta del Alpéndiz


La primera fase de la rehabilitación de la Alcazaba avanza y entra en su recta final. Algunos elementos de la estructura constructiva han sido recuperados y sus murallas están siendo restauradas. Eso explica que el proceso de renovación al que ha sido sometido el lienzo desde que comenzó la obra así como la evolución que está sufriendo haya adquirido tanta relevancia. Sin embargo, lo que guarda todavía las entrañas de este recinto amurallado también es de suma importancia. Debajo de este enclave se esconden siglos y siglos de historia. Aunque muchas veces se olvide, la clave también está en la tierra de la Alcazaba.
En estos momentos los trabajos se desarrollan entre la zona de El Metido y la Puerta del Alpéndiz, un espacio de especial interés en esta fortificación. Precisamente fue ahí dónde se encontró un vidrio de origen egipcio del siglo XII y una fosa común del sigo XIX, entre otras cosas.
El cinturón amurallado que se extiende entre los puntos anteriormente citados no es de época almohade, sino que forma parte del primitivo trazado de la Alcazaba anterior al año 1148. Puede fecharse en el año 858. Según explica el arqueólogo Fernando Valdés, comprende lienzos y torres de época omeya emiral y califal, taifa y almorávide (sin descartar retoques del periodo almohade). «Es una de las mejor zonas conservadas del recinto. En ella se puede estudiar la estructura de la fortificación prealmohade. Hay motivos para advertir la presencia de elementos capaces de aportar información histórica desconocida, de gran valor e imposible de rastrear en otros sectores del monumento», destaca Valdés.
Pero la franja de muralla sobre la que se está actuando comparte protagonismo con el suelo de esta construcción islámica. La superficie llana situada entre la línea amurallada (que va de El Metido y la Puerta del Alpéndiz), el antiguo depósito de agua y el aparcamiento de la Biblioteca de Extremadura fue objeto de diversos estudios arqueológicos entre los años 1877 y 1981.
Durante el desarrollo de estos proyectos salieron a la luz los restos de un poblado de la Segunda Edad del Hierro y por encima de ellos apareció una fosa común fechada a comienzos del siglo XIX con los restos de varios soldados. Por encima de la fosa, justo en el perfil del corte de la tierra, se encontró la boca de una atarjea procedente del espacio ocupado por el edificio que entonces era el Hospital Militar. Junto a ella se identificaron varios fragmentos de vidrio. Según recoge Fernando Valdés en un informe publicado por la Universidad Autónoma de Madrid, una de las piezas halladas fue importada de Egipto y demostró tener un extraordinario valor documental por sus características.
Se trata de un trozo de cristal que mide menos de 4 centímetros y cuyo grosor no llega al milímetro. Pertenece a una vasija de vidrio transparente soplado y tallado. Según destaca el arqueólogo en el documento, el fragmento conserva restos de decoración vegetal y los elementos ornamentales apuntan a un origen egipcio de época fatimí y a una fecha que oscila entre finales del siglo X y mediados del siglo XII. «Su valor es enorme no por el objeto en sí, sino por su procedencia y las pocas piezas de este tipo que se conservan en la actualidad. Es una reproducción vítrea de las piezas talladas de cristal de roce que se produjeron en Egipto durante el periodo señalado y sólo hay unas 200 en todo el mundo», apunta Valdés.
Por las circunstancias del hallazgo, se pudo concretar que este objeto y otros semejantes procedían del conjunto palacial existente bajo el Hospital Militar, parcialmente excavado, y que fueron arrastrados hasta la atarjea mencionada.
En la fosa común donde se hallaron los restos de los soldados también aparecieron diversos materiales asociados a los fallecidos. Botas, piezas metálicas del uniforme e incluso una moneda de oro, fueron algunos de los objetos que se recuperaron. Del estudio de los mismos, los arqueólogos dedujeron que se trataban de soldados españoles y polacos al servicio del ejército francés. «Algunos de ellos murieron durante el asalto inglés de 1812, que en aquel lugar alcanzó una especial virulencia. A juzgar por las circunstancias en que aparecieron los esqueletos de los soldados muertos, las bajas hubieron de producirse durante los últimos momentos del asedio», subraya Valdés en el informe.
Se cree que la fosa en cuestión no sirvió sólo para enterrar a algunos soldados sino a todos los fallecidos en la acción militar, por lo que posiblemente no se desenterraron la totalidad de los hallazgos, ya que el sondeo no acotó todo el área. Sólo se actuó sobre una superficie que abarcaba unos 4 metros de ancho por 4 metros de largo. Con lo que una zona que puede pasar desapercibida a simple vista es clave para el estudio de este histórico enclave.
Por esta razón, el pasado mes de septiembre Valdés remitió a la dirección general de Patrimonio Cultural dependiente de la Junta de Extremadura un informe haciendo alusión a estos hechos. En él se refería al seguimiento y sondeos arqueológicos que se están llevando a cabo en las obras de restauración de la Alcazaba. Destacaba la necesidad de que cualquier movimiento de tierra que se realice en la zona identificada debe señalizarse con precisión y acometer la correspondiente excavación arqueológica. «Si la dirección general de Patrimonio opta por un seguimiento arqueológico simple debe asumirse el riesgo de dañar restos de importancia histórica. En cualquier caso sería preciso cribar la totalidad de la tierra que se extraiga para evitar la pérdida de objetos de valor», concluye.

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