Condicionamientos geológicos e hidrológicos en la distribución del poblamiento medieval en el noreste de Guadalajara

Guillermo GARCÍA-CONTRERAS RUIZ. Universidad de Granada.
2/12/12

Pretendemos reflexionar sobre la relación existente entre la distribución del poblamiento de época medieval y los condicionamientos geológicos e hidrológicos que impone el medio físico, en un área del centro de la Península Ibérica. A partir de ello, expondremos algunas consideraciones sobre el grado de determinismo ambiental en la localización de los asentamientos. Enfocaremos nuestro interés en los cambios que se detectan entre el periodo visigodo y el andalusí y entre éste y el periodo feudal.

CONDICIONAMIENTOS GEOLÓGICOS E HIDROLÓGICOS EN LA DISTRIBUCIÓN DEL POBLAMIENTO MEDIEVAL EN EL NORESTE DE GUADALAJARA

Guillermo García-Contreras Ruiz. Universidad de Granada.


Este texto se trata de una versión resumida y traducida al español de un trabajo algo más amplio y complejo recientemente publicado: GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, Guillermo «Hydrogeological conditions in the medieval settlement patter in the Northeast valleys of Guadalajara (Spain)» in Fréderique Bertoncello et Frank Braemer (eds.) Variabilités environnementales, mutations sociales. Nature, intensités, échelles et temporalités des changements. XXXIIe recontres internacionales d’archéologie et d’histoire d’Antibes, Éditions APDCA, Antibes, 2012, pp. 281-291.
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Resumen

Pretendemos reflexionar sobre la relación existente entre la distribución del poblamiento de época medieval y los condicionamientos geológicos e hidrológicos que impone el medio físico, en un área del centro de la Península Ibérica. A partir de ello, expondremos algunas consideraciones sobre el grado de determinismo ambiental en la localización de los asentamientos. Enfocaremos nuestro interés en los cambios que se detectan entre el periodo visigodo y el andalusí (siglos V al IX) y entre éste y el periodo feudal (siglos XI al XIII).

Introducción: caracterización del área de estudio

El área a analizar está situada en la parte noreste de la provincia de Guadalajara. Se trata de una zona montañosa, entre el Sistema Central y el Sistema Ibérico, en la que los páramos, superficies montañosas aplanadas, son dominantes. Junto a ello, el principal elemento orográfico son los valles fluviales, siendo el más destacado el del río Henares. En esta zona se han llevado a cabo varias campañas de prospección arqueológica entre 2008 y 2010, integradas en un proyecto de investigación más amplio que pretendía poner en relación la organización del territorio con la explotación de la sal (1). A estas prospecciones propias, y a los estudios de carácter histórico y arqueológico que se hicieron con anterioridad, debemos añadir la información resultante del examen de la documentación escrita, tanto coetánea como posterior. Con todas estas fuentes de información hemos podido ir definiendo la distribución de los asentamientos, así como hemos ido proponiendo distintas interpretaciones y análisis acerca de la evolución del poblamiento (GARCÍA-CONTRERAS 2009, MALPICA y GARCÍA-CONTRERAS 2010, MALPICA et. alii 2011).
La pregunta que ahora nos hacemos, como decíamos anteriormente, es cuál es el grado de influencia que el medio físico impone a la elección del lugar en el que asentarse en la Edad Media. Partimos de una idea básica: esta elección tiene que ver fundamentalmente con las necesidades productivas: agrícolas, ganaderas o mineras, y en el caso concreto de estas tierras con las salineras, ya que la sal es uno de los recursos naturales más abundantes en la zona. Evidentemente, si nos limitamos solamente a estas necesidades no alcanzaremos a comprender la totalidad del proceso histórico, ya que otras causas, tales como las militares, o incluso las ideológicas, deben ser tenidas en cuenta. Ahora bien, lo que nos interesa ahora es prestar atención fundamentalmente a las primeras. Las actividades económicas dependen, tanto de las capacidades técnicas de los grupos humanos estudiados como de las posibilidades y limitaciones que ofrece el medio físico con el que interactúan y al que transforman. Es decir, son en estas actividades productivas donde más patente se hace la relación de los seres humanos con el medio físico.
Es por ello por lo que necesitamos caracterizar correctamente el área elegida para el estudio. Como decíamos, nos encontramos ante el encuentro de dos importantes sistemas montañosos, lo que da lugar a una orografía compleja en la que se alternan extensas cimas aplanadas, algunos cerros aislados y valles interconectados entre sí, más o menos estrechos por los que discurren los distintos cursos fluviales (BENITO, PÉREZ-GONZÁLEZ y SANTOJA, 1998). La topografía de esta zona es bastante irregular, con alturas que van desde los 1300 metros de altura máxima, hasta los 600 metros en los fondos del valle, por donde discurren los ríos. La orientación de éstos es de tendencia noreste-suroeste. Además del Henares, que es el río principal, debemos destacar uno de sus afluentes: el río Salado, ya que los valles de ambos son donde se concentra la mayor parte del poblamiento, quedando el resto de las áreas, más montañosas, algo más despobladas.


