Torrestrella: análisis de un castillo frontero en la campiña gaditana (*)

Por Juan José Mostazo Salazar.
12/10/09

(*) XXXII PRemio Manuel Corchado 2008. Concurso de investigación histórico-arqueológico organizado por la Asociación Española de Amigos de los Castillos

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Introducción

Torrestrella es un castillo roquero(1) que se sitúa sobre un peñón escarpado a unos seis kilómetros al sureste de la actual población de Medina Sidonia (Cádiz). El interés por esta fortificación es dual: En primer lugar, por encontrarse asociado a un contexto y realidad histórica tan interesante como es la conquista cristiana del valle del Guadalquivir y la creación de la Frontera de Castilla con el Reino nazarí de Granada; hecho que dejaría a la fortaleza como punto avanzado en la misma durante dos centurias y media. En segundo lugar, por su decente estado de conservación a pesar de los estragos causados por el paso del tiempo y la desidia en su conservación y mantenimiento por parte de sus propietarios y la Administración. Un castillo que lucha en solitario por querer estar ahí, firme, estoico, a la espera de un rescate que no haga perder un trozo tan importante de nuestra Historia.


La estructura del trabajo viene organizada en dos grandes bloques. Por un lado trato de contextualizar el castillo según el momento histórico que marcó su funcionalidad y existencia, desde los años turbios y difíciles del inicio y consolidación de la Frontera hasta el abandono de la fortificación en las postrimerías de la Baja Edad Media y principios de la Edad Moderna. Por otro lado, esbozo un minucioso análisis arquitectónico a partir del trabajo de otros autores y de observaciones y mediciones que he realizado recientemente in situ; que a falta de una excavación arqueológica proporcionan un camino viable para interpretar el conjunto desde la topología constructiva, el empleo de materiales y la distribución de espacios. Nuestro propósito es ayudar a divulgar aquello que la escasa documentación histórica le ha negado a la fortaleza: comprender el qué, el cuándo, el cómo y el por qué de su ser; y con ello sacar del olvido este maravilloso e interesante monumento.

Análisis histórico

La capitulación de Sevilla, ocurrida en el año 1248, fue un golpe terrible para los territorios musulmanes del Bajo Guadalquivir(2). Como una fruta caída tras cortar la rama sobre la que se asienta, toda la campiña sevillana, buena parte de la tierra llana de Huelva y comarca del Guadalete en Cádiz, con sus ricas ciudades y fortalezas, pasaban a manos de los cristianos. Al principio no hubo muchos problemas, pues el Rey conquistador, Fernando III, pactó con los habitantes de la zona la permanencia de éstos en sus haciendas a cambio de someterse a Castilla(3). Ante tal cantidad de territorios nuevos por ocupar y el agotamiento económico y demográfico de décadas de guerras ininterrumpidas, los castellanos apenas se limitaron a ocupar los alcázares y alcazabas de las plazas más importantes. repliche orologi di lusso

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Muerto Fernando III en 1252, su hijo Alfonso X no tardó en implicarse activamente en la política del sur del Reino. Para entonces, buena parte de los extensos territorios ocupados tras la conquista en la comarca gaditana habían sido abandonados y sus ciudades las acaudillaban señores musulmanes locales de extrema debilidad política(4). El monarca, con el paso de los años, fue recuperando todos los territorios perdidos y apostando en ellos nuevamente guarniciones militares leales que le aseguraran la región. Sin embargo, su talante distaba de parecerse al de su padre. En lugar de fomentar los pactos con la población local, recortó poco a poco sus derechos y fomentó la instalación de inmigrantes. Se tienen muchos ejemplos de ello, como los privilegios a cristianos para comprar propiedades de moros en Arcos, el traslado forzoso de los mudéjares de Morón a alquerías vecinas, o la sonora
conquista de Niebla en el año 1262 y el posterior vacío de mudéjares en Écija, al año siguiente, para repoblarla con cristianos.

En parte por culpa de estos sucesos, el grado de insatisfacción de la población local musulmana, que con mucho seguía siendo la predominante en gran parte del suroeste andaluz, aumentaba día a día; al final, instigados por el sultán nazarí de Granada (que en los últimos años se había distanciado políticamente del soberano castellano), se rebelaron en el año 1264.
La revuelta triunfó plenamente en la comarca del Guadalete y el Reino de Murcia, con funestas consecuencias futuras para sus pobladores. Alfonso X, ayudado por su suegro Jaime I de Aragón, pudo reprimirla no sin esfuerzo(5) y con ello consiguió un pretexto para originar la expulsión total de la población autóctona que todavía no había emigrado tras la conquista. La emigración forzosa de musulmanes, masiva, dejó yermo y despoblado buena parte de los
Reinos de Murcia y Sevilla, al que la campiña gaditana se circunscribía.