Fig. 1. Localización y panorámica del área de estudio
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Geológicamente, uno de las principales características es la fuerte diferencia que hay entre las zonas elevadas y los fondos de valle. Los altos relieves están compuestos de materiales del triásico o del jurásico. Tienen contornos simples y regulares, abundando las carniolas, las dolomías jurásicas y las calizas. El aspecto que presentan los montes, en la actualidad la mayoría sin vegetación o con manchas esporádicas de bosques de encinas y robles, es la de formas planas, con contornos simples y regulares y sin una excesiva pendiente, con una escasa capacidad para la agricultura por ser suelos pobres, estar expuestos a los condicionamientos climáticos, y por la escasa capacidad de retención de agua en superficie, ya que ésta se filtra. Frente a ello, los amplios fondos de valle, de tendencia plana, se han desarrollado sobre arcillas del Keuper, que a veces contienen margas, yesos y sales, habiendo sido explotadas históricamente estas últimas. Podríamos decir que la secuencia paisajística estándar, por lo tanto, es la de unas zonas altas de rocas de color gris, desnudas o salpicadas de bosques o praderas de hierba, se va descendiendo hacia las faldas de los montes, en donde abundan las surgencias de agua dulce y con ello la vegetación bosquiva, los arbustos y las plantas aromáticas; para finalmente llegar a unos rojos valles en donde el cultivo de cereal de secano es la práctica dominante (GARCÍA-QUINTANA, 2008: 52-53). Es importante destacar esas surgencias de agua dulce en la media ladera. Todas ellas siguen una especie de línea más o menos recta y horizontal que marca el cambio entre las zonas altas y los fondos del valle, y que se producen por ser el punto de contacto entre las dos diferentes litologías antes descritas. Aunque no son las únicas fuentes de agua dulce, si son las mayoritarias, ya que en el fondo de los valles predominan las aguas saladas.
La presencia de la sal en esta zona interior de la Península Ibérica tiene una larga historia geológica en la que no conviene centrarnos ahora. Baste decir que el acuífero subterráneo se carga de sales antes de salir a la superficie, originando manantiales de salmuera o endorreísmos y encharcamientos, que van a ser dominantes en muchas partes de estos valles. Desde época prehistórica, estas sales han sido aprovechadas, bien de manera natural mediante su recolección o su aprovechamiento por parte del ganado, o bien con métodos cada vez más complejos hasta desembocar en las salinas (MALPICA et. alii 2011). Éstas son, básicamente, complejos hidráulicos en los que se extrae el agua salada mediante norias y se busca su saturación hasta convertirla en grano facilitando la evaporación del agua al exponerla al calor y el viento. Lo que nos interesa destacar aquí es que este condicionante hidrogeológico no es positivo o negativo por sí mismo: dependiendo del modo en el que sea gestionado, puede ser un impedimento para el poblamiento, por las dificultades que imponen los encharcamientos salados a las comunicaciones y a la práctica agrícola; o un atractivo, por los beneficios económicos que genera un recurso natural tan preciado como era la sal cuando se crean las condiciones técnicas necesarias para su obtención.