A partir de este instante, los intentos repobladores de los monarcas, que con mayor o menor acierto habían actuado a lo largo de todo el valle del Guadalquivir durante los últimos años, se intensificarían en nuestra zona de estudio. La Frontera en la campiña gaditana comprende una serie de territorios, más o menos llanos, dominados por fortificaciones situadas estratégicamente para el control de los mismos. Al noroeste, como ciudad base y centro de aprovisionamiento de toda la región, se situaba la villa de Jerez, gran cabeza de la comarca del Guadalete y de la campiña. Situadas radialmente a ésta, y avanzando en dirección sureste, nos encontramos con una serie de castillos con cerca urbana, núcleos fortificados de población que tras la expulsión habían quedado desiertos y fueron, al principio, reforzados tan sólo con una potente guarnición militar. Son los casos de Vejer, Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules. Sanlúcar, Cádiz, El Puerto de Santa María y Arcos, que se encontraban en una segunda línea de defensa frente al territorio musulmán, fueron por ello repobladas con mayor facilidad y celeridad que las primeras durante las décadas siguientes.

Vejer, Medina S. y Alcalá G. eran la llave de la Frontera y los primeros núcleos
importantes que constituían un frente común de defensa. Al oeste, Vejer cerraba el litoral y vigilaba el sector occidental de dicha marca. Medina S., situada en lo alto de una loma a gran altitud, domina desde su posición un vasto territorio llano que le permitía mantener contacto visual con la mayoría de ciudades y castillos de este sector de la Frontera. Alcalá G., en cambio, se encuentra a los pies de la sierra del Aljibe, último reducto de la cordillera subbética en el suroeste peninsular. Debido a ello, con su posición cerraba los escasos pasos fronterizos ubicados en la sierra por esa zona. Ante estas tres plazas se creó una extensa tierra de nadie desde el río Barbate hasta la Bahía de Algeciras, que actuaba como marca militar.

En este contexto es donde se desarrolla la razón de ser del castillo de Torrestrella, que se alza como punto de apoyo en la defensa de Medina Sidonia, vigía de sus terrenos circundantes y del camino histórico que, partiendo de la zona del Estrecho, llegaba hasta Sevilla(6). Como ya veremos en las conclusiones del análisis arquitectónico del conjunto, el origen de la fábrica es de época musulmana, probablemente almohade de fines del s. XII o
principios del s. XIII. Sin embargo, todo parece indicar que fue muy reformada en los años posteriores a la conquista cristiana. Pero no conviene adelantar ideas generales sobre la misma sin antes seguir incidiendo en la evolución histórica de la zona.

Como citábamos en párrafos anteriores, la expulsión de mudéjares andaluces conllevó una despoblación casi total del territorio. Sin embargo, se tiene constancia como, durante las campañas de 1264, Alfonso X instaló guarniciones en la mayoría de las plazas fuertes de la campiña gaditana y el valle del Guadalete. No se cita a Torrestrella, pero si suponemos el hecho de que la fortaleza ya existía y era un punto clave en la defensa de Medina Sidonia, debió recibir algún contingente militar, por escaso que este fuera. Durante los años próximos Alfonso X intentó consolidar el poblamiento en la zona, ya que era la única manera efectiva de defender la región; en caso contrario incidiría en los mismos problemas que conllevaron la pérdida de dichos territorios al poco de la conquista de Sevilla. El monarca dio un Libro de Repartimiento a Jerez(7), y ya a finales de la década de 1260 comienza a interesarse activamente por la vanguardia de los territorios fronterizos. Se conservan documentos que conceden franquezas y privilegios fiscales a aquellos que fueran a morar a Medina S. y la concesión de un mercado semanal a dicha villa, además del deslinde de su término municipal con el de Alcalá de los Gazules, Vejer y Jerez. Con ello, el monarca mostraba un claro interés por consolidar el territorio.

Sin embargo, Alfonso X se centró en los años venideros en diversos asuntos(8) que distrajeron su atención y relegaron la consolidación de la Frontera y la guerra contra los musulmanes a un segundo plano hasta que, a mediados de 1275, los meriníes del norte de África se aliaron con los nazaríes de Granada y saltaron a la península. La irrupción de los norteafricanos cayó como un mazazo en la moral de las gentes, pues se dedicaron a arrasar y
saquear impunemente todo el Bajo Guadalquivir, comenzando por los terrenos de Vejer, Medina Sidonia y Jerez, hasta acabar en las ricas tierras de la campiña sevillana. Cuando el Rey intentó contraatacar y expulsar a los invasores, éstos ya se habían retirado, cargados de botín, a sus posesiones allende el mar(9).