El poblamiento medieval en relación con la geología y la hidrología

Aunque de una manera excesivamente simplista, pero efectiva para los objetivos que perseguimos en este trabajo, podemos dividir la Edad Media en este territorio en cuatro grandes etapas: la visigoda (ss. V-VIII), la andalusí (ss. VIII-XII), la feudal (XII-XIV), y la bajomedieval (ss. XIV-XVI). Nos ocuparemos de las tres primeras, a grandes rasgos, y sin detenernos en las transformaciones dinámicas que ocurren dentro de cada una de ellas.
Para el periodo tardoantiguo o visigodo no son muchos los datos que disponemos, debido a las dificultades que presenta el registro arqueológico del periodo, siendo algo más abundantes para el valle del Henares que para el del Salado (MORERE, 1983: 36-47; VALLEJO, 1994). La localización de los asentamientos de este periodo está en relación con el trazado viario de época romaan, en cuyas cercanías se sitúan los lugares de dispersión cerámica que marcan la existencia de yacimientos arqueológicos enterrados. Sobre lo que nos interesa ahora llamar la atención es sobre su localización en las partes llanas, en los fondos del valle, cercas de las zonas arcillosas y lejos de las de montaña. Se localizan en pequeñas elevaciones rocosas, amesetadas, cerca de los pocos manantiales de agua dulce que están en el llano y no en la media ladera. La existencia de este sistema de poblamiento, con continuidad topográfica respecto al de época romana. indica que el llano fue explotado intensamente. De confirmarse en futuras investigaciones que este es el patrón de ocupación por parte de las aldeas en los siglos V al IX, esto supondría una revisión de la historiografía tradicional que abogaba por el fin del sistema de explotación romano en el siglo V, a favor de un mayor peso de la ganadería en zonas de montaña y un alejamiento de las vías de comunicación. El parcelario junto con los sistemas hidráulicos que rodean a estos asentamientos parecen indicar la existencia de una agricultura asociada a estos sitios, sobre suelos de rendsinas y margas irisadas (liásivas) yesíferas, asociadas a suelos con alto contenido en sales, pero que permiten un intenso aprovechamiento agrícola a base de cereales y leguminosas, dada su capacidad para retener la humedad (ALONSO, 1978: 240).


Fig. 2. Distribución de los asentamientos del periodo tardoantiguo (ss. V-VIII) sobre una carta geológica simplificada y las áreas de mayor concentración salina. La letra a) corresponde a Sigüenza
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Durante el periodo andalusí se produce una mutación en el poblamiento, ya que este abandona los fondos del valle y se sitúa en las medias laderas, junto a las abundantes surgencias de agua dulce que antes mencionábamos. El patrón de asentamiento rural ahora parece responder a un modelo político descentralizado, y topográficamente dual: por un lado los asentamientos en altura fortificados, que responden a condicionamientos sociopolíticos en los que no vamos a entrar ahora, y por otro los asentamientos a media ladera, más ligados a la explotación directa de los recursos naturales (2). Se trata de pequeñas aldeas, asociadas a los lugares de contacto entre las distintas litologías: por encima se sitúan las calizas y dolomías del jurásico, que debido a su bajo espesor y su baja fertilidad no consienten una agricultura suficiente para abastecer a la población, pero sí una cabaña ganadera que podría alternar estas zonas de monte con los prados halófilos situados en el llano. En esas zonas de monte, desde la Edad Media se produce una sobreexplotación, no sólo por las actividades ganaderas sino también por la extracción de la madera, que ha cambiado su fisonomía (FIDALGO, 1987: 25-28). En la misma cota en la que se sitúan esas aldeas, junto a ellas, y en torno a las surgencias de agua, se han localizado algunas terrazas, fosilizadas o bien hoy en cultivo, que pueden estar remitiéndonos al sistema agrícola del periodo. Estas tierras se benefician de la sedimentación resultante de la erosión de las partes altas de los montes, mezclado con las arcillas del fondo del valle, que dan como resultado zonas de suelos blandos y menos permeables óptimas para la agricultura (HERNANDO, 1977). Finalmente, en los fondos del valle, sin que por el momento conozcamos la existencia o no de extensos campos de cultivo de cereal en este periodo, sí que tenemos datos suficientes que apuntan hacia la configuración y consolidación de distintas salinas, asociadas a algunas de estas aldeas.
Respecto a los asentamientos en altura antes mencionados, puestos de control del territorio, se sitúan en cerros aislados o promontorios rocosos que desde las parameras se adentran en el valle. Parece haber una preferencia por las zonas de areniscas, quizás por la facilidad que presentan para ser trabajadas. Además, es la roca más utilizada en la construcción de estas fortificaciones. Estos castillos se sitúan en suelos rocosos, poco desarrollados, asociados a litosuelos, calizas, muy pobres en nutrientes y con una escasa potencia de retención hidráulica, en cuyo entorno no puede cultivarse, debiendo la sus habitantes bajar a trabajar al llano o ser abastecidos por la producción de las aldeas.