La primera invasión meriní supuso un giro radical en la política del monarca, pues éste volvió de nuevo sus ojos hacia Andalucía para convertirla en su primera prioridad, ya que sucesivas campañas musulmanas podían provocar la pérdida de los territorios que tanto trabajo les había costado conseguir a sus antepasados. Por ello, Alfonso X firmó una tregua con meriníes y nazaríes, reunió recursos, rehabilitó buena parte de las fortalezas y las guarneció con más hombres. No sabemos si Torrestrella recibió alguna reforma militar, aunque es probable que tan sólo fueran apostados más hombres en ella. Sin embargo, nada pudo hacerse cuando los norteafricanos se saltaron la tregua y volvieron a invadir la península al año siguiente, en 1277, saqueando impunemente de nuevo todo el valle del Guadalquivir(10).

Fue en este momento cuando el Rey decidió preparar un contraataque que frenase las ansias expansionistas de los meriníes. Aunque de momento no habían logrado tomar ninguna plaza fuerte, las continuas talas habían empobrecido la región y mermado la capacidad defensiva de sus gentes. Por ello Alfonso X planeó la conquista de Algeciras, una ciudad portuaria meriní cedida por los granadinos para servir de punto de desembarco. El asedio marítimo, que comenzó en 1278, no sirvió de mucho hasta que las tropas terrestres cercaron la ciudad a principios del año siguiente. La prolongada duración del sitio, además de la falta de organización, hizo que la expedición acabara en fracaso y los cristianos se retirasen apresuradamente hacia sus posesiones de interior, entre ellas Torrestrella.

Sin embargo, el Rey, acosado de nuevo por una nobleza que de nuevo se volvía a rebelar ante los fracasos recientes, no dio muestras de flaqueza y siguió con sus empresas. Esta vez volvió su vista a las Órdenes Militares, pues creía que los territorios de primera línea serían mejor defendidos por freires armados. Cedió Cazalla a la Orden de Calatrava, Morón y Cote a la de Alcántara y, lo que nos interesa, Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia a la
Orden de Santa María de España. Ya desde la revuelta mudéjar Alfonso X había donado extensos territorios en la zona a la mayoría de las órdenes militares, destacando las recibidas a la Orden de Calatrava(11) y a la de Santa María de España, aunque no se había olvidado de las demás(12). Merece la pena pararse en este último punto ya que esta Orden, creada por el propio
monarca en el año 1272, tenía el fin estrictamente marítimo de ayudar al Rey en sus potenciales campañas en ultramar. El Puerto de Santa María fue su centro neurálgico en la zona del Bajo Guadalquivir. Sin embargo, el desastre de Algeciras y la precipitación de acontecimientos hicieron que el Rey reconsiderase los objetivos de la Orden de Santa María de España y le cedió, mediante un documento firmado en 1279, las villas y castillos de Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia. Y aquí es donde interviene nuestra fortaleza, pues en dicho privilegio se recoge que la citada Orden tenía obligación de establecer su sede en esta última ciudad, por lo que es altamente probable que la reforma cristiana del castillo de Torrestrella se produjera entonces para convertirla en sede conventual de la Orden de Santa María. Su privilegiada situación y su cercanía a Medina S. hicieron que fuera convertido en un auténtico almacén de guerra, conclusión a la que llegaremos tras realizar el análisis arquitectónico de la ubicación y disposición de las habitaciones y patios que lo componen. Desde un punto de vista toponímico, Torrestrella deriva de Torre de Estrella; Alfonso X alude al topónimo de Estrella en algunos documentos para referirse a Medina S., y una torre no es más que un castillo rural sin población civil asociada con estricta función militar(13). De hecho, a raíz de este privilegio, Santa María de España compartió su nombre con el de Orden de Estrella.

La dominación del castillo por la Orden monástica fue importante por conferirle su aspecto actual, pero efímera. De hecho, un desastre militar santiaguista ocurrido en Moclín(14) al año siguiente obligaría al monarca a disolver la Orden de Santa María de España para integrar sus efectivos en la mermada Orden de Santiago.

La fortaleza debió permanecer como un enclave bien fortificado durante toda esta época por la inestabilidad política de la región. Alfonso X, que moría al inicio de 1284, había tenido en los últimos años de su vida que ver cómo su hijo el infante Sancho le disputaba el trono(15), lo que conllevó que los norteafricanos siguieran con sus razzias por buena parte de Andalucía y que incluso practicaran una cabalgada hasta Toledo. A la muerte del Rey, los rutinarios ataques meriníes de 1284 acabaron en un asedio en toda regla a Jerez en el año 1285, lo que obligó al nuevo monarca, Sancho IV, a levantar el sitio no sin esfuerzo. Torrestrella, debido a su situación geográfica, fue testigo de excepción de los acontecimientos y por ello es probable que estuviera fuertemente guarnecida.

El constante cambio de poder en los territorios cristianos en una zona tan conflictiva tiene una explicación sencilla. El monarca se hallaba en una situación difícil, pues tenía que ceder las zonas más inseguras y conflictivas del Reino a quién mejor pudiera defenderlas. Sin embargo, las Órdenes Militares se habían mostrado incapaces de estar a la altura de la situación(16), como lo demuestra la escasa duración en que permanecieron en poder de tan
importantes plazas aquellos años cruciales.

La conquista de Tarifa en el año 1291 por parte de Sancho IV le supuso a Torrestrella perder su condición de avanzada en la Frontera, aunque su importancia siguió siendo estratégica. Tras la desaparición de la Orden de Santa María de España en 1280 se presentan unos años confusos debido a la escasa documentación, aunque una donación fechada en 1285 daría con las posesiones de Medina S., Vejer y Alcalá G. en manos de los santiaguistas. Sin
embargo, su dominio sobre el terreno debió durar más bien poco, pues pocos años más tarde, muerto Sancho IV, su esposa María de Molina, madre y regente de Fernando IV, otorgó Medina Sidonia en señorío a Alonso Pérez de Guzmán(17), por lo que es de suponer que Torrestrella, debido a la cercanía con la primera, se integraría en dicho lote. La villa, entre los quince últimos años del s. XIII y los diez primeros del s. XIV, recibió diversos privilegios en
materia de impuestos, lo que facilitó enormemente la repoblación del lugar. En cambio, entre las obligaciones de los nuevos moradores estaría la de la defensa y abastecimiento de los castillos vecinos, como Torrestrella.

Durante la primera mitad del s. XIV, el desplazamiento de la zona de conflicto de la campiña al área del Estrecho le supuso a la zona de Medina S. una relativa calma, aunque debemos suponer que Torrestrella mantendría su funcionamiento. Alfonso XI y Pedro I siguieron confiriendo nuevos privilegios a Medina Sidonia, como permitirle la elección de sus propios alcaldes, alguaciles y demás oficiales del municipio. Con el paso de los años, el paréntesis de la guerra civil castellana y la relajación de la contienda contra los musulmanes hacen que la ciudad de Medina Sidonia apenas aparezca citada en las fuentes si no es para dirimir algún pleito de pastos o de deslinde de territorios con villas vecinas.

Sin embargo, ello no quiere decir que Torrestrella fuera aún abandonado, pues en un documento fechado en 1411, el Rey Juan II concede a los habitantes de Medina S. que no se les cobre ningún impuesto cuando, literalmente, han de huir de su término por algarada de moros. Lo que significa que, a principios del s. XV, el peligro era latente en la zona; no tenía sentido que la fortaleza estuviera aún abandonada, ya que en ese caso podría servir de base a los mismos musulmanes para que se atrincheraran en ella. No, Torrestrella debía estar guarnecido y bien defendido por aquel entonces. A partir de ahí las crónicas enmudecen y no volvemos a tener referencias que nos hagan dilucidar qué ocurrió con el castillo. Las tomas de Gibraltar y Jimena(18) en la segunda mitad del s. XV y la definitiva caída de Granada en 1492 condicionaron que Torrestrella perdiera, primero, su carácter fronterizo y, después, la razón de su existencia. No sabemos cuándo fue abandonada definitivamente, aunque con total seguridad debía estarlo en el s. XVI, pues para entones las autoridades municipales de Medina Sidonia habían dado licencia para usar las piedras del alcázar como material constructivo en
la nueva Iglesia Mayor y las casas vecinales. Tal acto indica que la funcionalidad defensiva del lugar se había perdido, por lo que creemos que Torrestrella debió ser también abandonada, si no al poco de la toma de Granada, a fines del s. XV o principios del s. XVI.

Si ha llegado hasta nosotros en un estado más o menos intacto ha sido por su
aislamiento, lo que ha propiciado la no reutilización de sus materiales, que siguen, tal como hacían desde hace más de ochocientos años, desafiantes; no ante un enemigo palpable, como antaño, sino frente a la cruel mano de la dejadez.

Análisis arquitectónico

Una vez abordado el análisis histórico, presento una descripción pormenorizada de la topografía del castillo, discuto acerca de la funcionalidad específica de sus espacios y explico el estado de conservación en que se encuentran sus materiales. Finalmente, expondré una serie de conclusiones generales basadas en una interpretación personal.