Fig. 3. Distribución de los asentamientos del periodo andalusí (ss. VIII-XII) sobre una carta geológica simplificada y las áreas de mayor concentración salina. Las letras corresponden a a) Atienza b) Riba de Santiuste c) Bonilla d) Alboreca

Con la conquista feudal a partir de mediados del siglo XII, se va a producir un abandono de los asentamientos de altura (salvo unos pocos, pero con una función totalmente diferente) y un traslado de los asentamientos rurales hacia zonas próximas a las anteriores aldeas andalusíes, pero sin superponerse a ellas, tal y como se reguló en el Fuero de Sigüenza en 1140 (MUÑOZ, 1847: 530). La lógica productiva parece mantenerse, ya que topográficamente continúan siendo las medias laderas en torno a las surgencias de agua dulce los espacios más atractivos para este nuevo poblamiento, y siguen sin ocuparse los fondos del valle. Dos diferencias debemos señalar: en primer lugar una mayor preferencia por situarse junto a afloramientos de arenisca, preocupación que no parece existir en el periodo anterior, y que pensamos debe ponerse en relación con el ritual funerario de tumbas excavadas en la roca; en segundo lugar el comienzo de los sistemas de drenaje de los encharcados fondos del valle, que debemos relacionar con la puesta en marcha de una agricultura cerealística extensiva. Comienza entonces el patrón de asentamiento que ha perdurado hasta el presente, siendo la despoblación de algunos lugares que surgen en el siglo XII y la concentración de la población en algunas aldeas cada vez más grandes los fenómenos que afectaron al poblamiento con posterioridad al siglo XIV. También se va a producir un alejamiento de las zonas de producción salina, que no dependen tan estrechamente de las aldeas, ya que los beneficios de su producción son repartidos, con todos los problemas y litigios que ello supuso, entre el rey, los señores feudales y las élites del nuevo señorío episcopal de Sigüenza que se organiza a partir de este momento.


Fig. 4. Distribución de los asentamientos del periodo feudal (ss. XII-XIV) sobre una carta geológica simplificada y las áreas de mayor concentración salina. Las letras corresponden a a) Atienza b) Sienes c) Carabias d) Sigüenza

Algunas consideraciones finales

Lo que hemos tratado de plasmar en estas líneas son algunas reflexiones sobre los condicionamientos geológicos e hidrológicos que tiene el poblamiento medieval en una zona concreta del centro peninsular. Evidentemente, necesitamos continuar avanzando, sobre todo con la participación de distintas técnicas y especialistas. Y sobre todo, estamos faltos de excavaciones arqueológicas que permitan dotar de densidad al conocimiento histórico de esta región, y de dinamicidad a esta imagen en exceso estática que hemos ofrecido. En cualquier caso, pensamos que sobre algunas conclusiones podemos ir reflexionando.
Aunque hay una interrelación compleja de muchos más factores, pensamos que los tres elementos aquí tratados, geología, hidrología y actividades productivas, son la base de creación del paisaje en sociedades preindustriales. Pero como hemos tratado de demostrar aquí, no parece haber determinismo de los dos primeros sobre el último, sino un condicionamiento, tal y como anunciábamos desde el mismo título. Durante los cerca de 1000 años examinados, el marco físico, como contexto, fue siempre el mismo, y sin embargo, el patrón de asentamientos cambió. Esto indica que la aparente dependencia que se establece entre el poblamiento rural y el medio ambiente no es tan simple como a menudo se afirma.