El conjunto se asienta sobre un crestón rocoso de forma rectangular con orientación O-E, cuyas dimensiones máximas son de 51,50 m. de largo por 14,60 m. de ancho. La mayor parte los muros están elaborados en buena mampostería, aunque las esquinas de la Torre de Homenaje y de algunos puntos del exterior de la fortaleza presentan grandes sillares ligeramente almohadillados a modo de refuerzo. Por otro lado, utiliza ladrillos macizos para
la construcción de arcos y bóvedas. También se constata el uso masivo de cal para mortero y enlucido de salas, aún conservado en parte. Presenta tres zonas bien diferenciadas: el patio E, por el que se accede al castillo; el patio O, con una cota de unos 4 m. por encima del anterior y en donde aparecen las estancias principales; y la Torre de Homenaje, un espacio independiente del resto situado en la parte más alta del crestón y que, por ende, presenta por sí
solo unas perspectivas de defensa magníficas.

Puerta de entrada (1): Es la única y se sitúa en una de las partes más vulnerables de la fortaleza, en el sector SE. Está ubicada en un saliente que hace las veces de torre con respecto al lienzo principal del lado perimetral S. Sus muros son especialmente gruesos, de 1,50 m. de espesor, debido a que esa zona no está protegida por rocas escarpadas. Presenta un conjunto doble de arcos de herradura ligeramente apuntados cuyos dinteles están perdidos o muy deteriorados. El exterior está reforzado con un sistema adovelado de ladrillo que se asienta sobre recio sillarejo. Presenta unos 3 m. de altura central, una anchura de 2,30 m. y un espesor de 0,5 m, conservándose buena parte del enlucido. A continuación aparece una apertura abierta en el techo, accesible desde una cámara alta por el interior del recinto que hoy está desaparecida. En uno de los lados aún se aprecian las gorroneras de la puerta, las cuales estrechan levemente la entrada para dar paso al segundo arco, de 2 m. de anchura, 1,60 m. de profundidad y cuya altura máxima alcanza 0,5 m. más que el primero. La parte inferior está caída, pero aún se aprecia parte de la bóveda, cuyo enlucido está completamente perdido.

Patio E (2): Es el corazón del primer sector intramuros. Se corresponde con un espacio abierto desde la puerta hacia el N donde se intuye, hacia el O, un pasadizo ascendente que bordea la escarpada Torre de Homenaje por su lado S para acceder al resto del recinto. Presenta en el muro opuesto a la puerta de entrada una incisión compuesta de un arco apuntado muy abierto en su parte central, con dimensiones de 1,70 x 1 x 0,5 m., lo que sugiere que fuera un primitivo portillo posteriormente cegado.

Sala de los grafismos (3): Tiene forma rectangular con lado N-S de 11,60 m. y O-E de 3,10 m. Conserva el arranque de una bóveda de cañón apuntada, algo agrietada y abierta en su franja más elevada. Ha perdido buena parte de los muros E y S, y sus materiales, así como el relleno antaño utilizado para la nivelación del suelo, están desperdigados por la ladera. Sin embargo, el resto de los muros y la bóveda han mantenido intacto buena parte del enlucido, lo
que permite apreciar algunos grafismos medievales aún conservados. Están realizados a modo de incisiones rápidas y sueltas sobre el estuco fresco original, y su mayor parte son figuras geométricas trazas con regla, punzón y compás. Destacan conjuntos de círculos superpuestos y concéntricos, flores y diversos frisos con formas poligonales. A su vez, en el sector NO de la sala aparecen los restos de una pintura al fresco de color rojizo consistente en un arco ojival rematado por franjas blancas y rojas en su parte superior. Por último, esta sala preserva en su muro N una de las dos únicas saeteras conservadas de la fortaleza: una apertura situada a escasa distancia de la cima de la bóveda, orientada hacia el interior. Su muro inferior de apoyo está bastante deteriorado.

Sala (4): Sólo se observa parte del muro S, el cual da cierre al pasillo que se encamina hacia el sector elevado de la fortaleza. La estancia tiene forma cuadrangular y se apoya por el O en el enorme peñasco sobre el que se asienta, salvando un gran desnivel, la Torre de Homenaje. Debió tener una bóveda circular a cuatro aguas, pues en la esquina SO aún se aprecian restos del arranque de la trompa de contención.

Sala (5): Está muy deteriorada. Sabemos que tenía una bóveda de cañón apuntada orientada de N a S, pues se marcan sus restos en el exterior del muro de la Torre de Homenaje. Estas marcas se encuentran a una altura bastante elevada, por lo que es probable que este espacio contara con una sala situada en un piso inferior por el que se prolongara el corredor que provenía del patio E.

Sala (6): Presenta unos 11 m. de largo por 2,10 m. de ancho y conserva en su zona O restos de la bóveda. Está orientada O-E, en el sentido del pasillo, y seguramente debió tener una apertura en el desaparecido muro N. A mitad de camino se observan, a nivel de suelo, los restos del cierre de una bóveda inferior, cuya planta continuaría el corredor proveniente de la sala 5 hacia la parte superior de la fortaleza. No es posible apreciar si la salida del piso inferior se encontraría al N o, en cambio, daría paso a la sala 8 por el muro O.