Notas

(1) Proyecto I+D «Organización del territorio y explotación de la sal desde la Tardía Antigüedad a la formación de la sociedad feudal en el área del Sistema Central : zonas de Guadalajara y Madrid» (HUM2007-66118/HIST) dirigido por Antonio Malpica Cuello. Las prospecciones arqueológicas, dentro de este proyecto, han sido dirigidas por Nuria Morère Molinero y Jesús Jiménez Guijarro. En ellas, además del director del proyecto y de los coordinadores de las prospecciones, han participado y colaborado en los trabajos de campo: Marcos García García, Alberto García Porras, Ángel González Escudero, Teresa Koffler Urbano, Luis Martínez Vázquez, José Antonio Narváez Sánchez, Sergio Palomo Gijón, Pilar Sánchez Duarte, Bilal Sarr, Sonia Villar Mañas y quien escribe estas líneas.

(2) A ello deberíamos añadir la ocupación de cuevas y la existencia de torres exentas, cuadradas y circulares. En ambos casos se trata de temas que conllevarían una larga discusión y que no podemos abordar en este trabajo por las características del mismo.

Bibliografía

ALONSO FERNÁNDEZ, Julián (1978), «La capacidad económica y poblacional del suelo en las comarcas serranas de Guadalajara», Wad-al-Hayara, 5, pp. 237-249.

BENITO CALVO, Alfonso, PÉREZ-GONZÁLEZ, Alfredo, y SANTONJA, Manuel (1998), «Evolución del medio físico del valle del alto del río Henares: rasgos y características geomorfológicas», VI Encuentro de Historiadores del valle del Henares, Alcalá de Henares, pp. 17-31.

FIDALGO HIJANO, Concepción (1987), La Transformación humana del paisaje en la Serranía de Atienza, Madrid.

GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, Guillermo (2009), «Territorio y explotación de la sal en el valle del Salado (Guadalajara) en época andalusí», Arqueología y Territorio, 6, pp. 211-224.

GARCÍA QUINTANA, Álvaro (2008), «Geología y paisajes de Guadalajara», en Amelia Calonge y Marta Rodríguez (eds.), Geología de Guadalajara, Guadalajara, pp. 15-71.

HERNANDO COSTA, S. (1977), «Aspectos paleogeográficos del «Keuper» en el borde SW de la rama castellana de la Cordillera Ibérica (Provincias de Segovia, Soria y Guadalajara)», Cuadernos de Geología Ibérica, 4, pp. 385-398.

MALPICA CUELLO, Antonio y GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, Guillermo (2010), «Asentamientos y explotación de la sal en el valle del Salado y la zona de Sigüenza en época altomedieval», En la España Medieval, 33, pp. 295-324.

MALPICA CUELLO, Antonio, MORÈRE MOLINERO, Nuria, JIMÉNEZ GUIJARRO, Jesús y GARCÍA-CONTRERAS RUIZ, Guillermo (2011), «Paisajes de la sal en la Meseta castellana desde la Prehistoria a la Edad Media: el valle del Salado (Guadalajara)», en Miguel Jiménez Puertas y Guillermo García-Contreras Ruiz (eds.), Paisajes históricos y Arqueología Medieval, Granada, pp. 233-276.

MORÈRE MOLINERO, Nuria (1983), Carta arqueológica de la región seguntina, Madrid.

MUÑOZ Y ROMERO, Tomás (1847), Colección de fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid.

VALLEJO GIRVÉS, Margarita (1994), «Reflexiones sobre el poblamiento visigodo del valle del Henares», Actas del IV Encuentro de Historiadores del valle del Henares, Alcalá de Henares, pp. 69-74.

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