Patio O (7): Es el espacio abierto principal del sector elevado de la fortaleza. Tiene forma ligeramente rectangular con orientación O-E, y hacia él miran todas las salas anexas que lo cercan. Al igual que la mayoría de las estancias de su sector, está muy aterrado.

Sala (8): Tenía forma rectangular alargada orientada de N a S y cerraba todo el espacio abierto del sector elevado por el O. Todos sus muros están perdidos, tan sólo se conserva el arranque S de la bóveda de cañón apuntada de gran altura que lo cerraba.

Sala (9): Cámara con disposición gemela a la sala 6, abierta por el muro S. Conserva la bóveda intacta y restos del enlucido, aunque no se aprecian restos de dibujos o grafismos.

Sala monumental (10): Es una de las más interesantes. Presenta una superficie cuadrada de 4,72 m. de lado, cuyo costado S da paso a un corredor estrecho con orientación O-E en el que se abre una escalerilla hacia el adarve de la muralla. Esta habitación se cubrió con una bóveda esquifada que debió tener forma circular, de ocho vertientes, apoyadas sobre trompas angulares. Los paños, ojivales, se inscriben en la superficie formando un octógono regular de 2 m. de lado con trompas angulares, conservándose las de los lados SO, y NO. Sobre los paños se abre una hilera de ladrillos a soga y luego varias que alternan soga y tizón, y los orientados al O, N, E y S se apoyaban sobre el muro de contención, realizado en mampostería irregular. Los cuatro restantes estaban elaborados a base de ladrillos dispuestos en posición vertical y en los conservados se aprecian restos del enlucido. El nivel del suelo
está muy elevado, pues de la apertura S sólo se aprecia su pico superior. El arranque de las trompas, a 1,20 m. del suelo, unido a la monumentalidad de la sala, hace prever que su pavimento original se encuentre, al menos 1,50 m. por debajo del nivel actual.

Torre de Homenaje (11): Constituye un doble espacio cerrado compuesto por dos salas cuadradas gemelas de 3,90 m. de lado, cubiertas por sendas bóvedas vahídas realizadas a base de ladrillo. La conservación del enlucido es perfecta. El espacio E ha perdido buena parte de los muros E y N y su bóveda, con una pequeña abertura en la parte superior, resta milagrosamente en pie, y en su vertiente S se aprecian leves restos de grafismos poligonales. La sala O se conserva en perfecto estado y en su sector SO se abre una escalerilla que, por el interior del muro, quiebra varias veces hasta llegar a lo alto de la torre. Ambas zonas están separadas por un gran arco ojival rematado por grandes dovelas de ladrillo visto de casi 1 m. que sirven de contención al peso de las bóvedas, cuya altura máxima con respecto al nivel medio actual es de 5,90 m. En el suelo del espacio E encontramos roca virgen, mientras que su homólogo del O se percibe la presencia de una cámara rectangular en dirección O-E de pequeñas proporciones, totalmente aterrada salvo el arranque de su bóveda apuntada, hoy caída. A su vez, el espacio O presenta en su muro N a media altura restos de una saetera. Ambas salas debieron mantener algún tipo de pavimento homogéneo, quizá de madera, hoy totalmente perdido. El detalle más interesante, sin embargo, lo encontramos en el exterior de la torre, hacia el O. Por encima de donde debió haber un acceso desde el patio, que hoy no es más que una gran abertura no uniforme, encontramos un arquillo apuntado de herradura, cegado y encerrado por otro, éste polilobulado. Sendos arcos están rodeados por franjas cuadrangulares de aspecto monumental. El conjunto se sitúa a unos 3 m. sobre el nivel del patio O y está elaborado en ladrillo macizo de unos 29 x 13 x 4,5 cm. de tamaño medio.

Conclusiones: Dada la aparición de recursos formales islámicos(19), así como claros ejemplos de arquitectura militar cristiana(20), afirmamos que nos encontramos ante una fortificación musulmana, probablemente almohade, reforzada tras la conquista. Su función debió ser siempre estrictamente militar, como así lo demuestra su situación estratégica entre Alcalá de los Gazules y Medina Sidonia, además de su escasez de agua(21).

En mi modesta opinión, el perímetro del castillo fue construido íntegramente en una primera fase, pues se adapta a la perfección a la topografía del terreno. El doble arco de la puerta de entrada, de clara inspiración islámica, indica que la parte inferior del conjunto le es contemporánea. Con respecto al arquillo ciego creemos que, aún a pesar de sus reducidas dimensiones(22), fue la puerta original de la Torre de Homenaje, la cual, en sus inicios, dispondría de al menos dos plantas. Debido a la altura del hipotético portillo, se accedería a él por una escalera que, en caso de ataque, podría ser recogida y permitiría a la torre permanecer aislada como último reducto defensivo. Me baso en esta creencia al suponer que dicho conjunto de arcos, de nulo sentido defensivo, es demasiado monumental para constituir un gran ventanal de una fortificación militar. La estructura está realizada a base de ladrillo y cegada en mampostería, lo que indica que su función no fue originariamente ornamental,
puesto que en ese caso el material constructivo sería homogéneo. Además, en la actualidad su cara interior no da a ningún espacio funcional, pues queda oculto por la bóveda de la sala O.

Creo, en base a la documentación histórica, que el edificio fue reformado para ser sede conventual de la Orden de Santa María de España. En la sala 9 se aprecia cómo el muro exterior N es mucho más grueso y presenta alguna que otra verdugada de ladrillo, mientras que el S, que da al patio, es más fino e irregular, posiblemente posterior. En el sector N de la sala 10 se observa, a su vez, como el perímetro original ha sido forrado con un muro de mampostería de mala calidad sobre el que descansaría la bóveda esquifada. A su vez, el grafismo de la sala 2 en el que se representa un arco ojival de clara influencia gótico-mudéjar concuerda morfológicamente con los arcos de los paños de la sala monumental y el gran arco medianero de la Torre de Homenaje. Con respecto a ésta, no tiene sentido que en su espacio O la saetera se encuentre a 2,30 m. del suelo, confiriéndole en la práctica una nula capacidad defensiva. Nuestra idea es que los cristianos respetaron los muros exteriores y derribaron el piso superior para crear el espacio abovedado actual. Así se explica el hecho de que se cegara el arquillo que daría entrada al antiguo segundo piso y la presencia de la saetera a gran altura. Debido a su espacialidad, esbeltez y monumentalidad, es probable que a la Torre de
Homenaje se le confiriera función de capilla.

Finalmente, el hecho de que se crearan múltiples salas nuevas abovedadas adosadas a los muros primigenios de lo que anteriormente debieron ser espacios abiertos refuerza, además, la hipótesis de que la fortificación fuera reformada para convertirse en un auténtico almacén de guerra, sede conventual de los otrora poderosos freires de la Orden de Estrella.


Notas

(1) Declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C.) con categoría de Monumento, código (R.I.) 51 - 0007604 – 00000

(2) Sevilla había sido la antigua capital del califato almohade y, con mucho, era la ciudad más próspera e importante de Al-Ándalus. Su perímetro amurallado, el más grande de la península, abarcaba casi 300 hectáreas.

(3) Estos pactos se denominaban pleitesías. Fue el método de capitulación por el que se sometieron la inmensa mayoría de las poblaciones del Bajo Guadalquivir que no ofrecieron resistencia al invasor. Permitía a los musulmanes mantener sus propias autoridades, religión y costumbres a cambio del pago de un impuesto especial, denominado alfitrán o pecho de los moros.

(4) Es el caso de Aben Abit en Jerez, que dejó de pagar parias a Castilla tras la muerte de Fernando III en 1252. Alfonso X le expulsó del poder al sitiar brevemente la ciudad y obligarle a entregar el alcázar. Acabó exiliado.

(5) Las guarniciones de la mayoría de las villas donde había triunfado la revuelta habían sido pasados a cuchillo y, para hacernos una idea de la magnitud de los hechos, Alfonso X obtuvo del papa Clemente IV la predicación de Cruzada para someter a los musulmanes levantiscos.

(6) Esta ruta no había cambiado mucho desde época almorávide/almohade. Al-Idrisí (s. XII) cita que el camino partía de la Bahía de Algeciras, pasaba por Facinas y bordeaba la laguna de la Janda hasta llegar aproximadamente a lo que hoy es la Mesa de Benalup. De ahí llegaría a Medina Sidonia y remontaría dirección norte hasta pasar una o dos leguas al oeste de Arcos y cruzar la sierra de Gamaza, tomando el valle del Guadalquivir por Torres Alocaz. Una centuria más tarde, en época alfonsí, esta vía había cambiado sensiblemente, ya que por entonces el auge de Jerez había desviado la segunda parte de la ruta y, desde Medina Sidonia, se llegaba hasta esa villa para tomar la depresión del Guadalquivir por Lebrija o Las Cabezas. De todos modos, Torrestrella permaneció como punto fuerte del camino durante ambos periodos, al encontrarse en la parte inalterada de la vía, unos kilómetros al sureste de Medina Sidonia.

(7) Dado en el año 1266. A diferencia del de Sevilla, del que sólo se conserva la parte relativa a su alfoz, del de Jerez mantenemos su versión urbana, lo que lo hace único y excepcional.

(8) En primer lugar estaba el Fecho del Imperio, la pretensión dinástica de Alfonso X al trono Imperial Alemán, cuestión que no cesaba de sangrar las arcas del reino. Por otro lado, en los primeros años de la década de 1270 se
fraguó una conspiración nobiliaria que obligó al rey a permanecer bastantes meses en el corazón de la meseta.

(9) El infante Sancho, tras la muerte de Nuño de Lara en Écija y del Arzobispo de Toledo en Martos luchando contra los musulmanes, había tomado el mando de la situación. Una de sus primeras medidas fue armar una flota en Sevilla, cuya noticia debió inspirar temor al Sultán de los meriníes, porque que ante la posibilidad de quedar bloqueado en Algeciras volvió a África.

(10) Los ataques se centraron primero en Sevilla y luego en Rota, Sanlúcar de Barrameda, Galiana y el Puerto de Santa María. Finalmente se les unieron los nazaríes para razziar los territorios de Porcuna, Arjona y Jaén.

(11) Esta Orden, que ya tenía posesiones en la campiña sevillana, había sido beneficiaria de un extenso señorío entre Jerez, Lebrija y Arcos. Además, en 1256 les fue cedido el castillo de Matrera, punto avanzado cristiano en la comarca del Guadalete, único reducto que se salvó de ser tomado durante la revuelta mudéjar de 1264.

(12) Las órdenes de Alcántara, Santiago y, también, la de Calatrava, recibieron posesiones en la villa y el alfoz de Jerez, como así lo recoge el Libro de Repartimiento de la ciudad.

(13) Definición que concuerda con los husún (plural) musulmanes. Como creemos que el castillo de Torrestrella data de fines del s. XII o principios del s. XIII, es factible que la fortaleza fuera un hisn (singular) almohade.

(14) Qala’a (castillo cerca urbana) situado a media distancia entre Alcalá la Real (al sur de la actual provincia de Jaén) y Granada. A partir de las conquistas castellanas de Alcaudete (1340), Locubín (1341) y la propia Alcalá la Real (1341), Moclín se convirtió en una fortificación de primera línea de Frontera para los nazaríes, quienes no la perdieron hasta bien avanzada la guerra de Granada, en el año 1486.

(15) Hecho que propició el estallido de una guerra civil en Castilla. Las dos facciones musulmanas, ahora enemistadas, se dividieron y cada una apoyó a un candidato: los meriníes se decantaron por el bando alfonsí, mientras los nazaríes hicieron lo propio con el de Sancho.

(16) Se han barajado diversas hipótesis al respecto, entre las que destacan el desplazamiento de los centros de interés de las Órdenes hacia sus encomiendas en la campiña, más seguras y económicamente productivas. También su cada vez mayor interés por la política activa interna del Reino en detrimento de su función guerrera. Pero, sobre todo, por la mayor eficiencia y dinamismo en la defensa y repoblación del señorío laico, el cual experimentaría un notable auge en los años venideros.

(17) También conocido por Guzmán el Bueno debido a su heroica defensa de Tarifa en 1294. Esta concesión, unida a otras muchas que recibió en la región a lo largo de los años siguientes, sería el germen de un extenso señorío que desembocaría en el s. XV en la creación del Ducado de Medina Sidonia. A mediados del s. XIV, su bisnieta, Leonor de Guzmán, fue amante de Alfonso XI (hijo de Fernando IV) y madre del advenedizo que, tras ganar una cruel guerra civil a su hermanastro Pedro I, subiría al trono con el nombre de Enrique I Trastámara.

(18) Gibraltar fue conquistado por Fernando IV a finales de 1309, aunque se perdió de nuevo en el año 1333. La conquista definitiva aconteció en el año 1462. Un tanto parecido ocurrió con Jimena, que cambió de manos varias veces antes de caer en manos castellanas por última vez en 1456.

(19) Arcos de herradura entrada al castillo y arquillo ciego en Torre de Homenaje.

(20) Gran arco ojival en Torre de Homenaje, paños ojivales en sala a ocho paños, etc.

(21) La fortaleza debió disponer de al menos un aljibe, de emplazamiento hoy desconocido.

(22) El arco de herradura apuntado central presenta 1,45 m. de alto por 0,65 m. de ancho en su franja más estrecha.

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Alfonso X: 1252-1284
Alfonso X y las órdenes militares: historia de un desencuentro
En torno a los orígenes de Andalucía
La obra repobladora de Alfonso X en las tierras de Cádiz. Cádiz en el siglo XIII (p. 7-20)
Repartimientos andaluces del siglo XIII: perspectiva de conjunto y problemas

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